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"Tenía esa costumbre de pararse bajo la lluvia..."

Hoy el día está tan gris, como triste mi corazón.

Se fue mi amigo, mi compañero, de donde no se vuelve.

Se llevó con él, la alegría y las risas de cada mañana, los paseos entre las chacras, las zambullidas en el canalito y su irrisoria costumbre de pararse por horas en la vereda, sintiendo caer la lluvia sobre su negro pelaje.

Sí, su pelaje, porque Paco era mi perro y sólo aquellos que los aman entenderán el motivo de mi pesar.

Paquito llegó con 40 días a mi casa y sólo era visible su lengua roja y sus ojos mansos y dulces. Vivió once años y después que los hijos levantaron vuelo, cada cual hacía su destino, él siguió conmigo. Me jubilé y el siguió conmigo, ahora más unidos, llegaron los nietos y Paco los aceptó y los cuidó.

Pasaron los años para él y para mi en una hermosa comunión de entendidas miradas.

Un día Paco ya no quiso salir a correr ni a jugar, le dolía para caminar y me miraba pidiéndome ayuda. Vino mi buen veterinario, "problemas renales" dijo, lo inyectó, pero ya no se levantó. El día 11 de julio dijo basta, estuve a su lado hablándole y acariciándolo, me miraba y movía su cola como entendiendo mis lágrimas. De pronto levantó su cabeza, me miró muy fijo y así se quedó, con sus ojos dulces ya sin luz.

Paco, este es mi homenaje para vos y para todos tus congéneres que nos dan tanto amor y los humanos tratamos tan mal, golpeamos, usamos para experimentos médicos, atamos al sol, al frío, sin agua, comida ni abrigo.

Yo te doy las gracias por existir, por llegar a mi vida solitaria y entenderme con sólo mirarme, fuiste un hijo más Paquito, sólo te digo que valga una vida de amor que te di por una vida de amor y felicidad que me diste.

Si hay un cielo para los perros, te lo ganaste Paco. Ahora un mimo en el hocico y te suelto la correa para que corras libre por siempre.

 

María E. Sosa, DNI 6.267.396

Roca



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