Lágrimas saladas que corren por mis mejillas como el agua del mar en un día de tormenta. Así siento la fuerza de estas lágrimas de dolor por la impotencia de no saber calmar la angustia que provoca tener que aguantar la hipocresía y las palabras hirientes que lastiman el corazón de tantas personas indefensas, que no tienen cómo protegerse de los ataques de dardos con veneno que matan de a poquito la integridad del niño, de la mujer y de los abuelos en este mundo cruel. Duele tanto que no sé cómo calmar mi llanto de dolor y desencanto. Saber que en esta sociedad aparentamos una cosa y somos otra, me incluyo, porque siento a veces que soy algo culpable por dejar que pasen cosas graves, por miedo a aquellas personas que cuando se ven acorraladas buscan venganza en los más débiles, en los que más sufren.

Si todos tuviéramos la capacidad de ser sinceros, amorosos con el prójimo, sin ver clase social, por ser negro o blanco; sano o enfermo o con capacidades diferentes, físicas o mentales, el agua del mar, las lágrimas no serían tan amargas de saladas.

Ena Gladys Bayer, DNI 13.468.758 Neuquén