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Los grandes sueños de Bailey Willis

Bailey Willis (1857-1949), geólogo norteamericano, profundo admirador y contemporáneo de Francisco P. Moreno, llegó a la Argentina en 1911 para encabezar una misión cuyo objetivo era llevar agua a San Antonio y un tren a San Carlos de Bariloche.

Las vías se habían estancado a unos cien kilómetros del lago por las dificultades que presentaba la geografía para el tendido de las paralelas de acero. La comisión de Willis, especializada en el análisis del suelo, sorteó las trabas de la burocracia criolla para concretar su meta. Su trabajo fue impecable. Culminó con un proyecto de trazado de vías que recién se realizó veinte años después. Pero en 1911 Willis fue por más. Hasta dejó un protodiseño de la represa de El Chocón para irrigar 400.000 hectáreas y aportar energía para el desarrollo de la Patagonia e hizo un proyecto de una ciudad industrial en las inmediaciones de Bariloche.

Si la Patagonia no abunda en relatos épicos, he aquí uno. Montados en sus caballos, viviendo en campamentos precarios, conquistando kilómetro a kilómetro, la expedición de Willis es un potente relato de pioneros, la de hombres como Leonhard Ardüser y Paul Boul (Historia de Vida) que, movidos por un sueño, se atrevieron a vivir la Patagonia de principios de siglo con sus rigores y su soledad. "Un yanqui en la Patagonia", de Bailey Willis, es un libro formidable para conocer cómo se vivía entonces en ese territorio, cuáles eran los desafíos que se presentaban a quienes se aventuraban a llegar a este confín.

Willis narra su experiencia en la Patagonia entre 1911 y 1915, intercalando sus pareceres con la descripción de paisajes y las costumbres de un país que lo seducía poderosamente. Publicado por primera vez en 1947 por la Stanford University Press y agotado desde hace décadas, el texto de Willis fue rescatado hace unos años por un especialista en su obra, el ingeniero y escritor Sergio Sepiurka (porteño radicado en Esquel), autor a su vez del ensayo "Sueños de Cordillera", "Rocky Trip. La ruta de los galeses en la Patagonia".

El testimonio de Willis puede ser leído con un relato histórico, pero a esta primera lectura se le impone el estilo de la crónica de aventura. En este sentido el diario de Leonhard Ardüser es un complemento fantástico de este libro. El suizo cuenta cómo fue el trabajo de la comisión por dentro y a este aporte se agrega el relato de dos jóvenes inmigrantes que se sumaron a la genial aventura que encabezó Willis. En este sentido son muy valiosas las descripciones que hace Ardüser de este personaje que tanto dio a la Patagonia:

"19 de marzo de 1911. Ayer trajeron dos profesionales norteamericanos más. Uno de ellos, ya mayor, una persona muy amable, es el jefe de toda la expedición, se llama Bailey Willis... Este hombre recorrió todo el mundo, como geólogo de una universidad norteamericana, haciendo estudios de enormes extensiones. Tiene una enorme experiencia y práctica... Esta comisión se denomina Comisión de Estudios Hidrológicos. Los geólogos que la integran estudian el suelo, plantas, piedras, rocas, vegetación; siguen las formaciones rocosas, buscan y constatan la existencia de agua en el subsuelo, confeccionando los registros y planos correspondientes. Previamente debe realizar el trabajo la otra división, a cargo de las mensuras y la nivelación... Hay topógrafos y entre ellos 4 suizos, los señores Frey, Luginbühl, Grenacher y Eschmann, con ellos hablo dialecto suizo-alemán. En cambio los geólogos, incluido el jefe principal, quien hizo el contrato con el gobierno, son norteamericanos y con ellos hablo inglés.

"1 de julio. El señor Willis es resistente y ágil. Desde la mañana temprano hasta la noche uno lo ve moverse permanentemente de un lado a otro y trabaja. No se le escapa nada. Es sencillo y amable con todo el mundo. Si puede ayudar a alguien con problemas, no duda en hacerlo". (SY)



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