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"No se resignaron nunca a quedarse atrapados por el miedo y la angustia" | ||
Una jornada palpitando el juicio. Primero entró Inés, una de nuestras Madres de Plaza de Mayo, quien arrancó caminando con su pañuelo blanco... parecía enorme y de un silencio impuesto arrancaron los aplausos. Allí el juez le solicito a Inés que jure o prometa, ella dijo "Juro...", entonces el juez le dijo que podía sentarse y que le... "Juro", interrumpió Inés, allí se calló el juez, (esta vez, al "silencio" se llamo el magistrado por presencia de la Madre) "Juro por los santos evangelios, por la memoria de mi hijo Oscar y por los 30.000 compañeros y compañeras desaparecidos...". Fue difícil levantarse de estos dos golpes directos al corazón y a la conciencia. El que no sollozaba tenía entre sus manos la cabeza... y otro/otra le frotaba la espalda para reconfortarlo un poco y luego, el que reconfortaba primero era consolado a la vez. Otros elegían caminar (¿dónde?), no sé; pero caminaban en un pequeñísimo espacio donde estábamos unas sesenta almas; caminaban, iban y venían, todo en silencio como ordenó el juez. Luego, Inés comenzó el relato con palabras que hacían imágenes en el aire: nombrando a las cosas y la gente, lo que pasó aquel fatídico 23 de diciembre (de 1976) cuando lo vio por última vez a Oscarcito, su hijo, que ella parió. Contaba cuántas personas golpearon su puerta, cómo vinieron a preguntar por el... Todo era como algo mágico y a la vez tan verdadero, pues era un relato histórico concreto, nombres de calles, de esquinas, de amigos, de no tan amigos, de "alcahuetes" (aquellos que eran informantes del ejército, llámese SIDE o como quieran dibujarlo, ella, con su labios les tronó en sus oídos: "Alcahuetes"). Contó su vida de Madre de Plaza de Mayo, aquella que la cambió para siempre no sólo su realidad sino también la historia de este país, es que las Madres son la porfiada y negada historia de los "vencedores", como le gusta decir al canalla de Menéndez -ahora ridiculizados ante la verdad-. La Madre recordó su petición, quería preguntarles algo: "¿Me puedo parar?", preguntó Inés y se paró, tomó el micrófono en su mano izquierda y se fue a la fila de los "imputados", a quienes los protegía el cordón de abogados (?) -triste prestigio le brindan a su gremio al cobrar para defender a los constructores de tanta maldad y dolor- y con el índice de la mano derecha los señaló y les dijo... "señores, los llamo así para decirles de alguna forma, ya tengo 80 años, pronto me voy a morir y ustedes también, señor Farías Barrera, Olea... (nombro a los ocho "señores") ¿dónde está mi hijo Oscar? ¿Dónde están los compañeros detenidos por ustedes...?". Nosotros, almas presentes, en nombre de ciento de miles que siempre marchaban con ellas, estábamos todos pegados al vidrio en una sola voz, una sola respiración... y entonces, nadie le contestó nada a la Madre... unos segundos terribles... la mirada de Inés que con la fuerza del dolor transformado en lucha, lucha por la verdad y la justicia, les retumbaba "dónde están... qué hicieron...", y no nos sorprendió su nuevo llamado al silencio... silencio cómplice, silencio de cobardes, silencio ladrón, silencio asesino. Allí comenzamos a gritar "ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida y castigo a los culpables......." y luego el clásico "Madres de la Plaza, el pueblo las abraza", que en ese lugar sonaba tan necesario... El pañuelo blanco brilló más que nunca... y alcanzó para consolarnos a todos los exaltados del otro lado del vidrio. Al rato, nos saludamos afuera con Noemí Labrune y tantos y tantas más... aquellas personas que sostuvieron durante tanto tiempo, de manera inclaudicable, la llama de la esperanza. Qué alegría estar con aquellas personas que no se resignaron nunca a quedarse atrapados por el miedo y la angustia y tampoco se resignaron a que esto nos pasara como país, como sociedad, como seres humanos que decimos ser. Todos teníamos el corazón en júbilo y es tan grande la grandeza de esta gente que nos permitió celebrar con ellos estos valientes gestos de memoria, resistencia y lucha por la verdad y la justicia. Así estuvimos con los del poeta, con los que Berthol llamó "las imprescindibles... son aquellas personas que luchan toda la vida"... ¡a todas ellas, del gran pueblo argentino Salud!
Pablo Meuli, DNI 16.540.934 Neuquén |
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