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Complicaciones al inicio de la temporada | ||
Crece el temor por pérdidas millonarias en la actividad. Empresarios se mantuvieron firmes en la negociación. |
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Los economistas anticiparon un 2008 con fuertes pujas distributivas. El gobierno nacional, en su mensaje político previo a las elecciones, mostró intenciones de consensuar un pacto social que permita sostener el crecimiento de la economía con demandas salariales acordes a la presión inflacionaria existente. Lamentablemente Moyano, a los pocos días de asumir Cristina de Kirchner, marcó la cancha y dejó claro que la recomposición salarial estaba por encima de cualquier acuerdo social. Los trabajadores rurales de Río Negro y Neuquén interpretaron el mensaje y radicalizaron sus demandas, siendo las mismas incompatibles con la evolución del sistema frutícola. ¿Cómo se llega a esta situación? Sin lugar a dudas todos los actores de la actividad tienen, en forma directa o indirecta, parte de responsabilidad en este tema. Y la fruta termina pagando todos estos desencuentros. Las amenazas cruzadas que se escucharon esta semana no hacen más que corroborar la falta de cohesión que presenta el sistema y la poca visión de largo plazo que existe en la actividad. Todos tironean de la pera como si ésta tuviera posibilidades de dar más de lo que puede dar. Los gremialistas amenazan con no levantar la cosechar, como si esto perjudicara sólo a los exportadores, con quienes tienen una lucha sin cuartel. Pero no cosechar la pera en tiempo y forma significa menos fruta para levantar de la planta, menos se exportaciones, menos divisas que ingresarán a la región y menos trabajo que habrá para todos en la temporada. Trabar la cosecha es un mecanismo de presión que utiliza el gremio, mecanismo que termina perjudicando al conjunto de la actividad, incluyendo a los mismos trabajadores. Al gremio rural (UATRE) se le fue el tema de las manos. El mal asesoramiento que recibieron sus dirigentes, sumado a la feroz interna que aparece con el traslado de Carlos Figueroa a Buenos Aires, radicalizó las demandas salariales y las bases se mostraron reticentes a aceptar las propuestas impuestas desde el Ministerio de Trabajo. El gobierno nacional juega acá también una carta importante y no permitirá aumentos desproporcionados, puesto que esto produciría un efecto cascada para las demandas de los restantes gremios concentrados en la CGT. Desde el sector empresario, la respuesta al reclamo fue contundente: "No podemos acordar cualquier precio, porque eso es pan para hoy hambre para mañana", confió uno de los ejecutivos que participó de las paritarias. Lo que está en juego en definitiva es la redistribución de algo más de 30 millones de pesos de los potenciales ingresos que se generen en la próxima temporada. La cuenta sale de la diferencia entre los salarios reclamados para la recolección de este año y los que hoy se pagan ($ 30 pesos por jornal), teniendo en cuenta una cosecha efectiva en algo más de 1,3 millones de toneladas y considerando que un cosechador puede levantar un piso promedio de 1,3 toneladas de fruta por día. Si uno analiza que las utilidades que dejó para la actividad el 2007 -primeras estimaciones extraoficiales del balance frutícola- se ubicarán por encima de los 110 millones de pesos, puede resultar efímero el número que demanda hoy UATRE. Sin embargo, la estructura de costos que presenta el sistema proyecta serios inconvenientes como para soportar un aumento en los salarios de cosecha de la magnitud que hoy exige el gremio.
RIESGOS
La mano de obra en la actividad representa cerca del 40% del total del costo de producción de peras y manzanas. Convalidar los aumentos de sueldos exigidos elevaría este porcentaje en otros tres puntos. Los riesgos están a la vista. La fruticultura hoy esta jugando con un mercado altamente demandado y con diferencias de paridad cambiaria que la favorecen. Sostener incrementos de costos dentro de este escenario es muy peligroso. En los mercado históricamente existieron los ciclos económicos y en el sector agropecuario los mismos fueron siempre mucho más volátiles. La combinación de la salida de un ciclo virtuoso para el mercado frutícola, sumado a una estructura de costos en constante aumento, podría generar un quebranto estructural de la actividad. Y esto es lo que debería evaluar el gremio a la hora de solicitar subas en los salarios. Hoy el sistema pueda tal vez pagar sueldos más altos, pero la inflexibilidad que presentan los mismos dentro de la estructura de costos del sector hace inviable que puedan sostenerse en el tiempo. En el colectivo imaginario está presente que los empresarios de la región "hoy se están llenando de plata con la fruta" y que "no existe un derrame equilibrado de los ingresos que genera esta actividad". Ellos niegan estas aseveraciones. En definitiva las empresas se escudan de estas acusaciones señalando que lo único que hacen es vender la fruta que los productores les entregan. Si los mercados funcionan positivamente, como sucedió en estas dos últimas temporadas, todos ganan. Pero aquí está, tal vez, la principal autocrítica que debe hacerse el empresariado: no comunica lo que verdaderamente pasa en el mercado o, como mínimo, lo comunica mal. Y es entonces cuando aparecen las versiones y todo se termina distorsionando. Éste es sin dudas un tema pendiente que todavía no encuentra un camino de solución. Lo que sí está claro es que frenar una cosecha como mecanismo de extorsión para lograr un aumento de salarios no ayuda para nada a encontrar las soluciones que cada uno de los sectores que integra el sistema frutícola necesita hoy. (Redacción Central) |
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