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"Matar, ¿puede ser la solución?"

Habitualmente los asesinos seriales comienzan matando y torturando animales cuando son niños. La crueldad hacia los animales es considerada un síntoma de un profundo disturbio mental -sugiero remitirse al informe sobre abuso y crueldad animal-humana realizado por el FBI-.    

En el DSM VI TR (Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales), la crueldad hacia los animales es considerada como uno de los síntomas de trastornos de personalidad antisocial, cuadro que se completa con síntomas tales como romper con la ley, mentir reiteradamente, carecer de sentimiento de culpa y de preocupación por las consecuencias de los propios actos, no ser capaz de sentir empatía por otros ni aprender de la experiencia, cometer actos de crueldad y abuso hacia animales y seres humanos en inferioridad de condiciones, demostrar pobreza de reacciones emocionales y obrar como un depredador social satisfaciendo las propias necesidades inmediatas sin tener en cuenta las consecuencias.      

Numerosos estudios revelan que cuando un niño es maltratado puede intentar controlar a otro ser vivo que sea vulnerable y cuente con menos recursos para protegerse (Gullone 2004), incentivando la falta de consideración por el bienestar de los otros.            

Desde 1980, a raíz de múltiples informes sobre asesinos en serie y de masa, se descubrió que tenían un denominador común: habían cometido actos de crueldad hacia animales, entendiendo "crueldad o abuso" como "un comportamiento socialmente inaceptable que causa dolor innecesario, sufrimiento y/o la muerte del animal". Existe un factor que es constante: la vulnerabilidad del ser hacia el que se ejerce violencia, el desvalimiento y la inferioridad de condiciones en las que se halla.            

Algunos números a tener en cuenta: el 88% de 57 familias de Nueva Jersey que están en terapia por maltrato a menores admite haber maltratado a sus mascotas también. El 83% de 23 familias británicas que fueron acusadas por maltrato o descuido a sus animales fue identificado por los especialistas como riesgoso para sus propios hijos. En un estudio practicado a mujeres golpeadas se encontró que el 57% de ellas había declarado que sus parejas habían matado o golpeado también a sus mascotas.   

Profesionales de la psicología y la psiquiatría coinciden en que la crueldad hacia los animales es uno de los mejores ejemplos de la continuidad de las perturbaciones psicológicas de la niñez a la adultez. Escuelas, padres, comunidades y Estado, que consideran el abuso animal como "un crimen menor", ignoran una bomba de tiempo.   

Considerando que matar se encuentra en el extremo del acto de crueldad y abuso, a esta altura sería conveniente platearnos qué concepto de bondad, consideración y respeto estamos instalando en generaciones futuras cuando hablamos de matar como un modo de resolver un problema. ¿Qué sucede cuando es el Estado el que impulsa el sacrificio de animales como método de control de la superpoblación canina o de eliminación de perros mordedores o de enfermedades zoonóticas? Genera una sensación emocional de que lo que está de más, lo enfermo, lo viejo, pierde utilidad y, lo que es peor, crea la falsa ilusión de que de alguna manera esto resuelve el problema, pensando que luego de la matanza ya no habrá perros mordedores, ni enfermedades zoonóticas ni superpoblación canina.            

Como ya es sabido esto no sucede, ya que no existe referencia ni investigación en el mundo que demuestre que el sacrificio de animales modifica satisfactoriamente estos factores; de hecho, esto se ha llevado a cabo durante años en esta misma ciudad con los mismos resultados negativos.    

Las consecuencias sociales de esta medida extrema y carente de ética pueden ser muy importantes y se relacionan con un Estado que incentiva conductas tendientes a promover la violencia y la desvalorización de la vida y que, ante el fracaso de la estrategia, genera sentimientos de impotencia y desánimo, aumento de inseguridad y desconfianza a las autoridades.      

Es hora de plantear el tema cubriendo todas las áreas involucradas en él, sin facilismos y de manera adulta y responsable. Un buen principio sería asumir los errores cometidos y facilitar los instrumentos indispensables para que se pueda arribar a resultados saludables para toda la sociedad generando personas responsables, futuros adultos con principios éticos sólidos. Se sabe que el maltrato y/o abuso hacia los animales no se circunscribe a éstos: es un tema de salud pública.

Alba Tamborini, DNI 16.692.507

Lic. en Psicología (MP Nº 159)

Neuquén



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