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"Me devolvió la alegría de vivir"

Se dice que el destino es una inevitable fuerza que a favor o en contra decide la suerte de una persona. Por haber nacido con físico afeado por el sobrepeso, la mía no fue de las mejores. Desde la infancia hasta hace poco, por esa adversidad corporal tuve que soportar despiadadas humillaciones de insensibles que laceraban lo más íntimo de mi alma. En la medida en que crecí esa dolorosa circunstancia fue rebajando cada vez más mi autoestima, hasta quedar casi marginado de la actividad social.

En esa dura experiencia la soledad fue mi mejor amiga y la tristeza, mi mejor compañía. Las lágrimas que continuamente se deslizaban por mi rostro pensaba que jamás se terminarían. Lágrimas de tristeza y de pocas esperanzas, llenas de mentiras. La depresión encerró mi corazón y casi mato toda mi ilusión. Angustiado vivía, encerrado a solas con la tele. Hacía muchos años que mi sonrisa me había abandonado y la alegría por un callejón sin salida se había escapado de mi vida.

De llorar me había cansado porque varios me llamaban "fracasado". Mucha gente mala de mi cuerpo se reía. Cargadas en el colegio, en el colectivo, en la calle... discriminación y burlas por todas partes. No conseguía ropa ni mucho menos trabajo ya que, con sólo mirarme, en el acto me desechaban. Contaba con muy pocos amigos porque no tenía ganas de compartir ni de salir con nadie. Hasta mis estudios abandoné por culpa de un profesor que cortó mis alas diciéndome que jamás conseguiría nada.

Cansado de tanta frustración un día salí a caminar sin saber que mi adversa suerte empezaría a cambiar. Todo comenzó una mañana de febrero, cuando vi un gimnasio por San Martín al 1600. Sin nada que perder entré y consulté si mi caso tenía alguna solución. Con delicada comprensión de mi problema su encargado, el profesor Luis Roberto Lazcano, me aseguró que si ponía el mejor esfuerzo de mi parte no tardarían en producirse alentadores resultados. Y que, si no llegaba con la cuota mensual, no habría problema: lo más importante era mi recuperación estética y de autoestima.

Lleno de esperanza y gratitud por la humana atención que recibí, de inmediato me puse en campaña de rebajar kilos hasta llegar al presente con un remozado físico que, gracias a Dios y a mi amigo Roberto, me ha devuelto la alegría de vivir.

Para mi mayor felicidad, y como no podía ser de otra manera, me enteré de que Roberto, en el mayor silencio, ha rescatado de vicios degradantes e intentos de suicidio a varios jóvenes que, como yo, hoy tienen la dicha de una existencia digna.

Agradezco a Dios por habernos permitido encontrar un ser tan humano y lleno de amor como nuestro querido Roberto.

 

Jorge Jonathan Marín,

DNI 31.125.090

Neuquén



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