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"En la misma provincia que vio nacer a Walsh, homenajean a Aramburu" | ||
Cerca del cementerio de Roca se encuentra la calle Tte. Gral. Pedro E. Aramburu. Cada vez que veo ese nombre en el cartel indicador no puedo menos que recordar un libro que leí años atrás y que he vuelto a repasar antes de escribir esta nota. Me refiero a Operación Masacre, la ya clásica obra de investigación y denuncia del periodista Rodolfo Walsh. Es mi opinión que una sociedad que perpetúa el nombre de determinados ciudadanos a través de la denominación de sus calles, edificios públicos, entidades, etc. lo hace como un gesto de gratitud y reconocimiento por haber contribuido al progreso y al bienestar general de la población. Pero aquí me encuentro frente a una inconsecuencia: que el nombre del Tte. Gral. Aramburu sea perpetuado y homenajeado de esta forma dista mucho de los méritos que pueda haber dejado en su paso por la historia argentina. Podríamos refrescar la memoria y recordar aquel fatídico año 1955, y tan mentada Revolución Libertadora, que tras tres intentos sangrientos puso fin al gobierno del Gral. Perón. Habrá quienes lamentaron aquel hecho y los habrá también quienes festejaron, pero más allá de las ideologías políticas, pienso en las cientos de personas masacradas en lo que fuera nada más que el preludio de lo que vendría después. Y esto sin ni siquiera hacer mención de la novela del cadáver de Evita... Expulsado Perón, el Gral. Lonardi (con su remanida frase "Ni vencedores ni vencidos") se hace cargo de la presidencia por casi dos meses y en noviembre de aquel año aparece nuestro personaje en cuestión. Con una carrera militar ascendente que lo llevó de subteniente a teniente general y profesor de la Escuela de Guerra, este hombre de aspecto bonachón hacía poco más de seis meses que ocupaba la primera magistratura cuando se produjo el macabramente célebre episodio de los fusilamientos de José León Suárez, aquel nefasto 9 de junio de 1956: la Operación Masacre. Una vez más se puede argumentar con la situación de incertidumbre política, sublevaciones militares, obediencia debida y demás; civiles y militares en mayor o menor grado implicados cayeron por igual; pero con Walsh quiero hacer memoria de las personas como tales; presas del miedo que sólo puede infundir la muerte que no distingue de clases sociales. Y pienso especialmente en aquellos muchachos que terminaban de escuchar una pelea boxística por radio y fueron sorprendidos cuando todo parecía ser una noche como cualquier otra, pero no. Tomados prisioneros por asalto cinco de ellos, atónitos, sin creer lo que el destino puede traer de un momento para otro, terminan siendo fusilados en unos basurales; otros siete salvan su vida de milagro, heridos, confundidos entre los muertos. Como dice Walsh: "La pobre gente no muere gritando ´Viva la patria´, como en las novelas. Muere vomitando de miedo? o maldiciendo su abandono?". Aramburu y su tenebroso vicepresidente Isaac Rojas (que al final de su vida -en la época menemista- tuvo el descaro de pedir al gobierno que sus cenizas fueran esparcidas en la zona donde fue hundido el Crucero General Belgrano) estamparon sus firmas en los decretos de ley marcial y pena de muerte y por su voluntad se puso punto final a varias vidas en el momento que ellos decidieron que así debía ser. Los años pasaron. En venganza, Aramburu fue secuestrado y asesinado y entonces su figura sufrió una transformación casi beatífica. De ser el asesino del ´56 y antecedente nefasto, junto al almirante Rojas, del terror que vendría con Videla y el almirante Masera, se convirtió en el abanderado e ilustre militar fiel discípulo del legado sanmartiniano e inocente víctima de los tiempos violentos. Por esas paradojas de la vida, en la misma provincia que vio nacer a Walsh (recordemos que Walsh nació en Lamarque), hoy una calle rinde homenaje a la figura de Aramburu... Carlos Luis di Prato, DNI 29.756.698 Roca |
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