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"Cuando la jerarquía no está, los conflictos están de fiesta"

A pesar de lo mucho que se ha dicho sobre el problema del campo, poco y nada se habla sobre su verdadero origen: falta de reforma agraria, falta de jerarquía del que dirige, crisis espiritual del hombre; ese es el punto. La necesidad de la reforma agraria nace de la histórica ambición del hombre por apropiarse de la mayor cantidad de tierra posible y de todo bien que encuentre a su paso. Deslumbrado por "los tesoros que el tiempo arrumba y los ladrones roban", aún no se ha dado cuenta de que sólo está de paso por este mundo material. Su condición transitoria revela que no es terráqueo, es un ciudadano cósmico. La madre naturaleza, acorde con el plan creador, le presta todo lo necesario -que él considera suyo- para que pueda aprender la principal lección de la vida: el amor.

La reforma agraria -en breve síntesis- es un proceso revolucionario tendiente a reubicar la tierra en manos de unos pocos para convertirla en un bien social. Como se puede apreciar por las consecuencias que por lo general ocasiona, es una trascendente decisión política que quien la tome debe estar revestido de una gran autoridad moral. Esa facultad sólo es patrimonio del que tiene jerarquía espiritual (sabiduría) para ejercer el poder. Como son muy raros los gobernantes que ostentan esa virtud, muchos menos son los que se atreven a emprender una transformación social de esa naturaleza que es antagónica a los intocables intereses de las clases dominantes. Realidad no ignorada por el general Perón que a pesar de su poderío y gloria tuvo la cautela de no incursionar en ese complicado asunto. Dejó las cosas como estaban.

La interminable multiplicidad de conflictos que no se solucionan exteriorizan que quien dirige no está capacitado para ocupar ese cargo. Es un usurpador. Puede tener jerarquía humana (saber), incluso haber llegado al poder por la vía democrática, pero por carecer de jerarquía espiritual, salvo alguno que otro caso, su gestión siempre estará signada por el desgobierno. La jerarquía humana es obtenida por el hombre del mundo cultural. No obstante ese meritorio logro, la gran cantidad de naciones arruinadas y pueblos en desgracia que hay, generalmente gobernados por seres bien ilustrados, han probado que el cultivado intelecto -como las religiones- poco y nada ha hecho para evitar el derrumbe de la moral.

Por lo contrario, el perfecto e inalterable orden que se observa en el majestuoso cosmos y reinos inferiores se debe a que están regidos por el elevado principio de la jerarquía. Sin jerarquía espiritual (sabiduría) es imposible la armonía. Sin armonía los conflictos de fiesta siempre estarán. La cultura es externa y viene del transitorio hombre. La sabiduría -máximo galardón al que está predestinado- es interna y procede de lo más excelso que tiene, su espíritu inmortal.

El generalizado caos que por todos lados se observa se debe a que el hombre viene trasladando al exterior la milenaria crisis espiritual -miserias del alma- que tiene enquistada en su intimidad. Ese es el origen de todos sus males. Las crisis aleccionaron ante todo y lo siguen haciendo que, sin emancipación espiritual -paz interior- no hay paz exterior. Esa negligencia no le ha permitido, ni jamás le permitirá, usufructuar los dones de su divina realidad instigándolo a cometer una torpeza peor que otra. Por lo expuesto, queda por sentado que no habrá una sociedad mejor sin hombres mejores.

Afortunadamente para nuestro pueblo, la Argentina por su sublime condición de crisol de razas -como ninguna otra nación- cuenta con la cantidad y calidad suficiente de ciudadanos/as aptos para gobernar y dirigir. La cultura y luz interna de esos seres -símbolo del hombre nuevo- iluminarán el camino de la redención social. Sólo es cuestión de saberlos encontrar y ¡favorecerlos con el poder! La solución a tanta frustración está. La decisión es del que elige.

Hugo César Navarro

DNI 7.946.311

Neuquén



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