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El mirador de Alejandra
Rumbo a los 100 años –a los que se ha prometido llegar–, cuentan que
el escritor pasa revista a las libretas de apuntes en las cuales fueron tomando forma sus ficciones, entre las que seguramente está aquella en la que comenzó a dibujar “Sobre héroes y tumbas”.

Cuentan que se propuso la novela total. Abarcativa, al estilo de Joyce.
Aunque el logro de Ernesto Sábato con “Sobre héroes y tumbas” fue más modesto pero seductor en el marco de los desgarros y depresiones que signan la literatura de este escritor que ya cruzó los 95 años.
–¿Quiénes escriben literatura? –le preguntó el “Escarabajo de Oro” en 1962, a semanas de la primera edición de la novela.
–Los que de otro modo no podrían soportar la existencia y a veces ni aun así la soportan, como Artaud o Pavese; los que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, es decir, los mártires de una época, de una sociedad. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son individuos a contramano, terroristas, hombres fuera de la ley –sentenció Sábato imprimiendo al escritor un rol de única dirección: épico.
Escritor de libreta en mano, para ambientar “Sobre héroes y tumbas” Sábato rastrilló sus barrios porteños preferidos: Parque Lezama, Barracas –siempre el Barracas de casonas Tudor muy enmohecidas y de crujientes postigones–, Constitución, Boedo, Belgrano...
Pero volcó apuntes en el corazón de La Boca. En una mesa junto a la ventana de un bar brumoso que aún hoy resiste en la esquina de Almirante Brown y Pedro de Mendoza.
Esa búsqueda generó lo que el francés Paul Verdevoye (*) define como una “notable descripción de la topografía porteña. Se puede seguir muy bien el itinerario de los personajes en el plano de Buenos Aires. Ninguno es inventado. Ni siquiera es inventada la mansión colonial en la que viven los parientes de Alejandra”. Alejandra, la compleja Alejandra de “Sobre héroes y tumbas”.
Y Sábato –recuerda Verdevoye– aclara: “Hay una casa en el barrio de Barracas que elegí después de buscar durante mucho tiempo una que me pareciera adecuada a la historia que estaba imaginando. Está en la calle Río Cuarto, tal como en mi obra, pero no tiene mirador. El mirador lo tomé de otra antigua mansión en ruinas que está en Hipólito Yrigoyen casi Boedo”.
El mirador de la trágica Alejandra. El mirador que no resistió a la piqueta.
(Agencia Buenos Aires)

(*) “Sábato en la crítica americana y europea”, selección y edición de A. M. Vázquez Bigi; Sudamericana/Planeta; Buenos Aires, 1985 (pág. 134). Las gráficas que acompañan estas líneas fueron extraídas del libro “Genio y figura de Ernesto Sábato”, de Carlos Catania; Eudeba.



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