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"Me causa dolor que nuestros jóvenes renieguen de nuestra cultura" | ||
Carta a Flor y Marco Compañía de Danzas del Neuquén Un grande entre los grandes, Gandhi, dijo una vez lo siguiente: "Yo no quiero cerrar los cuatro rincones de mi casa ni poner paredes en mi ventana. Quiero que el espíritu de todas las culturas aliente en mi casa con total libertad. Sin embargo, me niego a que me soplen lo mío". Y yo agrego como mamá y seguro coincido con el pensamiento de otros tantos que estoy de acuerdo con ello, que no está mal que nuestros hijos lleven inscripciones en sus remeras en otra lengua que desconocen o bailen una música que no nos representa. Claro que no está mal. Pero lo que de hecho me desagrada o me causa dolor es que nuestros jóvenes, o adultos o niños, renieguen de su propia cultura, de sus raíces y de su folclore, éste que nos identifica, que nos hace sentir que amamos a esta Argentina no porque sea grande en extensión sino porque la sentimos "nuestra". Admiramos, y lo digo en nombre de los papás que acompañamos el trabajo que realizan, admiramos repito, el sentido de responsabilidad, de sentido común, de compromiso, la perseverancia y por sobre todo la presencia y autoridad con que marcan el paso de los que integran la compañía, aún siendo ustedes tan jóvenes. Conocemos cada pormenor de cuanta acción ejecutan, de todo el esfuerzo que ello implica y de las lágrimas derramadas cuando lo que proyectamos no se da tal como lo deseamos. Pero en definitiva, la vida es eso, un desafío sin final. Sabemos también que la crítica de estos últimos días los ha abatido al punto tal quizá de preguntarse si realmente vale la pena tanto compromiso. En principio, bienvenida crítica pues cuando uno se aboca a un proyecto y lo lleva a cabo, siempre tendrán de qué hablar. Y si no hablaran, pues significa simplemente que no estamos haciendo nada... Por otro lado, sí que vale el esfuerzo no sólo por lo que artísticamente son capaces de transmitir sino por aquello que trasciende la danza y la música: son "formadores" de personitas en el pleno sentido de la palabra y como papás en mi hogar al menos, sentimos que nuestro mensaje y nuestro referente camina a la par de lo que ustedes mismos transmiten, como si compartiéramos el mismo código. Entonces, es sencillo hablar con nuestros hijos de libertad, respeto, solidaridad, contención, confianza en sí mismos si lo vemos plasmado junto con ustedes en cada ensayo y en cada puesta en escena. Marco y Flor, en mi casa al menos, no sólo el folclore comenzó a emocionarnos desde que nuestras hijas se iniciaron con ustedes sino también reafirmamos el sentido de pertenencia, de patria y hasta de nacionalismo exacerbado por momentos cuando acompañamos entusiastas una zamba por ej, sea tradicional, sea estilizada, qué más da, cuando el brillo gozoso en los ojos de ustedes se conjuga con el nuestro emocionados hasta las lágrimas. Y además de eso, toda la fiesta que realmente precede a cada puesta en escena en la que nos involucramos como familias, algunos más que otros, pero todos viviendo la expectativa de un debut, de una competencia, enredados entre trajes de bailes, trenzas postizas, invisibles que se abren, aros según la ocasión, nervios mal simulados, sonrisas nerviosas y cuántas cosas más. Para mí en definitiva la vida es esto: un "folclore" permanente del que no quiero perderme un detalle. Por esto y mucho más, existiendo en mi nombre y en el de todos los papás, gracias por cada uno de los momentos vividos. Y un pedido sincero: no flaqueen, no abandonen, no cesen. El objetivo y el gran desafío no fue llegar a Cosquín o a Laborde sino hacer que un grupo tan numeroso como el que guían sostenga un código de convivencia que ustedes impusieron con afecto y con respeto. Creo que en la mirada de cada uno de ellos está el premio bien merecido para ustedes. Y en el afecto sincero de cada uno de los papás, un estímulo y un agradecimiento merecido. Silvia Rodríguez DNI 16.636.730 Centenario |
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