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"De valores y principios: elijo seguir con la frente en alto"

Me criaron (creo que para mi desgracia) con humildad, respeto y sobre todo honor. Me enseñaron, padres y maestros, a que las cosas se consiguen con esfuerzo, con trabajo y perseverancia, que lo que fácil viene, fácil se va. Por eso: "Trabaja, ganate el pan con tu propio sudor; si logras tener mucho, alégrate, y si no lo logras, alégrate también porque sabrás que te lo has ganado; pero por sobre todas las cosas no pierdas la humildad, no dejes de lado el honor". Fue una de las tantas cosas que mis padres me enseñaron, directa o indirectamente, y yo elegí ser justa.

Me tocó en la vida divorciarme de lo que no quería para mí y para mi hija, y no me equivoqué. A ella, bella e inigualable, la eduqué junto al ser amado, ese ser verdadero que comparte mis principios, y elegimos entre los dos impartir esa misma enseñanza y no fracasamos porque ella cada vez más y en su plenitud adolescente va tomando conciencia que esos principios y valores, como la verdad, la tolerancia, la justicia, la hacen noble. Pero temo que algún día también descubra que enseñarle de respeto, de derechos, de humildad pueda jugarle en contra, cuando realmente se enfrente a la sociedad.

Junto a ese ser amado gestamos otro fruto, bello e inigualable, que también en cierta forma debió en sus pocos años de paso por esta vida enfrentarse a esa sociedad que discrimina los valores y principios que muchos consideramos como riqueza espiritual, y tan sólo por haber nacido con 47 cromosomas. Y aún después de ausente en esta difícil pero bella vida, mi pequeña, desde algún lugar debe seguir soportando la mediocridad de quien se jacta de su fallecimiento, vociferando a sus anchas, sin el más mínimo decoro y refiriéndose a mi pareja y a mí "que tenemos la fortuna de que ella se haya ido porque ya no nos genera gastos". Incomprensible. Esta clase de individuos son los que no ven a los hijos con amor, con pasión, son los que no saben de moral ni de conducta, son simplemente mal educados. De todas maneras a vos te disculpo, porque sé de tu enfermedad.

Como dije anteriormente, elegí ser justa. Luchar y seguir luchando por los derechos de mi hija mayor en cuanto al reconocimiento asistencial de su progenitor (qué lamentable que tenga que ser una lucha; devolver el dinero de más cuando me dan un vuelto o reclamar si alguien se quiere quedar con "mi vuelto". Pagar los impuestos en tiempo y forma; ceder siempre el asiento en el micro y todas esas cosas cotidianas que uno realiza espontáneamente sólo porque es educado. Hacer la fila en los bancos y entidades como corresponde, aún llevando a mi hija en brazos sólo para no ocasionar molestias en el resto de las personas que consideran que a una mujer con un niño en brazos o una mujer embarazada o un anciano o a alguien con alguna incapacidad no se le deben dar "privilegios", como por ejemplo ser atentidos con prontitud, por eso evito discusiones innecesarias.

Ese día, 11 de junio del corriente año, sólo ese día y por encontrarme de cuatro meses y medio de embarazo y por por no tener quién haga las diligencias por mí, por la necesidad imperiosa de realizar cierto trámite bancario y por no sentirme bien ya que esa mañana me levanté con contracciones fue que decidí no hacer la fila y esperar al costado, en la línea de cajas ahí donde Silverio deja siempre su cajita de monedas en el Banco Provincia del Neuquén casa matriz, esperé ser atendida por ese cajero que al acercarse me dijo: "Tenés que hacer la fila" y respondí: "Estoy embarazada", sólo voy a consultarte", se quedó mirándome como esperando que me vaya. Cuando comprendí que tal vez este muchacho necesitaba que le presentara una ecografía constatando mi embarazo, bastante notorio por cierto, y mi historia clínica correspondiente y como no llevaba una conmigo le repetí: "Estoy embarazada, sólo quiero hacerte una consulta, no me siento bien como para hacer la fila, si no, no tengo problema", a lo que respondió murmurando no sé que cosa porque no lo entendí, pero sí se entendió su fastidio, se tomó un buen tiempo haciendo que arreglaba papeles que ya estaban ordenados, me miró y me dijo: "¿Qué querés?", hice mi consulta y me retiré, por supuesto con indignación y comprendiendo, como otras tantas veces, que el ser justa me juega mal. Comprendo como aquella vez (aún sin realmente comprender) la ineptitud de un médico pediatra que le diagnosticó a mi pequeña una gripe cuando en realidad una neumonía multifocal oculta se la consumió en menos de doce horas... Incomprensible.

Yo me pregunto esta mañana: "¿Cuánto tiempo más tendré que seguir comprendiendo, cuánto tiempo más soportará mi cuerpo esa humildad que mis viejos me enseñaron y que tanta gente hoy pasa por encima y pisotea?".

Tendré entonces que cambiar mi discurso con mis hijos y decirles: "En realidad, si son desgraciados, irrespetuosos y mala gente la van a pasar mejor".

Creo que elijo seguir con la frente en alto.

Paola Vanina Krawczuk

DNI 24.746.212

Neuquén



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