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Menonitas, un pueblo detenido en el tiempo

Familia, trabajo y espiritualidad es la base de esta comunidad de La Pampa. Cultivan la tierra, crían ganado y se destacan en la construcción de silos. Son 1.400 personas que viven lejos de los adelantos tecnológicos.

Ingresar a la colonia menonita, ubicada desde hace veinte años a unos 40 kilómetros de la localidad de Guatraché en territorio pampeano, es entrar en un espacio y en un tiempo que no coincide con el actual. Ajena a todo fenómeno metafísico, se trata de la decisión voluntaria de 1.400 personas que, aferrados a su religión, viven temerosos de los avances tecnológicos. Reniegan del confort y basan su vida en tres preceptos básicos: familia, trabajo y espiritualidad.

En esta colonia el día comienza con una oración y termina de la misma manera. "Río Negro" compartió con ellos una jornada completa dentro de las 10.000 hectáreas que la componen.

Durante la extensa recorrida el contacto con la mayoría de los líderes de la comunidad, simpáticos y amables, fue un tanto parco y desconfiado de su parte cuando se les indagó demasiado.

Los habitantes de este tan particular lugar cuentan con herramientas de buena calidad, pero llaman la atención sus tractores. La particularidad más "atractiva" de esta maquinaria es que las ruedas de goma han sido reemplazadas por ruedas de hierro. Además las de tracción (ruedas traseras) son dentadas.

El objetivo de la comunidad menonita es claro: retener a los jóvenes en el más cerrado aislamiento y evitar que se marchen solos al pueblo más cercano.

Sin control de la natalidad, las familias son numerosas y suelen tener de 7 a 13 hijos. Actualmente la colonia cuenta con más de cuatrocientos niños.

Las casas no utilizan luz eléctrica. La energía es utilizada solamente al servicio del trabajo para lo cual tienen grandes generadores. No hay radio ni televisión, pero sí está permitido leer diarios y libros.

La limpieza es absoluta y se observa por cualquier lado que se mire. Las casas son amplias y sólidas, de forma rectangular y con techo a dos aguas. Algunas construcciones son de ladrillos, pero otras están hechas de adobe prensado en forma de grandes ladrillones crudos y asentadas en barro. Se las revoca y la estructura se completa con fuertes aberturas de caldén que ellos mismos fabrican. Se destacan los blancos cortinados de las ventanas que contrastan con un fondo verde, situación que se repite en todas y cada una de las viviendas dándoles definitivamente un aspecto agradable.

La estructura del establecimiento es similar en todos los lotes. Una entrada con pinos o cipreses, la casa en el fondo, un molino de viento, una huerta familiar, un tambo, corrales para las vacas lecheras y un galpón con maquinarias agrícolas.

Los días de la semana tienen el mismo comienzo para los habitantes de esta comunidad, pero la excepción es el domingo. Apenas amanece, el tránsito de las "calesas" o "buggies" se agita por las calles internas de la colonia. Éste es el medio de transporte utilizado para moverse por los polvorientos caminos de manera constante, cualquiera sea la hora.

Los "buggies" son carritos con ruedas de goma tirados por caballos. Recorren cada una de las tranqueras en busca de la leche que cada familia produce en su tambo.

Los recipientes lecheros se colocan en un carrito de madera en la puerta de las casas. Todos los tarros tienen las iniciales de cada familia en particular. Ésta es una forma de controlar el aporte de cada una de ellas.

Después del tambo los varones adultos inician su jornada de siembra, cosecha o tareas culturales en el campo. Algunos de ellos tienen además otros oficios, como carpinteros, herreros y fabricantes de silos, actividad que se ha multiplicado en los últimos años. Por la calidad y precio de venta, los silos se han hecho atractivos para los productores agropecuarios.

En tanto, para transportar otro tipo de cargas usan una especie de chata a la que llaman "chasis", también tirada por caballos.

La actividad principal es la producción agropecuaria, aunque también se dedican al comercio de ramos generales, producción de quesos, confección de prendas de vestir, construcción de mobiliarios en madera y carruajes típicos.

Siempre buscando el autoabastecimiento, mantienen una alimentación variada y balanceada. Consumen lo que producen en sus propios campos y huertos.

Para comercializar sus productos en el mercado interno crearon la Asociación Civil Colonia Menonita "La Nueva Esperanza".

La vestimenta resulta atractiva por su uniformidad. El overol de color azul marino o negro es una pieza indispensable para el hombre, cualquiera sea su edad. Consta de un pantalón de una sola pieza, con pechera y sujeta con tirantes cruzados en la espalda.

Lo complementan camisas de algodón lisas o a cuadros y sombrero de paja o gorra tipo americano, ideal para protegerse del implacable sol en verano. Los domingos o días de fiesta suelen agregarle un saco de casimir y cambian el sombrero por uno de fieltro color oscuro.

Las mujeres usan largos vestidos floridos, pañuelo en la cabeza (negros para las casadas, blancos para las solteras) y sombreros que prácticamente no dejan verles la cara. Toda la ropa está confeccionada por las mismas mujeres en el interior de sus hogares, a excepción de los zapatos y los sombreros.

En cuanto a la educación, tienen un solo nivel para niños de 5 a 12 años donde aprenden a leer, escribir y realizar operaciones aritméticas básicas en su idioma: el alemán. Con respecto a este tema, años atrás sostuvieron una dura puja con el gobierno pampeano que pretendía obligarlos a que enseñaran castellano en sus escuelas. Tras una ardua disputa, los menonitas impusieron su criterio y sólo enseñan algo de castellano en sus casas, especialmente a los hombres.

