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"El encanto de dominar la pelota"

El director técnico miró al ayudante de campo y éste les gritó a Riquelme y a Verón que se movieran y abastecieran la delantera. Ellos se pararon firmes al medio e hicieron caso omiso al pedido: se dieron vuelta, se quedaron parados y no largaron la pelota. El mediocampo fue ingobernable a pesar de los continuos gritos y las amenazas que nunca llegaron a concretarse en una medida eficaz.

Los de abajo entretanto resistían como podían. Hubo tarjeta amarilla para uno y lesión para otro.

Abbondanzieri sacaba pelotas a lo tonto con sombrero.

Vuelta el ayudante de campo a gritar. Los delanteros nada, no avanzaban ni recibían pelotas. Los del medio no entregaban nada y sobre todo festejaban. Eran estrellas y a las estrellas no se les dice nada. Se creen irremplazables, por eso cobran la guita que cobran y gobiernan el campo.

Vino el entretiempo y uno creería que se habían puesto a discutir y arreglar los roles por lo menos para no perder.

Salieron otra vez a repetir la historia: al que mandaba la batuta ni cinco de alpiste. El ayudante de campo reaccionó con una medida drástica: elevó un dictamen al mediocampo. El mediocampo rotó, Riquelme se vino a la izquierda, Verón más al medio, de volante de repartición, y entró Redondo que no hizo sino darle más movilidad pero poco empuje. Seguíamos parados en el medio hasta que vino el gol. Perdíamos uno a cero.

Mascherano rengueaba y los de abajo tambaleaban.

Desde las tribunas festejaban hasta los fouls, vitoreaban la desintegración del equipo como teniendo el futuro asegurado.

El periodismo transmitía como siempre buscando la contundencia de su relato y tratando de elevar el rating con su especulación tendenciosa y haciendo ver su independencia.

Los atacantes repetían el mismo esquema: esperaban la distribución de la pelota o abandonaban o pedían el cambio. Entró Cruz adelante y aportó más garra pero no definición. El director técnico se fumaba el banderín del córner. Pedía que abastecieran a los de arriba para aliviar a los de abajo y nada. Los de afuera, los de la tribuna norte, festejaban entendiendo perfectamente lo que estaban generando.

Otro cambio. Entró Palacios, no aportó demasiado. Estaba todo alterado, trastocados los valores. Los de la izquierda a la derecha, los de la derecha en el centro y el centro seguía impertérrito. Un milagro hizo el empate con sabor a derrota.

Salieron a festejar como si ganáramos todos... En una inconsciencia colectiva cortaron accesos y rutas perjudicando a miles. Sólo que no era un triunfo. Era una derrota de nuestro pueblo argentino. Salud.

Domingo Racedo

DNI 12.407.176

Cipolletti



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