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"Un hombre nuevo es posible"

No diré que desde siempre. No es cierto. Pero desde hace ya un montón de años pienso que la Navidad no es lo que debiera ser y llega a nosotros impregnada de una importante cuota de hipocresía. De mentira. De cosa prefabricada. Comercial.

No lo puedo evitar. Se me presenta como un momento del almanaque preparado intencionadamente para que la gente se disponga más a gastar dineros varios que a recapacitar acerca de las cosas que aún aguardan ser hechas en un mundo cada vez más convulsionado; depreciado; casi trágico; individualista, y por ende, lleno de egoísmos. Son los menos los interesados en reflexionar acerca del verdadero sentido que el nacimiento de Jesús (y su sacrificio postrero) tuvo para el destino del hombre sobre la Tierra.

Llegada la hora cero del día 25 de diciembre y decir "Feliz Navidad" sin recrear mentalmente la imagen de Jesucristo como hombre, ofreciendo desinteresadamente su vida en procura de una enseñanza ejemplar y única acerca de nuestro porvenir terrenal en tanto seres humanos falibles e imperfectos, no sirve de nada.

Abrazarse con el otro sin poner en aquel momento terriblemente, finalista y doloroso la esperanza de una recapacitación sincera y autocrítica que nos permita mirar de cerca las grietas profundas dejadas a lo largo de un camino recorrido con indisimuladas dificultades para -desde allí- intentar la marcha hacia un destino diferente, más sacrificado, quizás, pero al mismo tiempo solidario y sincero, tampoco sirve.

Comer y beber hasta el hartazgo y poner el acento navideño sólo en la efímera alegría que expresan los regalos sin reparar en la acentuada desigualdad que hoy separa a los hombres en nuestro país y en el mundo entero, donde lo superfluo material se impone, y el que mucho tiene mucho vale y el que nada posee es segregado, implica abandonar sin culpas la idea de la tan necesaria fraternidad, en tanto y en cuanto amor al prójimo.

Más allá de algunas bondades que la globalización ha acercado hasta nuestras vidas, nadie puede ignorar que esta mundialización está convirtiendo al hombre en lobo del hombre, y contra ese concepto hay que luchar, intentando instalar una civilización solidaria, abarcativa y justa, respetuosa de la diversidad y el medio ambiente.

Desde ese lugar, exijámosle a nuestros gobernantes de turno para que con sinceridad piensen en todos. Para que las grandes opciones socioeconómicas, las inversiones, el plexo productivo del país, la redistribución de la riqueza, la educación, el trabajo digno y la salud más plena, dejen de ser entelequias y falsas promesas incumplidas una y otra vez por un escenario político desbordado de actores que se creen omnipotentes hasta para mentir.

Comencemos a saludar la llegada de la Navidad reflexionando acerca de la impostergable necesidad de recrear una democracia que priorice sinceramente el bien común, el interés público y los derechos universales.

Un hombre nuevo es posible. Brindemos por ello y trabajemos diariamente sobre esa idea. ¡Felicidades para todos!

Mario Álvarez

Abogado - Roca



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