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"Soy setentista, ¿y qué?"

Es quizá la cercanía del 24 de marzo o tal vez son los años, cierta sensación de impotencia, la certeza de que hay cosas importantes por decir y por hacer... pero cada día me irrita más esa expresión de "espíritu setentista" que viene envuelta en una reflexión peyorativa, en una afirmación desvalorizante o en un razonamiento facilista.

¿Qué dicen cuando hablan de "espíritu setentista"? ¿Que no nos hemos dado cuenta de que el Muro de Berlín se ha derrumbado, de que el mundo ha cambiando, de que las cosas no son blancas o negras?

Seguramente el mundo ha cambiado, seguramente. No está el Muro de Berlín, se han mudado la frontera mexiconorteamericana e Israel. Obviamente que la guerra de Vietnam ha terminado, y también se ha mudado a Irak. Seguramente el mundo ha cambiado, pero lo que está mal y lo que está bien, ¿ya no existe más? La línea que divide con precisión lo que se debe y lo que no se debe, lo que se puede y lo que no se puede, ¿también ha desaparecido?

¿A quién se le hubiera ocurrido en los setenta ser electo por un partido y pasarse inmediatamente a otro? ¿Quién habría imaginado en esos años que se podía cobrar por pintar una pared o pegar un cartel? ¿Quién habría barruntado, levemente siquiera, que la política podía estar asociada a negocios, ganancias y corruptelas varias? ¿Quién pensaba que la política era un camino de salvación económica, social o personal estrictamente individual? ¿Cómo era esto de desconfiar del jefe político (o "referente", en el lenguaje de cero calorías de nuestros días)?

El jefe era el que escuchaba a todos y decidía en consecuencia. Era el primero en la responsabilidad y el sacrificio y el último en el privilegio (como Emilio Maza, por ejemplo, en homenaje a quien mi hija menor se llama Emilia). El jefe no tenía recovecos ni objetivos ocultos: ésos eran los referentes setentistas.

Si había diferencias se explicaban públicamente, como los diputados de la Juventud Peronista con el mismísimo Perón. No hacían un bloque aparte; renunciaban como hicieron esos diputados.

La "gente" era el pueblo (con el lenguaje de nuestra Constitución) y las ongs eran la comunidad organizada, concepto mucho más rico y plural.

Los militantes existían sacándoles horas a su trabajo, a su familia, a su estudio. Hoy es una categoría suplantada por el funcionario: para hacer política es pre-requisito (no consecuencia) tener un cargo, un sueldo, un auto y la mayor cantidad de privilegios posibles. "Hace política" el que está en el presupuesto público debidamente escalafonado.

¿A quién se le ocurría dar un puesto para conseguir una adhesión? El "acomodado" era un ser despreciable y despreciado. Un colchón, una chapa, una bolsa de comida a cambio de un voto... eso era cosa de los conservadores de la década del treinta.

Se hacían campañas de alfabetización y operativos para socorrer a los inundados. Se levantaban centros de ayuda social en villas miseria (como el cura Mugica) o se construían dispensarios y aulas en el Chaco argentino. Así se ganaba la conciencia de los pueblos, porque ése era el espacio de la lucha política: la conciencia de las personas, no su bolsillo, ni su estomago ni sus privilegios.

Por eso cuando con espíritu condescendiente, como quien habla de diabluras infantiles, se hace referencia al "espíritu setentista", en realidad se pretende descalificar esos síntomas que desnudan, por contraste, la mediocridad y la inmoralidad de nuestros días.

Lo que se quiere decir es "Eso fue idealismo juvenil, ahora que somos grandes y maduros, corrompámonos".

No, gracias.

Obviamente se oirá a continuación, casi con irritación, una larga lista de los errores cometidos entonces. Claro que los hubo. No habría sido una actividad humana si no los hubiera tenido. Pero esos errores no invalidan el carácter de la época ni disimulan que los horrores de la actualidad se ligan a minúsculos objetivos individuales, pedestres, mediocres, pequeños. Una cosa es equivocarse en el "Operativo Dorrego" y otra, robarse el banco de la provincia o usar en provecho propio celulares que pagan otros.

Son las categorías morales y políticas lo diferente.

Ah... pero ¿la violencia política? Es cierto; hoy no vivimos inmersos en la violencia política de esos años. Pero, como los muros y las guerras, simplemente se ha mudado. Ahora la violencia es social, en una Argentina donde las cárceles no dan abasto, los ciudadanos viven enrejados y hasta los ganaderos hacen piquetes. No hay menos violencia hoy que en los setenta. Simplemente hay menos capacidad para superarla y salir de ella. Y es así porque hay menos armadura ética y menos conciencia moral de la actividad política.

"Pero ustedes son una generación derrotada"... ¿Quién la derrotó? Muchos de esos que hoy son criticados por "setentistas" tienen cargos importantes, muchos que han resistido tienen intactos sus espíritus y ocupan cargos de importancia y de influencia en la política, en la cultura, en la educación, en las artes y en la vida. Muchos saben por dónde pasa la línea que divide lo bueno de lo malo, lo que se puede de lo que no se puede. Los "vencedores" están presos, juzgados por genocidas, ladrones y torturadores. ¿Quién ganó? Hasta yo mismo estoy escribiendo estas líneas y, quizá, hasta sean publicadas. Sí señores, soy setentista y a mucha honra.

 

Rodolfo Ponce de León

DNI 8.252.267

Roca



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