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La balsa y el vino Chacolí, en la cuna de Libertad Leblanc

Guardia Mitre es hoy un pequeño enclave pero con sentimientos cargados de historia en sus 145 años de existencia. Cuenta con 700 habitantes en la zona urbana y 300 en la rural y está ubicada sobre la margen norte del río Negro, a unos 70 kilómetros de Viedma.

Las posibilidades de acceso son polvorientos caminos. Sea desde Carmen de Patagones, General Conesa, Río Colorado o bien por la balsa del paraje Sauce Blanco, a la altura de la Ruta Nacional Nº 250.

Su supervivencia actual pareciera estar ligada a que alguna autoridad gubernamental de peso específico se apiade y pueda promover la construcción de un puente para seguir ligados a la vida mundana.

Los orígenes de esta localidad están vinculados con el establecimiento de fortificaciones, en una suerte de avanzada ante eventuales ataques aborígenes. El desvelo por mediados del siglo XIX.

Las acciones estuvieron dirigidas por el coronel Julián Murga. Levantó una pequeña empalizada y un villorio en el paraje llamado China Muerta en 1862.

El emplazamiento militar se convirtió, con el paso del tiempo, en un poblado civil. Llegaron los primeros colonos de origen sanjuanino, quienes fueron los encargados de construir un canal de riego.

Desde entonces, el poblado asumió un perfil agrícola-ganadero.

Entre el siglo XIX y principios del XX fue un centro de referencia para el incipiente transporte de carga en carretas desde el puerto de Patagones hacia el Alto Valle. Sin embargo, luego entró en decadencia en cuanto al movimiento. El gobierno nacional privilegió la traza ferroviaria entre Bahía Blanca, Río Colorado y Choele Choel, quedando trunco el proyecto Patagones-Choele Choel.

Algunas ilustres familias decidieron emigrar. Otras siguen firmes pugnando por el progreso. Su intendente, Miguel Demasi, vive golpeando puertas oficiales. Pelea por la existencia. Los "guardiamitrenses" se ufanan de que el poblado fue la cuna de la ex vedette Libertad Leblanc.

A veces, sus antiquísimas casas de adobe o ladrillos pegados con barro son presa de los coleccionistas. En gran parte de la región se sabe que allí se pueden comprar antiguos muebles, cuchillería o armas de siglos pasados.

La localidad tiene su propio patrimonio gastronómico. Celebra anualmente la fiesta provincial del Chacolí, un vino casero surgido desde pequeñas chacras y cuya materia prima son uvas que no alcanzaron un grado óptimo de maduración. Su origen vasco fue bien adaptado por los criollos del lugar. (EC)



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