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ANALISIS: Toon Maes, revolucionario incomprendido

Hace pocos días, al momento de inaugurar una exposición con la obra del fallecido Toon Maes, pintor belga que vivió 40 años en Bariloche, alguien desde la miopía mental acusó absurdamente al maestro desaparecido de colaboracionista nazi durante la última guerra mundial. Bajo la amenaza estúpida de algunos de romper sus cuadros, los funcionarios municipales optaron por bajarlos. ¿Quiénes son los que se arrogan el derecho de decidir quiénes exponen y quiénes no impidiendo a la gente conocer la obra de uno de los pintores más importantes que tuvo Bariloche?

Toon Maes nació en Deinze, cerca de Gante, en el corazón de la Bélgica flamenca. Influido, desde los albores del óleo, por pintores belgas como Bruegel, Roger van der Weyden, Hans Memling, Quintín Metsys y Pedro Pablo Rubens y expresionistas de principios del siglo XX como Van der Berghe y James Ensor, Maes adhirió pictóricamente a este último movimiento. Expresionismo significa, ante todo, revolución. Dice el crítico René Huyghes: "es también un grito de una revolución individual frente a corrientes artísticas convencionales en medio de una sociedad jerarquizada y moralizada". Hoy diríamos "pacata".

Maes fue arquitecto, pero ante todo fue pintor, un creador. No entendía de políticas. Vivió la guerra bajo la opresión nazi, como cualquier otro belga. Su pecado mortal fue invitar a exponer en Dienze a un pintor alemán. Las guerras son lamentables y horrorosas contingencias de la historia. El arte es una vitalidad permanente a través tiempo. La historia de la ciencia nos ha demostrado que es una continuidad del pensamiento de un científico que descubre algo a otro científico que más tarde llevará ese saber más allá y así sucesivamente un descubrimiento es la base de otro descubrimiento. La muerte física de un científico no detiene a la ciencia.

El arte es distinto. La obra de un artista es única, empieza y termina con él, ya sea un escritor, un músico, un escultor o un pintor. La creación espiritual, la emoción individual sobre la que se basa toda obra de arte es única e intransferible. Cuando alcanza el estadio de obra de arte se convierte en un bien cultural universal. Quiere decir que nos pertenece a todos, porque la obra de arte universal es en sí un patrimonio de nuestra cultura como especie humana. ¿Quién entonces se arroga el derecho de decirnos lo que tenemos que ver o no ver? Eso hacía el nazismo, no lo hace el artista. Quizá en Bariloche los que impidieron la muestra de Maes, más allá de ignorar de qué se trata el arte, han mostrado ser intolerantes, autoritarios y amenazantes de vandalismo. Eso me recuerda muy mucho al hitlerismo.

ARLETTE NEYENS (*)

(*) Profesora nacional de Bellas Artes. Fue directora de Cultura de la provincia de Río Negro (1969-1970) y de la Municipalidad de Bariloche



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