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Cuestión de conciencia: entre la pasión y el pensar
La fallecida ensayista y escritora renovó el modo de pensar y analizar la cultura contemporánea, denunciando sus horrores y dolores pero también resaltando la belleza y el placer del hecho artístico.

El 16 de enero se cumplieron 75 años del nacimiento de la escritora y ensayista norteamericana Susan Sontag, quien desplegó el ejercicio de la reflexión constante sobre los sucesos políticos, sociales y artísticos más trascendentales de su tiempo.
“Escribir es una forma de luchar. Mi compromiso con la sociedad es de naturaleza personal. Si me he comprometido con algunas causas es por una cuestión de conciencia”, explicó alguna vez Sontag acerca de su compromiso con las causas que consideraba justas, a las que puso su voz reflexiva, lúcida y aguda y su escritura clara, provocadora y apasionada.
Susan Sontag nació en 1933 en Nueva York. De padres judío-americanos, se crió en Arizona y se graduó en Filosofía, Literatura y Teología en Harvard y Oxford. En 1950 contrajo matrimonio con el sociólogo Philip Rieff, con quien tuvo a su único hijo, David. Precisamente él acaba de publicar “Nadando en un mar de muerte”, un libro en el que narra los últimos días de su madre, que falleció de cáncer el 28 de diciembre de 2004 a los 71 años. En su libro, David Rieff señala que Sontag aceptó su enfermedad, el dolor, el sufrimiento, “en tanto su conciencia permaneciera animada, viva”.
Si bien su carrera literaria comenzó en 1963 con la novela “El benefactor”, tuvo que esperar tres años para recibir el gran reconocimiento. En 1966, el libro de ensayos “Contra la interpretación” renovó el enfoque de pensar y analizar la cultura contemporánea. Sontag se enfrentaba a entender los hechos artísticos desde estructuras morales o éticas, por eso ubicaba como prioridad “la autonomía de la obra”, dejando de lado las significaciones históricas, racionales y demás referencias al mundo exterior. “Sontag puso al servicio de las vanguardias de entonces un aparato de relación con el pasado y proyectó sus influencias al futuro.
La obra que llevó a cabo en las cuatro décadas siguientes fue un fenomenal esfuerzo para otorgar estatus y contexto a las nuevas tendencias en el mundo del arte y la cultura, en una especie de constante repetición de aquel gesto de desenfado del principio que le supuso la fama internacional después de la publicación de su obra cumbre, ‘Contra la interpretación’”, señaló Verónica Abdala, autora de “Susan Sontag y el oficio de pensar”.
“La interpretación –escribió Sontag– es la revancha del intelecto contra el arte al que se pretende volver maleable, manejable. Ante esta realidad característica de la vida moderna, debo decir que estoy en contra de cierta clase de reducción intelectual y apoyo un acercamiento a la obra de arte desprovisto de preconceptos”, reflexiones que le generaron un aluvión de críticas y enemigos en los sectores del poder de su país.
En uno de los ensayos del libro Sontag incorpora la palabra “camp” (el título del artículo era “Notas sobre lo camp”), que había escuchado por primera vez de boca de un joven. Con “camp” se refiere a una manera de mirar al mundo “como fenómeno estético” rescatando la exageración, el artificio.
Ese término acuñado por Sontag significaba en ella la posibilidad de abastecerse de todos los ámbitos y niveles culturales. Por eso recorren sus páginas nombres como Albert Camus, Sade, Artaud, los cineastas Robert Bresson y Alain Resnais, el antropólogo Lévi-Strauss, el dramaturgo Ionesco...
Con la misma pasión, valentía, lucidez y compromiso, Susan Sontag se opuso a la guerra de Vietnam y años después (en 1993) estrenó en una Sarajevo sitiada “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett, en clara oposición a los conflictos bélicos, sin dejar de denunciar la condena a muerte del escritor Salman Rushdie por parte de los fundamentalistas ni ahorrar críticas a Gabriel García Márquez por su acérrima defensa del gobierno de Fidel Castro, además de apuntar al de Bush después del ataque a las Torres Gemelas y acusarlo de poner en peligro la democracia por su estrategia antiterrorista. Símbolos de guerra y violencia que a la escritora le inspiraron un sentimiento de compasión y acompañamiento ante el sufrimiento ajeno, llegando a la necesidad de analizar el verdadero significado del dolor y más aún: armarse para enfrentar esa difícil instancia.
