Cuando asumió Diego Simeone los “teóricos” del fútbol inmediatamente especularon con la idea de que su River sería un equipo ultraofensivo, con tendencias al desequilibrio de mitad de cancha hacia atrás. La victoria de ayer ante Tigre (1-0) además de afirmarlo en lo más alto de la tabla, lo confirmó como uno de los equipos menos goleadores y, a la vez, como al que menos le sacudieron la red: sólo dos veces y un mismo equipo, San Martín de San Juan, en la cuarta fecha. Ya nadie duda de que el “Cholo” Simeone parió este nuevo River a imagen y semejanza. Su creación no luce, es cierto, y lejos está de satisfacer el paladar negro de la platea San Martín. Pero ahora posee un corte europeo, con equilibrio, movilidad y mucho sacrificio. El aspecto defensivo, lo que antes era su talón de aquiles, está más que firme, sobre todo desde que JP Carrizo parece que las ataja todas. Ahora, aparentemente, sólo necesita ser más “picante” de tres cuartos en adelante. Las estadísticas hablan por sí solas: en diez partidos, al “Millonario” sólo le convirtieron dos goles, en la cuarta fueron los sanjuaninos, un partido que igual ganó por 3-2; además, con el de ayer ya son cuatro los cotejos que venció por 1-0, apenas tres veces sacó diferencia de dos tantos (con los jujeños, San Lorenzo y Vélez) y en los tres juegos restantes igualó 0-0 (Newell’s, Racing y Estudiantes). Frente a Tigre la matriz del equipo de Diego Simeone quedó al desnudo. Fue una muralla en defensa, tuvo en un Oscar Ahumada a su mejor valor (hasta que vio la roja, algo que se repite) y no desperdició una de las pocas chances de peligro con las que contó. El partido fue un bodrio, al menos durante la mayor parte del tiempo. Friccionado en la mitad de la cancha y con pocas ideas desde la creación, los arqueros directamente se transformaron en actores de reparto. Si bien en la primera parte Tigre fue un poco mejor, en el epílogo River mejoró bastante porque sus generadores se juego se despegaron rápido del balón. A los 2 avisó Abelairas con un tiro libre que se estrelló en el travesaño y a los 5 este volante lanzó un perfecto tiro libre que Radamel Falcao mandó de cabeza al fondo de la red. Lejos de buscar ampliar la diferencia, el local se paró de contra y aguantó. Tigre fue tímido y lo pagó caro. River festejó ser líder, aunque no luzca y mantenga insatisfecho el paladar negro. Mezcla sensaciones Diego Simeone exteriorizó lo que todos pensaron. Su equipo ganó y es líder, pero en el Monumental la prohibición de vender populares locales hizo “triste” la tarde. “Me quedo con la actitud que tuvimos en el segundo tiempo, en la primera parte Tigre jugó mejor, pero no nos generó peligro”, señaló el “Cholo” luego del partido. Luego elogió “la agresividad del equipo” en el complemento y añadió que “defensivamente se aguantó bien”. “Fue un partido extraño con mucho viento y poca gente. Fue triste mirar la tribuna vacía, pero hay que cumplir las leyes y ojalá sea para mejorar”, declaró el DT. En la otra vereda, Diego Cagna le cayó al árbitro JP Pompei. “En el resumen total no merecimos perder. Fallamos una vez y el referí se equivocó en contra nuestro, y por ese motivo nos tocó perder”, lamentó. No hubo “popu”, no hubo aliento Fue una postal atípica la que mostró ayer el estadio Monumental. Es que River cumplió con la primera fecha de la leve sanción de no vender populares, que le aplicó el gobierno nacional por la batalla en el seno de Los Borrachos del Tablón. En un clima helado, la buena noticia fue que en las zonas “vip” no hubo barras. La platea Enrique Sívori media y baja fue destinada únicamente para los socios y en ella se vieron hinchas que suelen ir a la popular, pero no se detectaron los rostros violentos. En la tribuna Centenario alta se ubicaron los simpatizantes visitantes y, como era de esperar, agotaron las entradas que se les vendió, y se hicieron escuchar más que los locales. Lo llamativo fue que ni siquiera el triunfo del equipo, único líder del campeonato, despertó el entusiasmo de los hinchas, que se mostraron tan fríos como la tarde. Los “millonarios” tuvieron que presentar en los cacheos previos al ingreso al estadio su documento de identidad junto al carnet de socio. El periodismo también estuvo afectado a las medidas de seguridad. OPINIÓN: La teoría del “Fitito” Por SEBASTIÁN BUSADER sbusader@rionegro.com.ar “Mirá, en esto no hay mucha ciencia. Si a vos te ofrecen un ‘Fitito’ o un Fórmula 1 para viajar a Bariloche, en la teoría es casi seguro que el F1 va a llegar antes. Pero ojo, puede ser que el Ferrari (sic) se rompa y el Fitito llegue antes”. Eran tiempos extraños los que atravesaba Domingo Perilli en diciembre del 2007, cuando usó esta frase. Cipolletti era líder de su zona, pero el DT aún tenía indigestión por la falta de respuesta dirigencial ante sus exigencias en materia de refuerzos y, para colmo, su salud tambaleaba. Muchos especularon con que amagaba renunciar para lograr un aumento pero, en realidad, también estaba cansado. Perilli decía que nadie valoraba al plantel y su hartazgo apuntaba a los dirigentes, la prensa y los hinchas en general. “Los tenemos mal acostumbrados”, se enojó varias veces. Y es cierto. Si bien Cipolletti es uno de los clubes con historia grande en el interior, los desmanejos dirigenciales de las últimas dos décadas lo dejaron en coma. El gerenciamiento del fútbol, instaurado en el 2002, fue un proyecto que terminó mal, en el Argentino B, pero con mucho valor a plazo fijo: los pibes que más tarde explotarían. Es cierto, el equipo estuvo a un paso de la B Nacional en aquella final ante Racing de Córdoba, pero un año después, ya sin Perilli, el sueño se desmoronó. En realidad “Mingo” fue uno de los mentores del gerenciamiento y en la teoría él sería reclutador de talentos. Pero le ofrecieron el buzo de DT, aceptó y se convirtió en un entrenador exitoso. Suena extraño, pero Perilli cree que llegar a aquella final con el Racing cordobés perjudicó más de lo que benefició. Primero porque el plantel no tenía el suficiente rodaje para afrontarla. Segundo porque alimentó las exigencias de aquellos con los que se hartó en diciembre. Además, conspiró contra su arquitectura de planificación a largo plazo. Aquí gana relieve su teoría del ‘Fitito’, porque en el Argentino A Cipolletti accedió al cuadrangular final con pibes de su cantera, trabajo de largo aliento y un presupuesto de 45.000 pesos mensuales, mientras que lejos de toda chance de ascenso quedaron equipos como Brown de Madryn, que duplican ese monto.
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