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La zanja de Alsina

Adolfo Alsina nació en Buenos Aires el 4 de enero de 1829. Era hijo del dirigente unitario Valentín Alsina y de Antonia Maza -hija de Manuel Vicente Maza-.

En 1835, cuando Rosas asumió por segunda vez la gobernación de Buenos Aires, su familia emigró a Montevideo donde inició sus estudios de Derecho. Después de Caseros, en 1852, regresó a su ciudad natal donde continuó sus estudios, graduándose de doctor en Jurisprudencia.

Comenzó su actividad política, iniciando una fuerte campaña, en las columnas de "Nueva Época", a favor de Buenos Aires y en contra de Urquiza. Se incorporó en el ejército unitario en la guerra civil, participando en las batallas de Cepeda y de Pavón.

En 1862 fue elegido diputado al Congreso. Cuando se trató la iniciativa impulsada por Bartolomé Mitre sobre la federalización de la provincia de Buenos Aires, se puso al frente de la oposición a esa medida, lo que provocó la división del partido Autonomista, cuyas diferencias con el otro partido fundado, el Nacionalista, marcaron rumbos durante más de quince años en la historia de la República.

Fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires en 1866, Nicolás Avellaneda fue su ministro de Gobierno y realizó una muy buena administración. Fue vicepresidente de la República en la presidencia de Sarmiento (1868 - 1874).

Al finalizar su mandato, fusionó su partido Autonomista creando el Partido Autonomista Nacional, que llevó al doctor Avellaneda a la presidencia de la República. Alsina fue su ministro de Guerra y Marina.

Durante su ministerio proyectó una línea de fortines protegidos por una zanja, plan que permitiría encarar una solución a la guerra entre blancos y aborígenes que no implicara el exterminio de estos últimos.

En una de esas incursiones en las líneas de fronteras, en Carhué, contrajo una intoxicación que afectó sus riñones. En grave estado fue trasladado a Buenos Aires, donde falleció el 29 de noviembre de 1877, a los 48 años.

Corría el año 1874 cuando asumió el doctor Nicolás Avellaneda y quedó a cargo del Ministerio de Guerra y Marina el doctor Adolfo Alsina. El actual partido de Rivadavia, en la provincia de Buenos Aires, era entonces una región insegura e inhabitable, azotada por los malones en busca de hacienda y utilizada como vía de paso por los indios. El gobierno buscaba extender la frontera desde el río Salado hasta el río Negro, para anexar esas tierras que posibilitarían la integración económica.

Para lograr ese objetivo fue creada la "Zanja de Alsina", nombre dado a un sistema de fosas y fortificaciones que fueron construidas desde Nueva Roma -al norte de Bahía Blanca- hasta Italó, al sur de la provincia de Córdoba, paraje cercano a la laguna Amarga en donde desemboca el río Quinto. Estaba ideada para cubrir 600 kilómetros, hasta llegar a San Rafael (Mendoza). Se construyeron 374 kilómetros que establecieron una nueva frontera, con nuevos fuertes erigidos en Trenque Lauquen, Guaminí, Carhué y Puán.

Su construcción, extremadamente costosa, fue dirigida por el ingeniero Alfredo Ebelot. Hasta Trenque Lauquen trabajaron dos regimientos de Guardias Nacionales y una cuadrilla de 60 a 80 peones. Hacia el norte, hasta Italó, se contrató una empresa privada con 300 peones. La zanja tenía 2 metros de profundidad y 3 de ancho y tenía un parapeto de 1 metro de alto por 4,50 de ancho. El fondo era de sólo 60 centímetros. Se levantaron sobre la línea 109 fortines que estaban a cargo de un oficial y de 8 a 10 soldados, quienes debían diariamente, a lo largo de la línea, realizar descubiertas (reconocimientos que en ciertas horas hace la tropa para averiguar la situación del enemigo).

La zanja no fue concebida contra las tribus indígenas sino para impedir grandes arreos de ganados, que robaban en las estancias y vendían en un centro clandestino en Valdivia (Chile).

No puede considerarse que el proyecto de Alsina haya sido militarmente exitoso, pero sí fue un obstáculo para las correrías de los indios. No les impedía entrar y salir por donde quisieran, pero cuando llevaban arreos vacunos tenían que abrir portillos perdiendo en la operación algunas horas que las tropas aprovechaban para írseles encima y alcanzarlos.

La zanja, según las palabras de quien la proyectó: "Era mucho más que una excavación de un campo vacío. El desierto no es vacío y la obra constituye un programa de gobierno para activar dos mil leguas superficiales que representan para el pastoreo y para la producción de cinco millones de vacas".

Hoy quedan muy pocos rastros de aquella famosa zanja que fijó la primera fase de la ampliación hacia el sur de nuestras fronteras, afianzando definitivamente la soberanía en nuestra Patagonia.

ABEL SANDRO MANCA



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