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El presidio de Ushuaia

En 1881 el gobierno argentino firmó un Tratado de Límites con Chile. Un año después, inspirado en el éxito que habían tenido Francia e Inglaterra en fundar penales en lugares inhóspitos, dispuso instalar una colonia penal en el extremo sur de nuestro país. Dos eran los objetivos principales: resolver el problema penitenciario y repoblar esa región inhóspita, después de haberse despoblado de indígenas, y de esa manera afianzar nuestra soberanía. La colonización de esas tierras había comenzado en 1869 por los hermanos anglicanos.

En la isla grande e Isla de los Estados, el gobierno creó en 1884 las Subprefecturas, convirtiendo a Tierra del Fuego en gobernación y su único pueblo fue consagrado capital. Fue el comandante Augusto Lasserre quien fundó Ushuaia, nombre que en lengua yamana significa, "bahía hacia el este".

En la Isla de los Estados, además de Subprefecturas se instaló un faro y un presidio en San Juan del Salvamento, que se mudó a Puerto Cook en 1902, en 1906 fue trasladado a Ushuaia.

El 15 de setiembre de 1902, fue colocada la piedra fundamental del "Presidio Nacional". La construcción fue realizada con materiales de la región y con mano de obra de los penados, que habían sido ubicados en cárceles provisorias. En 1920 finalizó la construcción, que contaba de 5 pabellones de 76 celdas exteriores cada uno. Totalizaban 380 celdas unipersonales de 1,50 por 2 metros, con una puerta de gruesa madera con un orificio vidriado a un metro del suelo, que permitía vigilar desde afuera. La ventilación ingresaba por una abertura enrejada de 20 por 20 cm ubicada cerca del techo. Un verdadero encierro solitario y absoluto.

Los 5 pabellones convergían en forma radial a una "rotonda múltiple", donde se concentraban todos los presos con distintos propósitos: para dirigirse a realizar distintas tareas tanto dentro como fuera del presidio, como sala de conferencias, celebrar misas, auditorio y cine. Ello, para ejercer la vigilancia de los presos cuando se encontraban en sus celdas.

Entre el pabellón 1 y 2 se levantó la cocina y entre el l y el 3, la panadería. En el comienzo de cada pabellón se construyeron unos martillos que cumplían distintas funciones, bibliotecas, enfermerías, oficinas... En un tiempo fueron alojados reclusos, lo que permitió que la población llegara a 600 penados.

La cárcel contaba con 30 sectores de trabajo, algunos instalados fuera del edificio central pero dentro del predio, el que no contaba con un muro que lo circundara, sólo una alambrada de 2 metros de altura coronada de 4 hileras de alambres de púas.

En 1943 se inauguró un moderno hospital que posteriormente fue el Hospital de la Base Naval y por mucho tiempo el único en la zona.

El primer nombre del presidio fue "Cárcel de Reincidentes". En 1918, "Cárcel y Presidio de Tierra del Fuego". Posteriormente, en 1934, "Cárcel de Ushuaia" y por último, en 1940, "Cárcel de Tierra del Fuego".

Fueron enviados los condenados más peligrosos del país, los reincidentes, soldados, suboficiales y oficiales juzgados por tribunales militares y confinados políticos.

Cuando un grupo de presos comunes era destinado a Ushuaia, viajaba durante un mes en las bodegas de los barcos, los tobillos con grillos remachados e imposibilitados de salir a cubierta. El polvillo del carbón de las calderas se filtraba por todas partes y los presos llegaban tiznados y tosiendo con los pulmones impregnados de carbonilla.

Cuando llegaban al penal, se los reunía en la "rotonda", donde se distribuían los uniformes, conocidos como "traje a rayas", de color amarillo con rayas horizontales azul oscuro. En el birrete y la casaca figuraba un número con el que era identificado el penado mientras duraba su cautiverio.

Una vez instalados, bajo régimen retributivo de trabajo obligatorio se les asignaba una tarea en las dependencias o talleres, atendiendo las necesidades del penal. Además prestaban servicios a toda la ciudad, construyendo calles, puentes , muelles, edificios... Se instalaron la primera imprenta, teléfonos, electricidad, bomberos etc.

Se explotaron los bosques para proveer de leña a las calderas y calefacción y la madera para la construcción. Para el transporte de los guardias, los presos y la madera fue necesario habilitar un tren de trocha angosta. Se lo ha denominado "Tren del Fin del Mundo" y en la actualidad funciona como atracción turística.

Todos los presos recibían obligatoriamente instrucción primaria. Todas las actividades se realizaban bajo una severa disciplina.

Desde la llegada de los primeros penados en 1884 hasta el cierre del penal, dispuesto por decreto del 21 de marzo de 1947, firmado por el presidente Perón, todo está reflejado minuciosamente en dos volúmenes titulados "El Presidio de Ushuaia" del licenciado Carlos Pedro Vairo, investigador sobre temas fueguinos. Un importante documento histórico en donde narra las costumbres, los trabajos, las fugas, el régimen de castigos, las torturas, la crueldad de los guardias... y el paso por el presidio de reclusos. Algunos de mayor renombre, como el anarquista Simón Radowizki, el asesino serial de niños Cayetano Santos Godino (alias "El Petiso Orejudo"), el multihomicida Mateo Bank (alias "El Místico"). Muchos legajos se han perdido, destruidos por el agua en los sótanos de la Penitenciaría Nacional. A pesar de esto, se han rescatados muchas historias, algunas siniestras, en los crudos inviernos... Todo hacía que muy pocos lograran dejar ese infierno sin las secuelas de tanto sufrimiento.

La lectura de los dos volúmenes del licenciado Vairo y de otros autores, con un importante material fotográfico, la visita al Museo Marítimo que brinda un panorama de los navegantes por esos confines y en especial el Museo del Presidio y el viaje en el "Tren del Fin del Mundo" han sido de mucha utilidad para escribir esta historia.

A partir de 1947 el presidio fue clausurado. Los presos fueron distribuidos en distintos establecimientos carcelarios sin el denigrante uniforme a rayas, cuyo uso había sido derogado. Los guardias, en su mayoría extranjeros, volvieron a sus países de origen o abrieron negocios en la ciudad. Los muros de frías paredes, las celdas, los grilletes y todo lo que se ha conservado se han convertido en piezas de museo, donde los visitantes pueden tomar una idea de aquel lúgubre lugar al que con justicia se llamó "La Siberia Argentina".

La Constitución nacional de 1853, vigente cuando funcionaba el presidio, en el artículo 18 dice: "Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias para seguridad y no para castigo de los reos retenidos el ellas y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a modificarlos, más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice".

De haberse respetado este artículo, hoy sería distinta la historia de la tristemente recordada "Cárcel del Fin de Mundo".

ABEL SANDRO MANCA



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