A trescientos metros del histórico faro de la villa marítima El Cóndor, se la puede ver. Ingresando por caminos de arena y ripio, en un incipiente barrio de casas de verano, se llega hasta la falda de un gran médano que acompaña la geografía de la costa y enfrenta al mar. Justo en la cima de éste, se encuentra esta casa de dos plantas. De un color azul marino “parece un pedazo de cielo incrustado en la arena”, dicen sus dueños. En esta oportunidad, eH! presenta una construcción en donde se enfrentó exitosamente el desafío de edificar sobre arena y, a la vez, lograr una completa y placentera funcionalidad. EL DESAFÍO Construir una casa en la playa siempre trae aparejado un sinnúmero de aspectos a considerar, tales como visuales, morfología, relaciones interior-exterior, materiales que puedan soportar la agresión de los vientos del mar, etc. En este caso, además de los aspectos enunciados, se le sumó un ingrediente por demás a tener en cuenta: el terreno; la vivienda debía construirse en un médano y con casi 40 grados de inclinación. Como premisas irrenunciables de los propietarios, se le planteó a los arquitectos que la construcción debía estar ubicada en la parte más alta del lote, y tener visuales dominantes al mar desde la totalidad de los ambientes. El estudio Tarantino, Rodríguez Robles & Gonzáles tomó el desafío y fue así que se pensó en construir una vivienda que acompañe la pendiente natural. La idea o el concepto general era la de brindar la impresión de que la casa esté “metida” en la cota más alta del médano. Esta idea de acompañamiento del terreno se logró luego, construyendo un clásico aterrazado. Funcionalmente, la vivienda se armó en dos plantas. En planta baja se encuentran los accesos, dormitorios, baño principal y un multiuso de servicio, que además de cochera sirve de lugar de limpieza y guarda tablas de surf, velas de Kitenbuggy, equipos de neoprene, y todo tipo de elementos de deportes extremos. Ésta quizás, sea la característica distintiva que le imprimieron los dueños, amantes de los deportes extremos y de mar, a su casa. En planta alta se pensó en un gran espacio totalizador, con un único techo de cabriadas de madera a la vista donde por debajo, y mediante la construcción de algunos muros que no superaran los 2,05 m de altura, quedan sectorizados la cocina, el comedor, circulación de acceso a escalera, desayunador y el estar. Todos los colores son cálidos. Nada atrapa la vista demasiado. Desde los sillones de mimbre se puede ver una panorámica que abarca toda la playa, hasta la desembocadura del río Negro. Todo este espacio da a una gran terraza frente al mar que en un lateral y a través de un pergolado forma el sector parrilla. Opuesto a esta terraza, del otro lado de la casa, se ubica un balcón construido en madera, rememorando algunas construcciones marinas, y que sirve de expansión en los días de fuertes vientos marinos. Los materiales utilizados fueron ladrillones comunes revocados y a la vista en algunos casos. Toda la carpintería es de aluminio, los pisos son de cemento alisado in situ con color, y el escaso revestimiento es de piedra, tanto en baño como en cocina. Estructuralmente toda la construcción está fundada en una zapata corrida de hormigón armado y muros portantes. Para realizar este trabajo se debió hacer una tarea de nivelación y compactación del suelo en el sector donde se implantaría la casa. Para apuntalar ese movimiento del médano se armó todo un talud de tierra que, vegetación mediante, pueda consolidarse y contenerlo. Bajo ese talud se ubicó un gran lecho nitrificante de los líquidos cloacales, que cumple las veces de desagüe y riego. Con 160 metros cuadrados esta casa es el lugar ideal para los amantes del verano. Terminaciones en madera, cemento y ladrillo a la vista, engloban una idea general que combina confort y rusticidad, y hace de la casa un lugar para disfrutar a pleno del mar, de una vista grandiosa de El Cóndor, o de un momento de reposo y meditación, solos o con amigos.
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