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Drogas: debates y leyes en Europa | ||
En muchos países se permite el consumo privado o en lugares especialmente habilitados, especialmente de las drogas denominadas "blandas". El riesgo es que su uso se trivialice, aseguran algunos expertos. | ||
Los patrones del consumo de la droga en Europa han dejado de estar vinculados, como sucedía en el pasado, con factores de marginación y delincuencia. Ahora se relacionan más con la búsqueda de placeres hedonistas en la aburrida sociedad del bienestar. De allí la dificultad de combatir estos hábitos, cuando se lo hace desde actitudes hipócritas y moralistas o meramente represivas. Hasta tres millones de europeos fuman cannabis diariamente. Representan menos del 1% de la población, pero el problema es que la mayoría son jóvenes. España se sitúa a la cabeza de los países de la UE en consumo de hachís y cocaína. Es también la mayor puerta de ingreso de estas dos sustancias en la Unión Europea. El 41% de los jóvenes europeos admite haber consumido algún tipo de droga. El mayor referente en materia de tolerancia en Europa es Holanda. Este país permite la venta y consumo de las denominadas "drogas blandas" en cafés especiales, donde se puede fumar hachís y marihuana. Hay unos 700 de estos lugares en todo el país, que no permiten la entrada de clientes menores de edad o la venta de alcohol. Un exponente radical de las tesis liberacionistas es el filósofo español Fernando Savater, quien se queja de que el problema no se plantee en el terreno hedonista, desde el que reivindica el "derecho a la embriaguez". Savater ironiza acerca de que en las sociedades modernas se tolera todo tipo de opios -en obvia referencia a la famosa frase de Marx- pero no se permite el propio opio. El gobierno británico abrió el año pasado un debate público sobre la manera de abordar el problema de la droga. Un polémico informe, cuyo autor era el jefe de policía de la región de Gales, Richard Brunstrom, se pronunció a favor de la legalización de todas las drogas argumentando que la política de represión policial contra las sustancias ilegales había sido un fracaso. En el documento se argumentaba que el número de muertos por alcohol y tabaco había sido de 15.000 en Escocia en el 2004, cifra muy superior a la de las víctimas de las drogas ilegales, unas 356. Señalaba que se habían llenado las cárceles pero la oferta seguía inalterable pese a que la posesión de estas últimas se castigaba hasta con 14 años de prisión. En el Reino Unido la policía fue la impulsora de la política de despenalización del consumo privado al cambiar la clasificación del cannabis y situarlo como "droga blanda". En España, el Congreso de Diputados rechazó el año pasado una proposición no de ley presentada por el grupo parlamentario de Izquierda Unida -con el aval de más de 18.000 firmas- en la que se solicitaba la despenalización de la tenencia y el consumo de pequeñas cantidades de cannabis en la vía pública. Para IU existe una actitud hipócrita cuando se admite el consumo de algunas drogas como el alcohol o el tabaco y se prohíben otras impidiendo a los ciudadanos decidir sobre una cuestión "estrictamente personal". Actualmente se tipifica como falta sancionada con multa por la ley orgánica sobre protección de la seguridad ciudadana: consumir en espacios públicos o la tenencia de hachís o marihuana para el autoconsumo puede suponer sanciones administrativas que van de los 300 a los 30.000 euros. El artículo 25 de esa ley está redactado de la siguiente manera: "1) Constituyen infracciones graves a la seguridad ciudadana el consumo en lugares, vías, establecimientos o transportes públicos, así como la tenencia ilícita, aunque no estuviera destinada al tráfico de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, siempre que no constituya infracción penal, así como el abandono en los sitios mencionados de útiles o instrumentos utilizados para su consumo. 2) Las sanciones impuestas por estas infracciones podrán suspenderse si el infractor se somete a un tratamiento de deshabituación en un centro o servicio debidamente acreditado, en la forma y por el tiempo que reglamentariamente se determine". Algunos expertos opinan que "el problema con el cannabis es que se trivializa". Aparece asociado a una mayor búsqueda de la espiritualidad y en algunos programas de televisión se minimizan sus efectos. Pero está ya científicamente comprobado que su uso frecuente puede producir problemas de memoria, dificultades en el aprendizaje, brotes psicóticos y finalmente esquizofrenia. Se puede entender que haya quien defienda el derecho a su consumo privado, pero lo que no debiera tolerarse es la promoción frívola de su consumo. Otra cuestión es establecer el tipo de sanción más adecuado para combatir su consumo. El Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías ha señalado que no basta con el prohibicionismo a ultranza, de naturaleza legal y penal, para afrontar el problema, sino que se necesita acudir más bien a políticas de carácter preventivo y educativo. Como bien resume Stuart Walton en su libro "Colocados..." (Alba Editorial), "al intentar reducir legalmente el daño que puede causar el abuso de ciertos intoxicantes, los gobiernos del siglo XX provocaron la mayor catástrofe jurídica de la historia. Las leyes relativas a las drogas han creado en todo el mundo una nueva categoría de delincuencia imparable, cuyos efectos han sido muchísimo más tóxicos para la armonía social que cualquier raya de coca cortada o que cualquier pastilla adulterada". Cuando en la Argentina se polemiza sobre despenalizar el consumo, la experiencia de varios países indica que no basta con un prohibicionismo a ultranza; hacen falta políticas preventivas y educativas.
ALEARDO LARÍA Especial para "Río Negro" |
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