Hace unos días, con mi hijo Pablo tomamos un colectivo; al subir lo noté incómodo, como con miedo, le muestra al chofer (como debe ser) el pase libre en el que dice: "Con acompañante" y agrega: "Ella viene conmigo" (por mí) y se queda parado esperando que esta persona le conteste si estaba bien o no, pero lo único que recibe de respuesta es un golpe en el volante; mi hijo lo quedó mirando y cuando nos sentamos me dijo que el chofer estaba enojado porque el pase estaba un poco gastado y que ya le había dicho que lo cambiara.

El pase no está en excelente estado -lo reconozco- pero también es cierto que se lee claramente, lo que en este caso el chofer necesitaba saber. Cuando bajamos del micro lo noté dolido y preocupado, evidentemente para él no fue una situación más, definitivamente había percibido la insensibilidad de este chofer de colectivo (aunque quiero destacar el buen trato de otros conductores hacia los discapacitados, cuando mi hijo los ve me dice: "Ése es mi amigo", lástima que no piensen todos igual.

Como a la hora mi hijo se descompuso en el hipermercado Jumbo, precisamente en el local de Ferracioli, cuyo personal -con una sensibilidad digna de destacar- se preocupó inmediatamente por él, le ofrecieron agua y buscaron la manera de conseguirnos un taxi, no lo conocían y le dieron una mano, eso es lo que vale, ¡gracias a los que nos ayudaron, gracias chicos!

Quizás igual se hubiera descompuesto, tal vez era el momento, no lo sé, pero la humillación y la impotencia existieron.

Para terminar, quiero manifestar que cualquiera puede tener un hijo, un hermano, un pariente, un vecino, un conocido, con capacidad diferente. Nosotros, todos los padres que tenemos nuestros pequeños gigantes, no vamos a bajar los brazos, defenderemos a nuestros hijos cuantas veces sea necesario, nuestra lucha será siempre contra el olvido, la marginación y la indiferencia. ¡Gracias!

Norma Tapia, DNI 10.287.215

Neuquén