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Sidra Del Valle, 50 aņos de historia
Luis Saccani dejó el campo de sus padres para seguir un sueño: ser un industrial. Empezó teniendo una lavandería en Capital y vendiendo productos envasados. En 1959 alquiló una sidrera de Cinco Saltos que estaba en convocatoria.

Un camión tras otro entran en la bodega. Pasan por la báscula cargados de manzanas para industria y vuelven a pasar por ella después de descargar la fruta que se transformará en sidra.

En esta época del año, la planta está hiperactiva. Luis Saccani, como hace casi 50 temporadas, está en la región inspeccionando las tareas. Hace años viaja con dos de sus hijos a la zona. Están en pleno recambio generacional. Un cambio que, afirman, se da naturalmente sin tropiezos ni dificultades. Es que sus hijos nacieron prácticamente con la empresa Del Valle. Hace unos 10 años, don Luis comenzó el proceso de delegar en sus hijos una empresa que nació y creció en sus manos. Pero entonces Saccani no estaba pensando en su retiro, puesto que después de 40 años de dura tarea cumplía su sueño de volver al campo, de donde venía, pero esta vez como estanciero.

"Eso no quiere decir que me haya olvidado de la sidrera -explica-. Ella hizo posible todo lo que tengo y todo lo que soy, pero ya está en manos de mis hijos. Yo estoy disfrutando de mi sueño, el de haber podido comprar una estancia de la que me ocupo personalmente".

Sidra Del Valle es prácticamente la única sidrera del Alto Valle que está en manos de su fundador (ver Historia de Acá). Esto significa que atravesó con éxito 50 años de existencia, sorteando todas las crisis valletanas y nacionales.

Don Luis Virginio Saccani considera que las causas de haber permanecido en pie son múltiples pero que sin dudas están ligadas a un estilo de gestión. Es un hombre generoso en palabras, de carácter; destila autoridad. Cuenta que desde muy chico se sintió distinto y que superarse, competir para él siempre fue su juego. Se considera un autodidacta, un hombre que sólo aprendió en base a las experiencias de los otros. Su mujer de toda la vida, Ana María Zumarraga, destaca en él algo más: su audacia, su inteligencia y una memoria prodigiosa.

La historia de este empresario nace en un campo en provincia de Buenos Aires, un lugar que decidió abandonar en su juventud. "Mi padre no pudo ver nada de lo que conseguí trabajando. Él era agricultor, había venido a la Argentina con 6 años desde Italia. Vivía en el partido de Pergamino. Mi madre también era de familia de agricultores italianos

y franceses. Mis ancestros eran todos agricultores, pero yo, no sé por qué, tenía la ambición de ser industrial; quizá por la época que me tocó vivir...".

Luis vivió en el campo de sus padres hasta que le tocó hacer el servicio militar. Los Saccani eran ocho hermanos. Algunos de ellos, mayores que Luis, habían salido del allí para probar suerte porque la situación estaba difícil. La Segunda Guerra había complicado las cosas y, en un tiempo para olvidar, Saccani se quedó con tres cosechas sin vender. Los hermanos que se habían ido del campo, cuando mejoró el panorama regresaron. Luis, en cambio, se fue a Buenos Aires y no volvió.

"De hecho -cuenta- soy el único de los Saccani que hizo algo distinto. En Buenos Aires sólo tenía un primo, no conocía a nadie; empecé de cero. Cuando terminé la conscripción, puse un lavadero de ropa y después empecé a vender productos terminados: vinos, tomates, duraznos envasados y esas cosas. Por esa actividad empecé a conocer a bodegueros. Se estilaba que las bodegas que hacían vino también fabricaran sidra y champagne. De a poco me hice una clientela de productos varios, aun así seguía pensando en hacer algo más grande... En el fondo era muy ambicioso, porque no sólo quería progresar sino que quería tener mi propia empresa ".

Por esas cosas de la vida, en el año 1957 Luis Saccani tuvo un golpe de suerte que cambió su vida para siempre. "Me enteré de que una sidrera que tenía molienda y fraccionamiento en Cinco Saltos, dueña de sidra Del Valle, había entrado en convocatoria. Ese año visité por primera vez el Alto Valle. En una mesa de café en Capital conocí al abogado de la convocatoria y le pregunté si podía alquilar la molienda. Yo quería iniciarme, estaba muy entusiasmado... era jovencito y era muy audaz. Mi idea era entregar caldo de sidra y que me pagaran con la sidra envasada, que yo luego vendería a mis clientes".

La idea estaba clara y se abría una oportunidad más que interesante. Vendió la lavandería en febrero de 1957 y, al mes, ya estaba abocado a aprender todo lo referente al sector sidrero mientras seguía comercializando productos para bodegas, productos terminados, para luego empezar a agregar insumos y a fraccionar sidra y vinos.

"Me presentaron al síndico y éste al juez de la convocatoria. Tenía entonces 27 años y todos se preguntaban qué iba a hacer un muchacho tan joven. ¡Tenía las cosas tan claras que los convencí de que me alquilaran!

"En el año 1959 empecé con la molienda de la empresa de Cinco Saltos. El juez permitió que me la alquilaran hasta que saliera a remate. Tres años más tarde la compró Sumos Argentinos".

