Ricardo: hijo querido, el 19/9/99 se cumplieron nueve años y no sé nada de vos. ¡Cuánto te extraño, cuánto lloro!, no he dejado de llorar en estos años de incertidumbre, qué destino incierto.

¿A qué reunión lo llevó (usted señor) esa fatídica noche cuando venía llegando a su casa, usted le cambió el rumbo de su viaje, le preguntó por teléfono con quién venía y le dijo que tenían una reunión, ¿en dónde?, me pregunto.

Las cosas hay que saberlas hacer muy bien. Aunque usted lo negó en su momento, hubo comprobantes, pero tiene suerte, la gente que está más arriba le creyó, ¿no pensó que su padre ya se moría?, 3 meses lo tuve conmigo, lloramos juntos la ausencia de nuestro hijo, ahora él descansa, yo sigo sufriendo sola, sin un triste mensaje, ni una llamada..., ¿qué hizo con mi hijo?, lo mataron esa noche (¡Por Dios!). Siempre caen los perejiles. ¡Cuánto le pedía su padre que se alejara de esas juntas!, pero no nos oía.

¿Usted tiene la mínima idea de lo que es perder un hijo?, y más horrendo aún, cuando no se sabe dónde está.

Siempre tengo la esperanza de que voy a volver a ver su cara, su sonrisa. Cómo se divertirá usted cuando lea esta carta, y pensar que lo tengo que ver en todas partes, hasta cuando choca con su auto. Sea más humano, piense que dejó a 3 hijos sin padre, usted fue la última persona que vio a Ricardo. Ya no me quedan fuerzas ni salud de tanto sufrir, tanta depresión.

Ya egresó Waltter del secundario, ahora Maicol, qué mezcla de tristeza y alegría va a ser ese día para mí. Martina va a 7º grado, 3 años tenía cuando se fue su padre. ¿Señor, qué hizo usted con mi hijo?

(Te quiero muchísimo, te extraño horrores. Siempre, mientras viva, te voy a estar esperando...) Llamame (si aún estás). Muchos besos, mamá.

Si no te hubieras ido qué feliz sería.

Saruel Pueyo de Portone

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Villa Regina