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"A la memoria de Silvia Roggetti" | ||
El 9 de junio se cumplió otro año desde la muerte de Silvia, la primera docente que murió en la escuela, dando clase de Educación Física. Si comienzo mi carta de esta manera es sólo a fin de que se recuerde que a la fecha aún no se hizo justicia. Me gustaría que también pensaran en los alumnos, que sufrieron el daño psicológico de haber perdido a su "seño" en su segundo hogar y que no comprendían por qué su "seño" que estaba con ellos a diario había partido hacia el cielo desde ahí. Ahora quiero referirme a "nuestra Silvia", a mi prima, mi hermana, a la que cuidamos tanto porque dejó su pueblo y llegó enamorada de Neuquén, al que abandonó sin vida. Enjuician al asesino de Carlos Fuentealba... quiero creer en la Justicia. La muerte de Silvia fue caratulada como "accidente", porque no fue una bala la que atravesó su cabeza sino un alambre de la construcción de su escuela. ¿Culpables? Sí los hay y todos lo sabemos, aunque archivaron la causa y no hubo juicios... así creyeron que lavarían sus culpas los verdaderos responsables. Algunos funcionarios a los familiares no nos permitían el ingreso a sus oficinas, convencidos de que con eso nos iban a callar. Hoy para mi desgracia los encuentro en la vía pública, cuando tendrían que estar guardados. ¿Y el dolor de mi familia, de su madre? Hoy de la "Flaca" nos queda su hermosa sonrisa, su tenacidad en la lucha que nos fortalece, su bondad, su amor de maestra que nunca abandonó a sus chiquitos del barrio, porque la muerte se la llevó antes de tener los propios. A pesar del frío, de las heladas y de vivir al día, iba con su bicicleta de escuela en escuela y hasta recorría los hogares de los alumnos hasta muy tarde por si necesitaban una mano. Ellos la recuerdan siempre y cada aniversario le escriben cartas que en globos elevan al cielo. La vida nos regala ángeles que se destacan en misiones muy particulares; Silvia fue uno y se nos fue muy pronto. Los que tuvimos el privilegio de estar a su lado soñamos con ella, conservamos muy adentro su profunda ternura, sus canciones. Su escuelita -con su nombre- no está en el centro de Neuquén: está en un barrio alejado donde los niños necesitan el calor y la contención que ella les proporcionaba. Ahí, tras tantos reclamos por mejorar la institución cayó en una trampa mortal en la que pudo haber caído alguno de sus chiquitos, que aún hoy no entienden esa muerte tan absurda. No encontramos consuelo. Los gobiernos pasaron y las gestiones cambiaron, pero nuestro dolor sigue latente y es el de muchos, los que no olvidamos y esperamos justicia. No dejemos a Silvia en el olvido; ella es nuestra historia, la de todos los neuquinos que defendemos los valores humanos y los principios más allá de toda ideología. Luchemos por la memoria. Marcela Laurenzi DNI 16.566.994 Neuquén |
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