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"Un voto de confianza a nuestros jóvenes"

El día 15 de julio de 2007, alrededor de la 1:30 de la madrugada, circulaba por la avenida Costanera de Bariloche, a la altura del Centro Cívico, con mi auto y en compañía de mi esposa, en dirección oeste-este. Al llegar al cruce con la calle Quaglia se nos aparecieron dos vehículos, una camioneta del tipo 4X4 y otro automóvil más pequeño, que descendían a altísima velocidad por esa arteria, presumiblemente corriendo una picada. La camioneta se interpuso en nuestro camino en forma tan repentina que, a pesar de haber pisado el freno, fue imposible evitar la colisión. Mi automóvil impactó a la camioneta por el costado izquierdo, la que siguió su camino, evidentemente porque mi velocidad no era excesiva y nos arrastró hasta depositarnos sobre la vereda de la mano contraria, contra el lago, o sea que, nos corrió muchos metros de costado sin alterar su trayectoria, luego viró de contramano por la Costanera y se alejó del lugar, a la par que su compañero de carrera lo hacía en la misma dirección pero por la mano.

Muchos adolescentes testigos nos prestaron ayuda, mi esposa sólo sufría un dolor en el pecho por la acción del cinturón de seguridad al igual que yo, pero en mi caso, además, el impacto se trasmitió por el pedal del freno a mi pierna y eso produjo la fractura de mi cadera. Los adolescentes seguramente estaban merodeando el centro a la espera de ir a los boliches de la zona y ellos se encargaron de calmarnos, llamar a un agente de policía, desconectar la batería del auto para acallar la bocina, etc. Un par de ellos aparecieron de pronto con la fotografía de la camioneta, en particular del dominio de la misma, habían visto el accidente y los corrieron hasta obtener el material. Yo no estaba en condiciones de tomar nota de nada y mi esposa -muy preocupada por ver mi estado- tampoco; de modo que les sugerimos que le dieran la información al agente de policía, quien se aproximó a mí para decirme que me tranquilizara porque ya había dado aviso a las camineras pertinentes para evitar que la camioneta fugara y que al día siguiente los tendrían ubicados.

Luego de eso, quince días de internación en el Hospital Privado Regional, una primera cirugía, meses de recuperación infructuosa, viajes a Buenos Aires, estudios, más estudios, cirugías. En este momento me estoy recuperando de la última cirugía, con una nueva prótesis de cotilo y cabeza de fémur, que se supone será la última. Un ex alumno me recriminó: ¿pero vos no sabías que ése es un recorrido habitual de picadas? Ha transcurrido más de un año sin poder trabajar, habiendo perdido pasajes aéreos para visitar a nuestra hija en España y tours diversos, dolores indescriptibles, gran cantidad de medicamentos con su costo pecuniario y hepático: un calvario.

La policía nunca nos permitió acceder a la información del dominio del vehículo por ser "secreto de sumario", el agente que intervino manifestó en el sumario que no hubo testigos, cuando al menos cuarenta de ellos estaban presentes, ni siquiera menciona a los que obtuvieron la fotografía. Mi auto está destruido aunque la compañía de seguros "La Caja" se niega a reconocer la destrucción total y se niega en consecuencia a pagarlo.

Mi primera salida a la calle fue para ir al juzgado a manifestar que todo lo informado por el policía en cuestión era una burda mentira; no obstante, nunca me llamaron para que ratifique o rectifique mi declaración.

Yo me pregunto ¿quién puede sorprenderse por la cantidad de accidentes de tránsito? ¿quién puede evitar la mayoría de los mismos? ¿quién puede confiar en la policía como cuando éramos chicos? ¿qué papel juega en todo esto la Justicia?

Igualmente, el motivo de la presente es mi deseo de resaltar la conducta contenedora, generosa, afectuosa y respetuosa de los muchos adolescentes que nos apuntalaron en el momento del accidente de forma ejemplar, muy alejada de lo que muchas veces los adultos les endilgamos, como si ellos fueran los malos, los malos solemos ser los adultos.

 

Ricardo Germi, DNI 8.550.072

Bariloche



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