Con todo respeto quisiera expresar que, en mi opinión, dos luchadores del campo popular han, recientemente, "errado el vizcachazo" -pasa usar una expresión campera y a tono con los tiempos que corren-. El primero fue el dirigente neuquino Oscar Ragni cuando, desde el palco en el que hablaban los oradores en recuerdo del aciago período iniciado en nuestro país el 24 de marzo del '76, metió a todo el mundo en la misma bolsa. Doloroso, injusto y muy peligroso. Seguramente, sucedido como fruto de la pasión legítima que lo anima.

Decir que todo político es un delincuente no se diferencia de las voces que -desde las antípodas de Ragni, claro- escuchábamos antes del inicio de la dictadura avalando el infierno que vendría.

El otro discurso, al que podría calificarse de impreciso o incompleto, por lo menos, fue el de la compañera presidenta Cristina Fernández -a cuyo gobierno voté y defenderé con mi vida si es necesario-. Y no porque no hubiera mucho de cierto en lo que dijo, sino porque -tal vez como le pasó a Ragni- no diferenció a unos de otros: no es lo mismo la Federación Agraria de Buzzi, de pequeños productores -que también condena el golpe del '76-, que la Sociedad Rural, nefasta y egoísta, promotora eterna de toda aquella movida que contribuya a proteger los intereses de las oligarquías vendepatrias.

A muchos simpatizantes de esta corriente apátrida los hemos visto salir de los barrios del norte de Buenos Aires para golpear cacerolas e insultar incalificablemente a la presidenta elegida abrumadoramente por su pueblo. Ya los conocemos, son el enemigo y nada tienen de "pacíficos manifestantes".

Alejandro Flynn

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Neuquén