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"Alcorta casi Pampa"

Aunque podría ser el título de una letra de tango, lamentablemente es la denominación que atribuyo a una fracción de vereda fatalmente desnivelada e impensada, conformada por baldosones de piedra lavada y decorada por tiras de cerámicos rojizos (de interior) que constituyen una trágica pendiente.

El sábado 1 de marzo resbalé en la vereda de la calle Alcorta Nº 193, justo donde confluyen un semáforo, un cesto de residuos y una hermética caja de chapa que ignoro qué contiene.

La caída inesperada me produjo luxación y fractura de codo derecho, con el concomitante fervor del dolor que me perforó y arremetió la posibilidad de incorporarme.

Merced a la solidaridad de manos anónimas y la compañía de familiares, fui atendida con eficacia y rapidez en el hospital regional Castro Rendón. De allí salí con un yeso que hoy me impide escribir con la mano derecha, trabajar y realizar mis actividades diarias.

En estos días he asistido a consultorios donde los especialistas me han requerido estudios para dilucidar si es necesario realizar una cirugía y evaluar qué consecuencias podrían obstruir, a posteriori, el normal funcionamiento de mi estructura ósea y muscular derechas.

Ahora bien, como todo paciente soy "paciente" y en virtud de poseer obra social puedo concretar las prácticas y consultas necesarias. Sin embargo, observo la situación y la vereda y siento un profundo abandono, desatino y vapuleo. Considero que el 90% de las veredas de Neuquén no se halla en condiciones de transitar.

Me pregunto: ¿qué hacen, entonces, las personas que sobrellevan impedimentos permanentes? Si deslizar los pies por las veredas implica, en esta ciudadana realidad, andar sorteando cual un acróbata, peldaños, tablas, baldosas no aptas, extrañas seguidillas de cemento, imponentes motos mal estacionadas, carretillas de obras excusadas, mesas y sillas de reconocidos restaurantes, notorias publicidades devenidas en obstáculos apremiantes y ¡cuando no! exiguas ventas ambulantes.

¿Por dónde caminar? ¿A quiénes les compete ejercitar el pensamiento y planificar para cuidarnos? ¿Quiénes reciben remuneración para ejercer el control del estado apto y legal de las veredas? ¿Es arbitrario el hecho de incrustar cerámicos resbaladizos entre otros de piedrillas? ¿Es un detalle, apenas, plantear que lo que me sucedió podría haberle ocurrido a una persona mayor con lesión de cráneo o de columna? ¿A quiénes les compete el cuidado de esta urbe supuestamente organizada? o modelada para habitarla, no ya, como "ciudadanos de primera" sino, al menos, como simples mortales.

Hoy, con el peso de un yeso que me instala necesariamente en el plano de la reflexión, pienso en que hay que andar escabullendo el cuerpo y la existencia como un pez huidizo sobre tierra para nadar ¡al fin! la violenta realidad de las veredas. Día a día me detengo a realizar un registro veredístico neuquino y siento la impotencia que me inunda de no poder revertir idiosincrasias austeras que, lejos de protegernos, nos exponen a caernos diariamente sobre inhóspitos cementos, casuales, deslizantes, anárquicos y desprevenidos.

 

Thelma Marina Encina

DNI 17.554.778 - Neuquén



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