a está muy avanzado el verano y aún no se vislumbra que el calor vaya a aflojar, con lo que nuestras plantas tienen por delante por lo menos un mes más de crecimiento vegetativo. Es el momento oportuno de hacer algunas consideraciones que creo prácticas. Por principio soy un declarado enemigo de las podas, principalmente porque éstas se suelen realizar de manera irreflexiva y no como forma de acudir en auxilio de la planta. Se suelen ver claros ejemplos de esta práctica en muchos jardines y ni hablar en árboles de calle. Soy consciente de que muchas veces una poda es necesaria para solucionar o tratar de mitigar errores cometidos en la elección de la planta y de su lugar de plantación, dos cosas que van de la mano. Un rosal plantado al lado de un sendero donde invariablemente se va a enganchar la ropa es un estorbo y hay que solucionarlo ... guiando con poda o trasplantando a otro sitio. Por lo general, estos problemas se suelen ver al cabo de algunos años de plantación y el primer impulso -el más drástico- es agarrar la tijera o el serrucho y cortar lo que molesta, con lo que no pocas veces se ocasiona un severo daño al vegetal. Lentamente nos acercamos al otoño, período en que comienza el reposo de muchas plantas. Una poda severa a partir de marzo saca de equilibrio a la planta que se apresta al descanso y la hace especialmente susceptible a daño por frío y disminuye su capacidad de almacenar alimento para pasar el invierno y brotar vigorosamente en primavera. Para evitar interrumpir este proceso natural le propongo un tipo de poda que es muy suave y por etapas y por lo tanto la planta no la siente y se recupera rápidamente. Haciendo el “pellizcado” desde la primavera en adelante y especialmente ahora, a fines del verano, se puede dar forma a casi todas las plantas, incluso herbáceas. METER LA UÑA Creo que ya todos saben de la conveniencia de una poda de verano, en “verde” como la llaman, en lugar de hacerlo en la época de reposo. Por el sólo hecho de que la planta está en plena actividad y las heridas cicatrizan con mayor rapidez, lo cual depende por supuesto de la especie ... un fresno se las banca mejor que un abedul o un aromo francés, al que no le gusta para nada. Dentro de las podas de verano, hay una variante que causa un daño mínimo porque se hace cada dos o tres semanas, corrigiendo defectos futuros casi en el momento de aparecer. Esa es el llamado “pinzado” o “pellizcado” porque, por tratarse de madera nueva y muy blanda, se puede hacer con las uñas ... no se asuste, no se le van a arruinar. Por supuesto que para esto hay que tener más constancia que conocimientos de botánica y por sobre todo ... sentido común. En una estructura de planta leñosa, los mayores crecimientos se dan siempre en los brotes más erectos, más verticales. El pellizcado consiste en eliminar el brote terminal para que se desarrollen la o las yemas situadas inmediatamente por debajo de él. Una vez que estas yemas comienzan a desarrollarse, se puede hilar más fino y eliminar aquellas cuya dirección de crecimiento apunta hacia un sitio no deseado. Se privilegian entonces (en el caso del rosal sobre la vereda, por ejemplo) los brotes que crecerán hacia el lado opuesto ... si esto se hace desde un principio, desde la primavera, será relativamente sencillo lograr el objetivo sin maltratarlo. DOBLAR SIN QUEBRAR Este tipo de poda se puede complementar con el doblaje de las ramas más vigorosas o que se salen del contexto deseado. Siguiendo con el principio de que las ramas verticales son las más vigorosas, a medida que se acercan a la horizontal este vigor disminuye. Si el doblaje se realiza de modo que se forma un arco, observará que las yemas ubicadas en la parte superior del arco comenzarán a desarrollar más que las ubicadas en las porciones más bajas. Haciendo un seguimiento de este desarrollo, si se observa que estas yemas superiores alcanzan un desarrollo excesivo se pueden seguir dos caminos: se puede repetir el arqueado sobre ellas de modo de hacer un sistema de arcos, o se desata la rama y se hace el arqueado en otras porciones de ella, para favorecer a otras yemas y lograr un desarrollo armónico de todo el conjunto. Esto se hace ya como práctica habitual en los frutales en espaldera de la región, pero los jardineros ya la usamos desde el “año’e ñaupa” en los rosales trepadores y otras ornamentales. La única precaución a tener en cuenta, es que el doblaje es conveniente hacerlo siempre hacia el lado de la inserción de la rama, para evitar que se desgaje, como sucedería si se la fuerza “hacia afuera”. Finalmente, para que se mantenga en la posición deseada, se la ata con la cinta usada para los frutales. REACOMODAR UN PINO De la misma forma –pero inversa– a lo explicado en la nota central, se puede lograr restablecer el crecimiento apical de ciertas plantas que lo han perdido. Esto es común en muchas coníferas, como los pinos del jardín. Por ejemplo un “pino azul” que ha recibido un pelotazo y perdió su eje central, que es el que le da el auténtico carácter al árbol, se puede empatillar usando una de las varias ramas que se estarán desarrollando en el piso inferior. Para ello se toma la más fuerte de ellas y se la ata verticalmente a un tutor sujeto firmemente al eje central. Las restantes se pueden doblar hacia abajo atándolas al mismo eje central o se eliminan directamente ... lo primero es lo más conveniente y lo segundo se deja como última alternativa.
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