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Historia de una amistad fuerte
El tema central de 'El lugar perdido' es la relación entre una chica (Matilde Trigo) que va a trabajar a Buenos Aires como empleada doméstica y un ferroviario y activista político (José Luis Benetti), que es buscado por subversivo, y las cartas que la joven le envía a su amiga de la infancia, Marita Valdivieso", explica Norma Huidobro, sobre la novela con la que ganó el Premio Clarín, dotado de 100.000 pesos, y publicada por Alfaguara.

La historia transcurre a comienzos de 1977 en Villa del Carmen, un pueblo imaginario de Jujuy, hasta donde llega Ferroni, quien suspende sus vacaciones en Mar del Plata para cumplir las órdenes de sus superiores de localizar a Matilde y a su novio militante, quienes lograron escapar antes de ser capturados por las fuerzas represivas.

El "cumplidor, meticuloso y eficiente" Ferroni llega hasta un parador donde trabaja Marita para conseguir como sea las cartas que Matilde le escribiera y así encontrar información clave para dar con su paradero y el de José Luis.

La permanente negación por parte de Marita, quien guarda celosamente las cartas, genera una mayor obsesión y nerviosismo en el represor.

"El cansancio del viaje sumado al polvo y al calor, que Ferroni tratará de ahuyentar con sucesivas cervezas servidas por la propia Marita en su boliche, va transformando la misión en una pesadilla lenta y al pueblo, en una sucursal del infierno", señala Huidobro.

Norma Huidobro logra dotar a la historia de un ritmo intenso a partir de los personajes y del contrapunto entre la quietud del lugar y la pulsión que se despliega en cada uno de los personajes: temores, desconfianza, obsesión, deseos, sospechas, solidaridad, amor y crueldad.

La novela se convierte en un coro de voces que cuenta la historia de la amistad entre dos mujeres en los años sangrientos de la dictadura militar.

Por eso el escritor Alberto Manguel, uno de los jurados del premio, definió "El lugar perdido" como la "epopeya de un heroísmo singular, íntimo, que luminosamente se convierte en universal", señalando además que lo que se destaca es "la confianza de una amistad". "Esas cartas a usted no le sirven. Ya se lo dije. Va a ser mejor que busque a Matilde en Buenos Aires. Acá no va a encontrar nada", le dice Marita a Ferroni sobre las cartas que decidió quemar ante la posibilidad de que "el porteño", como llama al represor, se las robe.

Otro de los elementos interesantes que presenta la historia de Norma Huidobro son los personajes femeninos del pueblo (la abuela de Marita, Natividad, la anciana madre de Pedro), como así también los episodios a través de los diálogos y pensamientos de los protagonistas.

Al estar ligada a la época de la dictadura, de la represión, la autora piensa que esto puede otorgarle un plus a la historia de esta amistad entre Marita y Matilde, "como si hubiera algo que va más allá de la amistad entre las dos, algo así como una metáfora de la resistencia". Pero aclara que no lo tuvo como "premisa" en el instante de escribir y dar forma a los personajes.

Huidobro insistirá durante la entrevista en que la historia de "El lugar perdido" es una historia "absolutamente humana, íntima, no de militancia, y que podría haber sucedido en otro lugar y en otra época".

-El origen de la novela era retratar una historia de amor en la época de la dictadura; ¿qué pasó luego?

-Sí, es cierto, ésa era mi intención en un primer momento. Lo que pasó fue que apenas apareció el personaje de Ferroni (el represor) ya no pude despegarme de él. Las cosas se fueron dando así, solas. Ferroni fue ganando protagonismo por su propia cuenta.

-¿"El lugar perdido" es una novela sobre la dictadura?

-No. "El lugar perdido" es una novela que cuenta una historia de la época de la dictadura. Es una historia íntima que tiene que ver con la represión ejercida en esa época, represión que va más allá de lo político. Es una obra de ficción, donde nada de lo que se cuenta es real pero podría serlo. Yo no podría hacer una novela sobre la dictadura, simplemente porque es algo que me sobrepasa largamente. Puedo escribir sobre algo pequeño, mínimo, íntimo en el marco de la dictadura. Pero no puedo dar cuenta de algo de semejante magnitud en una novela. No, es algo que va más allá de mis posibilidades.

-¿Cuándo decide que el represor Ferroni pase a ocupar un lugar protagónico en esta historia?¿Hubo diferencias entre cómo lo imaginaba al principio y cómo lo fue construyendo después?

-Cuando Ferroni aparece en Villa del Carmen, en el restaurante de Marita y habla con ella, empecé a darme cuenta de que algo tenía que hacer con ese hombre. No podía dejarlo ahí, sin hacer nada hasta que llegara la carta de Matilde por el cumpleaños de Marita, para lo cual faltaba una semana. Una semana era mucho tiempo para tener a Ferroni inactivo en ese pueblo donde no pasaba nada. Entonces se me ocurrió hacerlo caminar, buscando un lugar en donde almorzar. No quería que almorzara en el restaurante de Marita porque me parecía un exceso. Es decir que creí más conveniente apartarlo de ella, por lo menos hasta el día siguiente. Ahí fue cuando me dije: "¿Y ahora qué hace Ferroni?". Bueno, se puso a caminar y se me ocurrió que podía encontrarse con algo de su pasado, precisamente ahí, en un lugar que nada tenía que ver con su vida. Y desde el momento en que ve esa casa, mejor dicho, esa pared con la puerta doble de madera y empiezan a brotar los recuerdos como con cuenta

gotas, ya no pude separarme de él. A partir de ahí se me hizo cada vez más profundo, digamos. Y precisamente eso es lo que yo no había pensado en un principio.

