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El grandote que es crack

El "Mago" es el exponente máximo del rugby nacional. Jugador magnífico, defensor del profesionalismo, fue una de las banderas argentinas en su revolución en Francia y uno de los "culpables" de la apertura social que experimenta ese deporte en nuestro país.

Corría el año 1998 y a los oídos del "Gordo" Lucke, Head Coach de la selección juvenil, llegaron las hazañas de un muchacho que en Deportiva Franceda ganaba los partidos casi solo. El pibe era un fuera de serie, pero no sentía que ese deporte marcara su futuro. A Lucke le costó viajar y cuentan que le insistieron durante horas para que vaya a Pilar. Claro, una vez que presenció la exhibición de JM Hernández (7/08/82, Buenos Aires) quedó asombrado con su juego. Inmediatamente vino la citación para Los Pumas M19 y la primera sorpresa, porque antes de presentarse "Juani" se fue a jugar al fútbol con unos amigos y acabó con un pie enyesado.

Luke se quería morir y tuvo que esperar varios meses para incorporarlo al equipo nacional. Hoy, nueve años después, Juan Martín Hernández es uno de los rostros predilectos del deporte argentino. Fue el mejor "Puma" en la revolución francesa de setiembre (terceros en el Mundial) y uno de los exponentes más importantes en el título logrado por el Stade Francais durante el último súper competitivo Top 14.

La historia de Hernández no es la de los héroes deportivos posmodernos. Nació y se crió en una familia acomodada, su padre era amante del rugby y lo influenció, como no, para que sea parte del ambiente. Jugó hasta que tuvo ganas, dejó, pocas veces trabajó y más tarde volvió a las canchas. A los 21 emigró a uno de los equipos más importantes de Francia. Lo hizo cuando era, al menos fuera del rugby, poco más que un desconocido. Incluso algunos aseguraron que su pase fue "anormal". "Es como que un tipo de All Boys sea el 10 de Basile y juegue en el Milán", explicaron.

Hernández nada tiene que ver con los románticos que defienden el rugby amateur, porque entiende que el profesionalismo es el único camino para llegar a medirse con los poderosos, e incluso permitió que la ovalada dejara de ser sólo un pasatiempo de ricos. "Le agradezco a la vida que juego rugby. Ese sacrificio de estudiar, trabajar, entrenarme, dormir apenas 6 horas... Yo no sé si lo hubiera aguantado", decía sin pudor en Francia antes de vencer a los Springboks en otra tarde heróica por el tercer lugar.

Juan Martín Hernández es tan crack que hasta el menos idóneo en la materia se detiene frente a la pantalla chica para decir lo "bien que juega nuestro 10".

Desde el fondo manejó a gusto y placer todos los partidos mundialistas con su notable repertorio de kicks y drops.

Pero lo más sorprendente de Hernández fue su convencimiento. De entrada olió a capricho el constante pedido para ser apertura, sobre todo porque en el 2006 lo habían premiado como el mejor fullback del mundo. Pero no dejó de insistir.

"Quiero ser el mejor apertura del mundo, no el mejor fullback. La gente no puede entender cómo si me iba tan bien de fullback, quería cambiar de puesto. Pero es así", señalaba antes de que el Mundial de Francia lo mostrara como un notable jugador y una marca que vender.

Hoy el "Mago", como lo apodaron en la ciudad de las luces, es tapa tanto de diarios deportivos como de revistas del corazón. Sus "patadas" se cotizan en euros, su rostro vende desde relojes hasta paquete de yerba y el que se desvive por tenerlo es el poderoso Leicester inglés, donde Marcelo Loffreda es DT.

Hernández y Los Pumas le hicieron saber a todos que debía ser invitados a las grandes citas, algo que finalmente ocurrió (al Tres y Seis Naciones).



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