La noticia de la malograda muestra de Maes disparó en varias direcciones.

Supe de su existencia hace unos años por la formidable investigación de Esteban Buch "El pintor de la Suiza argentina" quien, por otra parte, fue el descubridor de Erich Priebke mucho antes de que un periodista norteamericano lo interceptara a la salida del colegio alemán de Bariloche. En el texto vi sus primeras pinturas, me cautivaron aún en blanco y negro. Vi al pintor y vi al personaje. Viejo y enfermo ya, hablando de su obra, de su tiempo y, con reticencia, de su pasado.

A lo largo de estos años volví a ver cuadros de Maes, ya en colores, ya sin dueño. Colores, armonías, tensiones; hoy veo su obra así, despojada de palabras. Puedo admirarla aun cuando sé que Maes pudo haber estado comprometido con el régimen nazi, con Mahoma o con el Papa.

No acuerdo con la clausura de la muestra tal como hacían los regímenes totalitarios, censurando, quemando, exterminando. Soy partidaria -y mucho más en el presente, cuando tecnológicamente se puede acceder a casi todo- de mostrar, explicar, educar, no ocultar. Pocos saben quién fue Maes, poquísimos conocen su obra. Quizá ésta sea una oportunidad para conocer a ambos.

Gracias a una consciente apertura pudimos leer a Heidegger, un poco más comprometido con el nazismo que Maes; disfrutar al golpeador de mujeres Pablo Picasso o al pintor maravilloso que fue Paul Gauguin, quien abandonó a toda su familia para irse a pintar a las islas caribeñas y del Pacífico, o escuchar a Wagner.

SUSANA YAPPERT