-¿Qué importancia tiene el lugar, ese pueblo perdido de Jujuy, en esta historia?

-Para Ferroni es vital. Ese lugar le permite recuperar el otro, el lugar perdido de su infancia. Para Marita, es "su" lugar. También es vital para ella. Es el lugar al que su madre la llevó de recién nacida para que se criara allí y no en Buenos Aires. Para Matilde, es el lugar al que quisiera regresar, es el lugar de un pasado junto a su amiga, también para ella es un lugar perdido. Para Natividad, es su único lugar posible, el único que para ella tiene sentido. En fin, para todos ese pueblo de Jujuy es importante. Además, creo que tiene un "peso" propio, quiero decir que tiene presencia; se palpa el pueblo, se padece, en el caso de Ferroni.

-¿Existe una relación entre "Pedro Páramo", de Juan Rulfo, y su novela?

-"Pedro Páramo" es una de las novelas que siempre tengo en mi cabeza, por decirlo de algún modo. Pero no es la única, ni Rulfo es el único autor que llevo conmigo. También llevo a Juan Carlos Onetti, a Juan José Saer, a Haroldo Conti, en fin, podría seguir nombrando... No es que me ponga a pensar en ellos cuando escribo, pero creo que de un modo u otro algunas cosas simplemente salen. En el caso de "Pedro Páramo" hay, a lo mejor, una relación con el entorno: el aire, las piedras, el calor, el tiempo que se estira o que pierde su dimensión, algo como un tono o tonalidad que tiene que ver con el paisaje.

-En una entrevista que le hicieron se refirieron a la similitud con las voces del libro de Rulfo, "Pedro Páramo".

-No estoy tan de acuerdo con esa apreciación. En "Pedro Páramo" las voces son de los muertos, son algo alucinante y maravilloso que Rulfo despliega como él sólo supo hacerlo. En mi novela las voces son de otra índole, creo que son algo mucho más modesto.

-¿Por qué eligió el cruce epistolar entre el personaje de Matilde Trigo y su amiga de la infancia Marita Valdivieso como cuestión central en el desarrollo de esa ficción?

-Mi idea era la comunicación entre las dos amigas y, en ese momento, lo más común eran las cartas. Hoy recurriríamos al e-mail. A mí las cartas me gustan mucho, tienen que ver con los secretos, permiten el misterio, creo que son un buen recurso; viejísimo, desde luego, pero en cierta forma, siempre vigente. A diferencia del e-mail, tienen cuerpo, se pueden esconder, atesorar, romper, quemar, en fin, además en este caso las cartas son el nexo entre Marita y Ferroni.

-En una entrevista confesó que tuvo que luchar contra la repulsión que le generaba el peligro de humanizar al represor Ferroni.

-Muchas veces me pregunté si no corría el peligro de humanizar demasiado al represor, pero después me di cuenta de que no, que Ferroni iba a seguir siendo quien era aunque yo me metiera en su cabeza y le hiciera ver algunas cosas de su infancia. Cualquier represor tuvo infancia, madre, padre, hermanos, etcétera y eso no lo convierte en una buena persona. Así que me liberé de ese temor y pude seguir "metiéndome en su cabeza".

-¿Esta cuestión pesó para el desenlace que tiene la novela?

-En cuanto al desenlace, yo lo tuve claro desde el principio; sabía cuál iba a ser ese desenlace en lo que a Ferroni se refiere. Desconocía los detalles y pormenores, que se fueron dando con la escritura, pero conocía lo esencial. Y eso me daba "cierta tranquilidad".

-Una marca fuerte de la novela es la presencia y el rol de las mujeres.

-Sí, creo que eso tiene que ver conmigo. A mí las mujeres me salen fuertes, protagónicas, incluso cuando no me lo propongo.

-Antes de "El lugar perdido" había publicado varias novelas infantiles y juveniles. ¿Por qué la demora en darse a conocer con una historia para el lector adulto?

-Antes de la novela, escribí cuentos. Uno de ellos lo mandé a un concurso en Córdoba y salí finalista. No se publicó, pero me sirvió para ver que también podía hacer algo con la literatura para adultos. Con la novela "El lugar perdido" no recorrí editoriales. Quise empezar directamente por los concursos. No me animaba a llevarla a una editorial porque, por más que ya tenía varios libros publicados, como eran infantiles y juveniles pensaba que me iba a costar mucho que me la publicaran. Le tenía miedo al encasillamiento, cosa que, si bien no hacen todas las editoriales, lo hacen muchas. Por eso le doy mucha importancia a los concursos en cuanto a la posibilidad de publicar. Y lo digo, concretamente, para todos aquellos que nunca han publicado y que se han enfrentado más de una vez a la negativa de las editoriales. Al mandar mi novela al Premio Clarín, pensé: "¿Por qué no? Tal vez tenga la misma suerte que con mis libros de literatura infantil".


 

PABLO MONTANARO

 



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