Resultado de ello son los libros “La enfermedad y sus metáforas”, publicado en 1977, y “Ante el dolor de los demás”, aparecido en el 2002. En el primero Sontag examina los significados y metáforas que cargan enfermedades como la tuberculosis (su padre fue víctima de ésta) y el cáncer (en 1975 se le diagnosticó un tumor maligno de mama). Once años después a este libro le adicionó el ensayo “El sida y sus metáforas”.
Sontag se propuso analizar cómo actúan las imágenes de la guerra en quienes las reciben, ya sea por medio de la prensa gráfica o de la televisión. “Le interesaba investigar el modo en que la cultura contemporánea procesa el sufrimiento, la atrocidad y la muerte; el dolor”, subraya Verónica Abdala. “Sostener que la realidad se transforma en un espectáculo es de un provincianismo pasmoso.
Esa postura universaliza los hábitos visuales de un grupo pequeño de personas educadas que viven en zonas ricas del mundo, donde las noticias se han transformado en mero entretenimiento. El planteamiento presupone que todos son espectadores. Sugiere, de manera perversa y poco seria, que no hay sufrimientos en el mundo. Pero resulta absurdo identificar el mundo con aquellas zonas de los países prósperos donde la gente tiene el dudoso privilegio de ser espectadora del dolor de los otros (...), consumidora de noticias que nada saben de su propia experiencia de la guerra, la injusticia y el terror. Sin embargo, hay cientos de millones de telespectadores que están lejos de sentirse insensibilizados ante lo que ven. No pueden darse el lujo de estar de visita en la realidad”.
El año pasado se reunió bajo el título “Cuestión de énfasis” una serie de más de cuarenta ensayos escritos por Sontag entre 1982 y el 2000, estructurada en tres partes: “Lecturas”, “Miradas” y “Allí y aquí”. En ésta analiza cuestiones relacionadas con la literatura y las artes visuales y reflexiones acerca de su propia producción literaria. Imperdible es el artículo “Esperando a Godot en Sarajevo”. “Cuestión de énfasis” se puede leer como su testamento estético y moral.
“Escribir ficción es para mí una educación sentimental, una educación de la conciencia y las sensaciones”, confesó Susan Sontag, quien además amaba escribir novelas porque le posibilitaba poner las ideas más contradictorias en boca de diferentes personajes, expresar sus contradicciones y debilidades. De esta manera establecía diferencias con lo que representaba para ella escribir ensayos, en los que debía “mantener una línea”. Como novelista, la mujer de la mecha blanca sobre el pelo negro azabache publicó en 1992 “El amante del volcán” y “En América”, la que consideraba la mejor.
A la novela “En América” le dedicó ocho años, ya que su escritura tuvo que ser interrumpida (cuando marchó a Sarajevo) por un accidente y una enfermedad (debió someterse a un tratamiento de quimioterapia para el cáncer que padecía). La obra está inspirada en una historia real, la de una excelente actriz polaca (Maryna Zalenska) que a fines del siglo XIX decide irse a Estados Unidos, más precisamente a California, junto a su marido, su hijo y algunos amigos para armar una comunidad utópica.
 “Para los inmigrantes América representa muchas fantasías diferentes; hay muchos sueños americanos. Las más comunes son que en América puedes ser libre y que puedes hacerte rico, pero ése no es el caso de mis personajes. El personaje principal, la actriz, quiere cambiar y piensa en América como un lugar en el que es posible un cambio radical, donde eres libre para cambiar y deshacerte de su pasado”.
Susan Sontag revolucionó la mirada, haciendo foco en distintos campos de batalla (arte y política, entre otros) como una forma de pararse en el mundo, de comprometerse ética y moralmente denunciando horrores y dolores pero también resaltando la belleza y el placer del hecho artístico.
Discurso crítico que llamó siempre a la responsabilidad el de esta intelectual que, sin duda, ha conformado en nosotros una visión del mundo y de la cultura.

 



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