En 1962 Luis se casó con Ana María. Del matrimonio nacieron tres hijos: Luis Marcelo, Javier Martín y Paula Virginia, que crecieron en medio de la euforia de un padre con muchas energías y una madre completamente presente que cubría las largas ausencias de Luis, quien viajaba por el país por lapsos prolongados para afianzar su negocio.

"Compré caldo de sidra durante tres o cuatro años. En 1963 le compré caldo a un hombre de Roca de apellido Rodríguez. Él tenía esta plantita y un año después le propuse alquilar esta bodega (Bodega Del Valle). Ya molía por mi cuenta y le vendía a colegas y ellos me pagaban con botellas llenas que yo vendía en el mercado interno. Unos años después, por otra casualidad de la vida, compré a un peso la marca Del Valle para comercializar mi producto; en realidad me la transfirieron. Hasta entonces comercializaba con marcas prestadas como La Capilla, de San Juan, Astorqui Cía. SA, Pravia y luego, cuando pude tener una propia, con la marca Del Valle.

"Cuando comencé a vender con mi marca ya molía en Roca (Río Negro), en Tunuyán (Mendoza) y en Calingasta (San Juan). Entonces estaba haciendo mucha cantidad de caldo de sidra, tanto como para elaborar unos 100.000 cajones de 12 botellas. Y cuando empecé a manejar un volumen interesante, los sidreros grandes me empezaron a ver con recelo. Había avanzado rápido, solo pero trabajando como loco y con un estricto orden, una de las claves del éxito".

En 1976 Saccani compró la primera planta fraccionadora, situada en San Fernando, provincia de Buenos Aires. Desde entonces y hasta la fecha funciona allí sin dejar de crecer y evolucionar tecnológicamente.

La planta de San Fernando se llamaba "La Romería SA", tenía un edificio de 1897. Allí empezó a envasar con una máquina muy precaria. En cuanto tuvo algo de margen, Saccani se propuso poner a nuevo el edificio. En 1978 comenzó a adquirir maquinaria nacional e importada y simultáneamente empezó a levantar la nueva planta embotelladora.

La década del '80 fue de crecimiento sostenido. Por entonces ya incorporó una pasteurizadora automática de lluvia, única en el país. Eso ayudó a posicionar la marca, que tuvo un período de gran éxito el cual motivó a incorporar productos nuevos. A la sidra clásica siguieron nuevos sabores que tuvieron éxito en el mercado, razón por la cual Del Valle es hoy la firma que mayor volumen de sabores produce en el país. "Hoy tenemos la planta de mayor envergadura en producción de Argentina: podemos producir 12.500 botellas por hora y elaboramos 4 millones de cajas de 6 botellas por año. Actualmente manejo mucho volumen y estamos cabeza a cabeza con los los más grandes", afirma Luis, orgulloso.

"Hace poco tiempo, mis hijos lanzaron al mercado un nuevo producto, la Manzana Fizz línea pet. Tuvo un éxito asombroso. Ahora son ellos los innovadores y eso me hace feliz. Mi anhelo es que continúen la empresa que levanté".

Es interesante ver que este empresario, a la hora de hacer una síntesis de su trayectoria, pasa a segundo plano las crisis sectoriales y de la Argentina para poner en primer lugar el esfuerzo que le costó posicionarse entre sus pares: "La pelea fue dura con la competencia; éste siempre fue el frente más complejo en mi actividad, pese a que acompañamos todas y cada una de las crisis de la Argentina y de la región. Aun así sabemos que se trata de ciclos; en cambio la competencia es constante. Claro, sin olvidar crisis duras como la que nos afectó hacia fines de la convertibilidad", sintetiza.

Dado el éxito que tuvo la empresa, en 1993 comenzaron un movimiento expansivo hacia otro sector. El fundador, como le dicen sus parientes del campo "lleva tierra en la sangre" e hizo honor a su apellido adquiriendo su primera estancia en provincia de Buenos Aires. "Mis hijos ya habían formado sus familia, la empresa estaba sólida y decidí cumplir uno de mis grandes sueños: tener una estancia. Yo nací en el campo, mi padre fue un inmigrante que la peleó pero no pudo lograrlo. Yo fui un industrial exitoso y cumplí ese sueño con creces, ya que con los años logré comprar no una sino tres estancias. Mi gran ambición fue tener una estancia antes de morir. Gracias a Dios cumplí mi cometido de hijo de inmigrante.

"A partir de 1984, más o menos, mis hijos fueron terminando sus estudios y se incorporaron a la empresa familiar. En 1987 murió mi hermano Lito, que estaba a cargo de la bodega en Roca, y mis hijos se fueron sumando a medida que se especializaban. Actualmente Marcelo es el director industrial, Javier el director comercial y financiero y Paula maneja la administración de nuestra empresa.

"Si bien la empresa que fundé fue exitosa, hoy por hoy siento que estoy más cerca del campo que de la industria. A medida que fui delegando en mis hijos, me fui convirtiendo con sumo placer en un estanciero y me fui alejando cada vez más del negocio de la sidra. Aun así sigo tomando decisiones. Es más fuerte que yo, me hice solo; nadie me puso una mano en la espalda, no tuve padrinos y tomar decisiones es parte de mi naturaleza".

Don Luis nunca pensó en abandonar y en los momentos difíciles crecía el ingenio y doblaba las apuestas con nuevos productos. Le fue bien. En la sidra apostó a mantener un sabor durante 50 años y tuvo un cliente fiel, que aun en los momentos más duros llevó su sidra a la mesa.

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com



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