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"Nos comunicamos más, pero nos alejamos de la gente que nos debería interesar"

El nulo accionar social, la filosofía del consumismo, la representación que poco representa, los altos niveles de individualismo que vivimos cada día y la visible importancia de la superficialidad son algunas de las cosas que me motivan a expresarme y tal vez, con un poco de suerte, hasta hurgar en la conciencia de alguna que otra persona.

No hace falta ser un maestro para darse cuenta de la decadencia con la que nos toca (por simple vocación) toparnos cada día. Gracias al fenómeno de la comunicación masiva podemos contactar a alguien en Tokio, leer una revista polaca y hasta enterarnos de los sucesos más recientes del resto del mundo. Es tanta la facilidad de informarse de lo que ocurre en París, Estados Unidos o Inglaterra, que nos cuesta darnos cuenta de quién vive al nuestro lado, lo que realmente significa una "villa miseria" o, incluso, saber un poco más de la persona que espera el colectivo con nosotros cada día.

El individualismo social nos llevó a no mirar a los ojos a las personas que casualmente nos cruzamos por la calle y poco nos interesa qué puede ser de sus vidas. No puede resultar un problema si podemos llegar a nuestras casas a comer y descansar después de finalizado el día.

De forma paradójica, mientras más posibilidades de comunicación tenemos, más nos alejamos de las personas que nos tendrían que interesar, haciendo responsables a ellos de algo de lo que todos lo somos.

La sociedad que antes luchaba por lo que quería hoy sólo busca su bien personal, sin titubeos a la hora de aplastar al que se ponga delante de sus objetivos y sin siquiera mirar todo el daño que esto causa.

La importancia estética cobró un rol fundamental para mantener los grandes niveles de consumismo que hoy se generan y, mientras muchos ven programas como "Bailando por un sueño", pocos se dan cuenta de lo que estamos enseñando a mentes sumamente vulnerables por causa de un sistema educativo mediocre y un sistema de bienestar social inexistente. Estas mentes son las que tendrán la obligación de gobernarnos el día de mañana.

Basta con salir a la calle para ver una sociedad que carece de principios, valores e ideales; una juventud -de la cual soy parte- a la que le falta aquella conciencia que la caracterizó siempre, una juventud que sin darse cuenta está matando las pocas chances que tiene de salvarse. Y es a los jóvenes a los que elijo dirigirme, porque de ellos dependerá que nuestros días futuros sean confortables o sigamos así hasta nuestra extinción deshumanizada.

¿Desde cuándo usar una remera del Che se transformó en una moda? ¿Desde cuándo armarse de ideales significa lo mismo que perder el tiempo? ¿Desde cuándo lo que antes se pensaba que era posible hoy es un absurdo imaginario? Sin darnos cuenta, al adoptar estas posturas estamos condenando a todas las demás. Hoy se piensa que ya se intentó todo y dio como resultado un fracaso.

Las principales armas que tenía la juventud para demostrar su disconformidad con el sistema hoy fueron adoptadas por esta misma, que no sólo las anuló sino también se favoreció con ellas. La moda absorbió todo documento de rebeldía, porque hoy la rebeldía es una moda. La democracia que antes consistía en exigir lo que uno quería se transformó en un simple papel que, después de depositado en la urna, nos desliga de cualquier responsabilidad o decisión futura y nos deja tranquilos para poder sentarnos a esperar cómo el funcionario al que votamos cumple o no su promesa.

El reconocimiento de logros económicos producidos a raíz del trabajo es un argumento razonable para justificar lo que uno tiene, pero no existe reconocimiento alguno que pueda justificar el hambre y la necesidad de personas que, buenas, malas, ignorantes o simplemente con mala suerte, no tienen los tres pilares estipulados para considerar digna una vida digna: educación, salud y bienestar social.

Tan sólo con un ideal podemos cambiar el mundo y tan sólo por carecer de él podemos desperdiciar todo.

Nahuel G. Mazzaroni

DNI 32.850.699 - Neuquén



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