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"El monocultivo de la soja produce un daño irreparable"

Estoy a favor de las retenciones móviles porque el monocultivo de la soja producirá un daño irreparable para el país.

La soja cultivada en Argentina es una especie fabricada por el hombre y no por la naturaleza, adaptada a un sistema productivo de alta rentabilidad. Este sistema produce:

a) Contaminación ambiental: los herbicidas se aspersionan sin respetar poblaciones ni rutas. Todas las ongs no comprometidas con el sistema concluyen que los efectos sobre la salud humana son negativos, la falta de rotación con otros cultivos degrada el suelo y, además, por tratarse de un herbicida total, la repetición de la práctica daña la biodiversidad.

b) Daño social: las características del sistema sojero producen una agricultura sin agricultores; la escala, el tamaño de las herramientas y el mínimo laboreo desplaza la población del campo a la ciudad.

c) Daño ecológico y cultural: la alta rentabilidad hace posible la ocupación de las áreas de monte y hasta selváticas, desplazando poblaciones adaptadas a un ambiente que se destruye sin posibilidades de revertir el proceso.

Ante propuestas que tienen en cuenta las razones expuestas pero insisten en la necesidad de aprovechar el boom de los commodities y paliar con los excedentes los efectos negativos del cultivo de la soja, expongo las siguientes consideraciones:

La Argentina tuvo mala experiencia cada vez que aprovechó oportunidades agroexportadoras. Tomemos dos períodos que sirven de ejemplo: entre 1860 y 1870 se produjo la fiebre de la lana. Toda la riqueza agropecuaria se concentró en esa actividad. Los pastores traídos de Irlanda y los vascos con amplia experiencia en el tema tomaban majadas al tercio, vale decir que en tres (3) años tenían un capital equivalente al del patrón, (Duggan, Kavanagh, Casey, son ejemplos de trabajadores devenidos estancieros). Una actividad así de rentable se pinchó en 1870. Bastó la ocupación productiva de Australia, la guerra de Crimea y dos o tres factores exógenos para producir el desbarranque. De ahí siguió con altibajos hasta la etapa cerealero - frigorífica de fin de siglo.

La Argentina agroexportadora de 1900 es otro ejemplo de dependencia externa. Bastó la crisis mundial del ´29 para perder el bienestar y la democracia.

Vale decir que se debe desconfiar de la aparente solidez del mercado externo actual, ya que bastaría con un parate de la expansión de India y de China para que el mercado de la soja se reduzca o desaparezca, si además las corporaciones que gobiernan al mundo abandonaran la política de los biocombustibles.

Además, se importan los insumos para el cultivo de soja (semilla, fertilizante, glifosfato), profundizando la dependencia.

La suba del petróleo invita a volver a una agricultura tradicional, que rote con ganadería y recupere naturalmente la fertilidad de nuestro suelo, que fue excepcional hasta la llegada de los monocultivos.

Resumiendo: la historia es la de siempre; en realidad son los mismos de siempre, pero esta vez vinieron con la perrada.

Adolfo Dallorso

DNI 4.197.321 - veterinario UBA



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