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Coyuntura no del todo favorable
por JUAN MANUEL GARZÓN

Los incentivos para la producción de biodiésel han disminuido fuertemente en estos últimos meses fruto de una corrida alcista del aceite de soja.

En efecto, la tonelada de aceite de soja está en el mercado en torno a los u$s 1.000, mientras que las exportaciones declaradas de biodiésel se han hecho a precios inferiores a los u$s 900. Esto resulta a priori paradójico debido a que, en la cadena productiva, el biodiésel está en una etapa posterior a la del aceite. El segundo es un insumo del primero. Para producir una tonelada de biodiésel se necesitan 1,14 toneladas de aceite de soja más otros insumos y más mano de obra.

Nótese que esta inversión de los precios se comenzó a dar a partir de los meses de setiembre y octubre del 2007; antes de esa fecha los precios tenían los niveles "correctos", mayor el del biodiésel que el del aceite. Bajo este contexto de precios invertidos se desprenden al menos dos preguntas: primero, por qué vale tanto el aceite en términos relativos; segundo, cómo subsiste la producción de biodiésel que claramente no es rentable a los precios actuales del aceite.

Con respecto a la primera pregunta, el aceite de soja ha tenido una corrida alcista fruto de una demanda sostenida de aceites vegetales a nivel global en un contexto de bajas existencias sobre estos productos, con una percepción de que le está costando a la producción de semillas oleaginosas y aceites vegetales del mundo mantener el ritmo que trae la demanda, que no sólo está impulsada por el destino "biocombustibles" sino que sigue siendo muy importante el destino "alimentos", básicamente por la mayor demanda de China. En la otra vereda, el precio del biodiésel depende del precio del diésel o el gasoil, el combustible fósil; bajo un mercado que opera en competencia los precios deben ser similares. En Estados Unidos, el litro de diésel a nivel del distribuidor ronda los u$s 0,772, un nivel muy parecido al que ha tenido el precio FOB de exportación de biodiésel en Argentina en los últimos meses. Puede deducirse que el biodiésel de Argentina no puede alejarse de ese

precio de referencia si pretende entrar al mercado americano. La cuestión es que, si bien el diésel ha subido, no lo ha hecho en similar porcentaje que el aceite, al menos no ha sido el caso de Estados Unidos. En ese país (principal destino de las exportaciones de biodiésel de Argentina), el costo del diésel subió un 26% respecto del año anterior, pero el aceite de soja lo ha hecho en más del 50% y esta diferencia en el ritmo de crecimiento es la que ha generado el problema.

El punto anterior lleva a la segunda pregunta: ¿cómo ha hecho la industria de biodiésel para aguantar este fuerte cambio de precios relativos? Depende de los países. En el caso de Estados Unidos, la industria está siendo fuertemente subsidiada en forma explícita. El gobierno americano destina u$s 0,26 por cada litro de biodiésel producido por la industria (1 dólar por galón), es decir que la industria recibe, por cada litro que vende, el precio de mercado más un subsidio que equivale a casi un tercio de este precio. En Argentina la industria también se encuentra subsidiada, aunque en forma indirecta, a través del fuerte diferencial de derechos de exportación que pagan el biodiésel y la soja. Este diferencial de alícuotas permite que, en tiempos de precios relativos favorables al biodiésel, exista aún un mayor incentivo a su producción, mientras que en tiempos de precios relativos desfavorables, como los de estos últimos meses, la balanza se encuentre un poco más nivelada y permita que al menos una parte de la producción de soja y aceite se destine a la elaboración del combustible.

 

JUAN MANUEL GARZÓN

jgarzon@ieral.org



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