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EL ARTISTA DE LA DOLOROSA DIÁSPORA | ||
La casa de Danilo Vasiloff queda cerca del rÍo Negro, en la costade Patagones. No bien se llega a su portÓn de madera, lo reciben a uno dos grandes y amistosos golden retriever y, si SE lo visita en primavera, un hermoso y refrescante cerezo en flor que crece EN su patio, junto a la puerta deL hogar, que parece decir “Usted es bienvenido”. Es en este lugar, ochenta por ciento atelier, veinte por ciento casa, donde Vasiloff instaló su búnker creativo. Sencillo, ameno, de mirada penetrante y melancÓlica, al poco tiempo de hablar con Danilo se percibe que en sus 49 aÑos ha vivido mucho, que ha vivido todo, y que ese transcurrir por la vida lo ha dotado de una calidez excepcional que invita a la charla y abre las puertas al fascinante mundo de un artista que no ha cesado en su búsqueda filosóficay la producciÓnde un arte personalÍsimo. | ||
En el relato de Vasiloff, que narra todo con un tono pausado, como prologando una letanía que le acompaña por donde va, se mezcla el pasado latente de nuestro país y la búsqueda constante de nuevos horizontes desde donde ser. Como en los cuadros del gran Benito Quinquela Martín, aparece primero un puerto. "Soy de Berisso, zona de inmigrantes de puerto. Es más, nací al lado de un puerto", evoca. Luego, en segundo plano, pero en el hilo de la misma historia, aparece el arte y una vocación que viene de familia. "Vengo de una familia de gente que se dedicó al arte. Así que es difícil aislarse de su influjo. Antes de venir para Patagones estudiaba en una escuela de arte, además de estudiar en el bachillerato. Ahí hice las primeras armas en esto. También de chico tuve contacto con el arte y la música. De chico estudiaba violín. Me daban pintura también, cerámica". En tercer lugar, como una aura que lo envuelve desde adentro, el relato familiar y la huida ante el horror. "Llegué acá en el '76. Vine después del golpe. Encontré este lugar debido a una situación muy curiosa, porque mi papá era inspector de enseñanza técnica. Esa fue la verdadera razón de que me viniera para acá. Me vine y de alguna manera él me metió en la Escuela Spegazzini, en la chacra. Bueno, ahí quedé a buen resguardo. Una cosa muy rara, por los ambientes que yo manejaba, no? No tenía nada que ver una cosa con la otra. Yo era estudiante de arte, en realidad. Pero no había opción. Amigos o conocidos eran presos o desaparecidos. Estuvo muy complicado para todos nosotros", narra. En este punto la narración de Vasiloff toca una zona que marcó para siempre, al igual que a su propia existencia, los destinos de miles de argentinos. Desde aquí se puede conocer, a través de la voz de este artista, una historia de diáspora y separación, de lucha y resignación, que se mantiene viva y ardiendo en los ojos de quien rememora. Haciendo el equilibrio de un violinista en el tejado, en los inclementes años en donde la indiferencia y la euforia de la pizza y el champán cubrían el inconsciente colectivo de un velo de anestesia, Vasiloff se debatió entre el trabajo y el continuar con su arte. "Los '80 y los '90 fueron años muy duros. Muy duros. Por suerte pude seguir produciendo. Yo soy un tipo que en ese sentido, gracia a mi se ñora también, María del Pilar, siempre estuve incentivado para el trabajo. Entonces, es como que tuve un lugar donde trabajar siempre. El problema de todo esto es que el arte es una permanente reflexión. El artista en estos tiempos, me parece a mi, tiene que ser un tipo que esté lo más instruido que se pueda. No hablo en términos de instrucción ingenua. Digo instrucción filosófica, conocimiento del medio, saber el porqué de algunas cosas y estar relacionado realmente con las cuestiones sociales. Todo esto en un artista hace que en algún punto empiezan a surgir preguntas que tienen su respuesta en la obra. Después, hay que decir que la obra es una cosa muy personal que hace vibrar a cierta gente y a otra no, y a una misma persona puede gustarle una cosa y otra no. La obra hecha busca su propio público. Pero en todo esto hay pensamiento, pregunta y un involucrarse con las cuestiones sociales que te van pasando. Por eso los años '80 y '90 fueron tan duros. Vos veías la desesperación por la inflación. Viedma en un momento determinado llegó a no cobrar! La gente no cobraba! En el '94 dije basta y me fui dos años y medio a vivir a Venezuela. Allá tenía mi viejo, que se había quedado a vivir y donde, finalmente, murió. Estuvimos trabajando de cualquier cosa y también en el arte. No fueron tan fáciles las cosas. Nos habíamos ido con nuestras familias", cuenta Danilo. Maestro pizzero de gran excelencia, artesano, pintor, escultor y versátil artífice de orfebrería, Danilo Vasiloff investiga y hace con cuanto material llega a sus manos. Ha hecho de su casa su íntimo bastión para enfrentar, con la paciente "Pilín", su esposa, al lado, una vida de permanente encuentro con el arte. "Mi casa es el taller. No tengo horario. Es más, si tengo más tiempo lo aprovecho para trabajar en mi arte. Acuarela, óleo, plata. El material es el material", dice. Y como frase cierta sólo para quienes día a día trabajan creando y buscando nuevas cosas para hacer. "El material es el material" es la metáfora de la propia historia de vida de este artista, que tiene un poco de sobreviviente y otro tanto de genio.
TEXTO: EMANUEL LAGOS FOTOS: MARCELO OCHOA Más fotos e info de este artista plástico en el blog de "eH!", www.rionegro.com.ar/blog/eh |
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