Cumplen estrictamente con el concepto bíblico de "tierra eres y en tierra te convertirás" cuando hay algún fallecimiento. Durante el velatorio realizan un rito que se extiende por tres días. Sobre la tierra hacen una cama de arena que cubren con un género donde apoyan el cadáver con hielo para su conservación. La ceremonia es sólo diurna, con continuos cánticos.

El cuerpo vestido de blanco es sepultado sin identificación (ni lápida ni monumento) en el cementerio que está ubicado detrás del edifico escolar.

ORGANIZACIÓN INTERNA

 

La organización política de la comunidad contiene algunos elementos de la democracia. Sus autoridades surgen de elecciones secretas y sólo tienen el derecho a votar los hombres mayores de 18 años.

La autoridad máxima es el primer obispo, elegido por los predicadores de manera secreta cada dos años. Tiene todo el poder concentrado en su persona y no existe decisión que se tome sin antes consultarlo. El primer obispo tiene sustituto, un segundo obispo por si las circunstancias lo requieren.

Actualmente este cargo es ejercido por Abraham Neudorf, de 45 años, quien sin dejar de ser amable aclaró con firmeza que no quería cámaras fotográficas, grabadores ni filmadoras durante la charla realizada en

la puerta de su casa. En el fondo de la vivienda se observaban varias jovencitas, sus hijas, que permanecieron detrás de la ventana de manera curiosa los pocos minutos que duró la entrevista.

El obispo ratificó las costumbres de su colectividad en un sustento esencialmente religioso que sostienen desde hace siglos. Cuando se le preguntó sobre temas puntuales, dijo y repitió varias veces: "Así es nuestra ley" y evitó abundar en explicaciones. Aseguró que nunca habían tenido problemas con ningún integrante de la comunidad por haber querido cambiar las reglas o retirarse del grupo. Y con una serenidad implacable aseveró: "Y nunca va a pasar".

"Hubo un par de robos perpetrados por gente de afuera, pero no por nuestros integrantes", comentó.

Además de la autoridad que ejerce el obispo, la colonia es gobernada por un jefe "civil" que también es secundado por otro integrante de la comunidad con el mismo cargo y poder. Es elegido y puede ser reelegido cada dos años. También votan sólo los hombres y se puede presentar cualquier varón mayor de edad. No existen candidatos predeterminados.

Juan Wiebe es el jefe actual y va por su segundo período. Hombre de pocas palabras. Sólo contestó con frases cortas y monosílabos. El jefe se dedica a realizar los pagos de impuestos prediales, asistir a las familias en dificultades económicas, de salud y laborales, como también cualquier emergencia que atañe a sus integrantes.

SUS INTEGRANTES

Durante la recorrida por la colonia, los menonitas nunca dejaron de ser cordiales y agradables, aunque enigmáticos y cerrados cuando los extraños buscan intentan conocer un poco más sus costumbres.

Gerardo Rempel es uno de los veteranos de la comunidad. Tiene 77 años y nació en Canadá. Trabaja unas 12 horas por día y asegura que duerme una corta siesta, privilegio que consigue por su edad. Tiene 10 hijos y se muestra interesado en conseguir tierras en el Alto Valle porque sabe que el agua del río Negro es buena para regar. "Pero son caras", aseguró con una sonrisa.

Contó que compraron varias hectáreas en Santiago del Estero, donde se trasladaron unas 40 familias, porque las 10.000 hectáreas ya eran pocas ante el crecimiento de la comunidad. "Hace tres años que se instalaron, las cosechas son buenas pero se siente mucho el calor", reflexionó.

Pedro Frisen tiene 21 años y trabaja con su padre en la fabricación de silos. Está casado con una jovencita de 18 años. No tiene hijos y suele salir fuera de las fronteras de la colonia para instalar los silos que fabrica, "de muy buena calidad y menor precio", aseguran.

Pedro es simpático y a bordo de su carrito negro aceptó de buena manera un diálogo con "Río Negro". Él fue la primera persona que encontramos en el polvoriento camino de ingreso. Siempre simpático, pero hermético.

Otro personaje pintoresco es Abraham Braun, quien trabaja en una de las tres queserías de la colonia. En este lugar realiza sus actividades hasta pasado el mediodía y luego se traslada a un comercio de ramos generales que también dirige. Aquí fabrican quesos todo el año y venden sus productos a Cipolletti y Neuquén, entre otras ciudades.

Pedro Wiebe de 21 años es carpintero, oficio que aprendió de su hermano mayor. Realiza aberturas y muebles en robles que traen desde la provincia de Misiones. Sus trabajos se venden a buen precio y entre ellos ofrece una mecedora construida con bolilleros de estructura cómoda y atractiva. Su valor: 420 pesos.

La única mujer que habló con "Río Negro" fue María, de 25 años, mientras carpía una plantación de tomates.

Con un limitado castellano contó que estaba casada, pero aún no tenía hijos. Al momento de la entrevista estaba en su casa acompañada por una vecinita de seis años y contestó algunas preguntas sueltas.

Las mujeres menonitas no pueden hablar con extraños y mucho menos ante la presencia de sus maridos o hijos. Tampoco salen de sus casas. Y si por casualidad están fuera, no dudan en corren a esconderse de las miradas de los forasteros.

En esta cultura, los niños empiezan a trabajar apenas pueden hacerlo. Un ejemplo es el pequeño Isaac. Con sólo 9 años transporta un enorme bidón con gasoil a bordo de una patineta construida en los talleres menonitas.

 

ALBERTO TANOS

DARÍO GONEAGA

 



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