Cuando la pareja de publicistas Sabina Tobler y Peter Hughes decidió vivir en Tailandia compraron un departamento en el piso 17 de un condominio en el barrio residencial de Sukhumvit, Bangkok, que cambiaron radicalmente para convertirlo en un llamativo loft de estilo neoyorquino. La historia comenzó hace 20 años, cuando esta pareja de publicitarios, decidió romper con sus vidas pasadas para buscar nuevos círculos laborales en el continente asiático. Después de tantear durante meses en otros países vecinos, se mudaron a Bangkok para vivir y trabajar: la capital tailandesa los cautivó con su cordialidad y efervescencia y allí tiraron el ancla. Esta pareja alquiló durante un par de años, pero nunca se sintieron realmente en casa. Por eso, optaron por comprar un departamento en el piso 17 de un condominio en el centro de la ciudad. Originalmente, la unidad estaba dividida en varios ambientes mal ventilados. “Era bastante espacioso pero estaba tan compartimentado que los interiores eran oscuros; había un pasillo elevado que hacía que los demás ambientes estuvieran hundidos. Los pisos estaban cubiertos con mármol de un tono deprimente y para coronar el mal gusto, había una columna en medio del living,” comenta Sabina refiriéndose al diseño original. Cae de maduro entonces, que los 220 metros cuadrados fueron reciclados por esta pareja que lo transformó en una caja blanca, con ambientes espaciosos, bien iluminados y ventilados. En el living colocaron pocos muebles, varios de ellos rodantes: tres mesas (de recepción, de trabajo y la tercera para comer) y un camastro que durante el día funciona como un sofá. Un rincón que antes fue toilette, contiguo al estar, hoy es el escritorio de Peter. En el otro ala de la casa, armaron los dos dormitorios, además del matrimonial en suite con vestidor, un cuarto de huéspedes, separado por un cortinado. “Como no se quedan a dormir seguido, decidimos poner cortinas para hacer una división liviana que dé privacidad,” explica Sabina. Aunque ambos trabajaron en el rediseño de la nueva planta, recayó en Sabina la parte más difícil: llevar a cabo la ejecución y dirección de la obra. El objetivo era ambicioso: querían lograr una sensación de amplitud importante y por eso, prácticamente nada del diseño interior original podía mantenerse. “Cuando los obreros empezaron a desmantelar todo, les pedí que tiraran abajo el cielo raso. Mi corazón se aceleró con el temor de que algo saliera mal. Tardaron dos horas y fue una enorme sorpresa ya que descubrimos que habíamos ganado 60 centímetros a la altura del cielo raso”. El resultado de este hallazgo devino en mejores decisiones y a partir de entonces, Sabina realmente disfrutó, dejando de lado temores, de levantar las baldosas de mármol de los pisos y las paredes del baño. Durante la operación reciclaje, sus amigos pasaron para apreciar el atrevido trabajo de la pareja. “Muchos visitaron la casa antes y después y al ver cómo quedó la remodelación, les gustó tanto que querían aplicarlas en sus propios hogares”, cuenta Sabina. El capítulo amoblamiento fue resuelto con más rapidez, con los muebles indispensables y una paleta que se restringe al blanco, azul, beige y algunos toques de maderas, claras y veteadas: “Queríamos una casa con atmósfera marítima, blanca con toques de azul, y nos inspiramos en los interiores del arquitecto inglés John Pawson, minimalista pero muy atractivo.” El resultado está a la vista y están más que felices con los resultados: “Esta casa es brillante y simple, tal cual la soñábamos”.
|