Con Rust y Beve Kozub estaban visitando los puestos de juguetes en la mayor feria comercial de China hace dos años cuando algo les llamó la atención: pequeñas muñecas acurrucadas bajo mantas felpudas celestes y rosadas con los ojos fuertemente cerrados o bien con la mirada fija e imprecisa de un recién nacido. Los comerciantes estadounidenses abonaron 22.052 dólares por un lote de 2.740 muñecas. Pero los juguetes resultaron ser imitaciones y a Rust y Kozub les cayó una demanda que pudo haberles costado su casa en Harmony, Pennsylvania. Pese a la mala experiencia, hace pocos meses regresaron a China. Para productos nuevos a buen precio, China “es la única opción por el momento”, dijo Rust. Los dos fueron víctimas de uno de los muchos peligros del capitalismo salvaje de China. Es el mundo de una guerra sin cuartel en que muchas fábricas reducen costos para hacer una ganancia fácil o mantenerse un paso adelante de los millares de competidores. Son endémicos las alertas de seguridad, las violaciones del derecho de propiedad individual y los robos descarados. Así y todo, los compradores extranjeros acuden a llevarse juguetes, prendas de vestir, computadoras portátiles y una infinidad de productos que produce la fábrica mundial. Conseguir un producto exitoso fabricado en China es considerado una fuente segura de ganancias. En los primeros once meses del año pasado, las exportaciones chinas totalizaron 1,1 billones de dólares, un 26% más que en el mismo período del 2006, según el Ministerio de Comercio chino. Las exportaciones hacia Estados Unidos totalizaron 212.700 millones de dólares, un 15% más que en el 2006, informó la cartera. Los compradores no son totalmente inocentes: muchos se apresuran a comprar y no se quedan a verificar que los productos sean fabricados como corresponde. Para los consumidores puede ser un juego peligroso y hasta mortífero: los trenes de juguete chinos con pintura de plomo fueron a todo el mundo, el jarabe para la tos contaminado con una sustancia química venenosa usada en anticongelantes mató a docenas de personas en Latinoamérica y el ingrediente de un alimento para mascotas mató perros y gatos en América del Norte. Las autoridades chinas justifican sus fábricas diciendo que sólo un porcentaje ínfimo de los miles de millones de exportaciones por año presentan problemas. Pero con sólo un cargamento de dentífrico contaminado basta para causar muertes. Los comerciantes estadounidenses de muñecas Rust y Kozub han llegado a China en misiones compradoras dos veces por año en los últimos cuatro años. “Antes de ordenar las muñecas les preguntamos si ellos eran los dueños del diseño y nos dijeron que sí”, esgrime Rust. Los dos habían vendido la mayor parte de su cargamento cuando fueron demandados por Ashton-Drake Galleries, una firma estadounidense dueña del diseño de la muñeca. Sus abogados dijeron que llevaban las de perder ante la Justicia y que, de perder el juicio, podrían perder hasta su casa. Por eso hicieron un arreglo pagando 14.400 dólares y destruyendo las 107 muñecas que no habían vendido. “Nuestro negocio recién empezaba a hacer una ganancia”, dijo Rus, quien lanzó Springers Wholesale junto con Kozub hace cinco años. En octubre regresaron a la mayor muestra comercial china, la Feria de Cantón en la ciudad sureña de Guangzhou, en busca de nuevos productos y para encarar a quien les había vendido las imitaciones. El subgerente general, David Qin, estaba sentado en un puesto con una hilera de muñecas rubias, todas distintas de las que los estadounidenses habían comprado dos años antes. Qin oyó cruzado de brazos mientras Rust le contaba sobre la demanda legal y le exigía una carga de muñecas como compensación. Qin dijo que quien los había engañado era un agente de ventas que no trabajaba más en la compañía, Yangzhou Zhongyi Toys Co., Ltd. Insistió una y otra vez a Rust en que debía hallar al ex empleado y plantearle la cuestión a él, sin atender el argumento de aquél sobre que era la compañía la que debía responsabilizarse por los juguetes que fabricaba. Más tarde, una vendedora de la empresa, que no quiso dar su nombre, trató de explicar la cuestión de la piratería comercial a un reportero de la Associated Press: “Bueno, usted sabe, hay muchas fabricantes de muñecas en nuestra ciudad y a la larga todos los diseños terminan pareciéndose”, dijo. Después de su entrevista infructuosa, Kozub se sentó en un café con Rust y dijo que “a veces nos preguntamos qué estamos haciendo aquí’’. Incidentes como éste alimentan la impresión en Occidente de que los chinos no son confiables. Pero Robert Kapp, un consultor de negocios con un doctorado en historia china, asegura que Estados Unidos atravesó una etapa de “capitalismo cowboy’’. “Todos los países han pasado por este período –dice Kapp, quien dirigió el Consejo Comercial Estados Unidos-China desde 1994 hasta el 2004–. Puede ser que China esté atravesando una fase de crecimiento por la que nosotros pasamos hace algún tiempo”. La mayoría de los dirigentes industriales chinos tiene relativamente poca experiencia; son escasas las compañías de por lo menos diez años. Los principios modernos de investigación de mercado, control de calidad y dirigencia empresarial son virtualmente desconocidos para los nuevos capitalistas. Las empresas se quejan de las presiones incesantes de los compradores extranjeros para reducir sus precios, no obstante los crecientes costos laborales y de los materiales. Y, además, algunos compradores extranjeros ni siquiera se preocupan por la calidad, dijo Christopher Devereux, director gerente de Chinasavvy HK Ltd., que canaliza a los compradores extranjeros a compañías chinas.
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