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"Fuentealba no es mártir, es una víctima"

El próximo 4 de abril se cumple un año del brutal asesinato de nuestro compañero Carlos, flagrante y estremecedora violación a los derechos humanos en un país que se jacta de ser precursor en el tratamiento de tales derechos y una provincia donde la Justicia es hiperobediente al poder político. Y a casi un año del ocaso de una vida y a pesar del recambio de autoridades gubernamentales del mismo palo o más de lo mismo, con un Ejecutivo con aire conciliador y diplomático que mira para otro lado cuando arrecian las sospechas de su antecesor de actos de corrupción, que tibiamente lo menciona de los descalabros económicos que sumió a la provincia, producto del reparto de dineros públicos a amigos del poder y concesiones millonarias directas, defraudaciones al BPN, una campaña presidencial sin sentido lógico de intención de voto, etc., podría quedar mejor parado políticamente digo... si tan sólo acompañara el pedido de investigar al demonio con bigotes.

Pero claro, Carlos esto ya no lo sabe, lo sabía, y por eso salió una vez más a la calle a reclamar por su derecho, de sus hijas, de su compañera, de sus alumnos, por todos, y lo fusilaron, vilmente, ¡por la espalda! La maldita policía y sus malditos jerarcas ahora pretenden quedar impunes de esta canallada apuntando su responsabilidad total y absoluta al policía Poblete, acusado de vejámenes y otras violaciones, sin embargo estaba en un grupo de elite cuando mató a nuestro compañero y fuimos brutalmente reprimidos... y a los responsables políticos e ideológicos ¿qué responsabilidad les cabe?... Justicia ciega, sorda justicia, lenta, lenta.

Carlos no es mártir, es una víctima de la brutalidad de quienes creen que a los que reclaman por la dignidad hay que borrarlos de las calles, de la ruta o del mapa, como lo creyó Sobisch (y seguramente lo sigue creyendo... o todos los Sobisch, que los hay, claro).

Carlos no murió por pelear por sus ideales como lo dijo Pechen, no era un revolucionario, era un ser humano, un papá, un esposo, un maestro, alguien que quería ganar un poco más de su salario y fue a la ruta con cientos de nuestros compañeros a manifestarse y lo mataron, cobardemente, por la espalda, porque cuando balas y gases nos ahogaban retrocedió, retrocedimos, sentimos temor, seguramente lo sintió él, y le destrozaron la cabeza.

Hoy Carlos está entre nosotros, es necesario, es imprescindible, para tener memoria, porque ninguna muerte es en vano, porque la muerte es el absurdo de la vida y la vida son nuestros alumnos, nuestros hijos, nuestros compañeros, nuestras aulas... queremos justicia... justicia por Carlos ¡ahora!

Carlos Camargo, DNI 12.314.672

Loncopué



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