Veintiséis años atrás, un 14 de junio, se cerraba una página dolorosa de nuestra historia, algo que jamás hubiera ocurrido si los usurpadores no nos hubieran arrebatado lo que es nuestro.

El solo hecho de pensar, trasladarme a través del tiempo y de lo que he leído sobre Malvinas me eriza la piel, siento un nudo en la garganta y un profundo orgullo de ser argentino. Me quedaron grabadas frases como "no sé rendirme, después de muerto hablaremos" del legendario comando Cisneros o el valeroso teniente Augusto Silva que murió en el combate cuerpo a cuerpo de un tiro por la espalda, no pudo el enemigo matar al león de frente y a la carga.

Cayeron tozudos estos soldados de hierro defendiendo nuestro pedazo de tierra en cumplimiento de su deber. Por otro lado, es doloroso ver cómo veneran y alientan los obsecuentes a líderes nefastos como nuestro ex gobernador Jorge Sobisch, un cadáver político que gastó millones, que eran nuestros, en una caprichosa campaña presidencial que lo dejó en vergüenza, cuando en mi provincia hay hermanos que tienen que vivir en casillas de madera, y ellos se ríen porque viven como reyes con nuestro dinero.

Mi forma de pensar y de vivir me indican que a través de mi profesión, la docencia, los ejemplos se deben dar reflejando principios de ética, honestidad, de entrega y puntualmente de mucho coraje, nuestros ex combatientes, muchos de ellos, son un ejemplo viviente de lo que menciono y da bronca que se los excluya o que nosotros mismos querramos ocultar lo que aconteció en nuestras islas cuando deberían ser tratados con el mayor de los respetos, que tengan una remuneración digna.

Porque son héroes con todas las letras y también lo son aquellos que quedaron para siempre en la turba malvinense que ofrecieron sus vidas con el solo objetivo de hacer grande a la patria.

No es justo que sólo la obsecuencia, la corrupción y el delito gocen de publicidad, mientras acciones virtuosas están en el anonimato.

Diego C. Villegas,

DNI 24.019.846

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