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\"Un suizo en la Patagonia\": el diario de Leonhard Ardüser
Leonhard Ardüser llegó a la región con la expedición de Bailey Willis. Su hijo Jorge editó el diario que cribió su padre durante su estancia en la zona. Leonhard y su amigo Paul Boul, al terminar su trabajo, compraron Puerto Manzano.

Jorge Ardüser llegó a Bariloche en 1947. Tenía entonces 12 años pero aún conserva su acento extranjero. Llegó a una región que de algún modo conocía, pues su padre le había hablado de este paraíso desde que recuerda.

Leonhard Ardüser tenía 62 años cuando decidió regresar a su "querido Nahuel Huapi", un lugar añorado a lo largo de 21 años. Esta vez vino con su esposa Gertrud Martha Keller y sus cuatro hijos.

De algún modo este viejo aventurero, emprendía una nueva aventura. La primera la había hecho en 1911, cuando junto a su amigo Paul Boul participaron de la expedición al mando de Bailey Willis, un geólogo norteamericano contratado por el gobierno argentino para llevar agua a San Antonio y para concretar la unión del puerto de Buenos Aires con el Nahuel Huapi. La geografía compleja que presentaba la zona era un desafío para llegar con los rieles hasta Bariloche (ver Historia de Acá).

Hace unos años, Jorge Ardüser se ocupó de traducir los diarios que dejó su padre, en los cuales relató este viaje exploratorio y la fascinación que le siguió al descubrir la región de los Lagos. Tras una investigación minuciosa y una interesantísima recopilación de fotografías, Jorge Ardüser logró la edición de dos libros: "Un suizo en la Patagonia"(1911-1912), que narra las vivencias de su padre en la expedición de Willis y "Dos suizos en la Patagonia" (1913 a 1925), al que se hará referencia en el próximo suplemento "Rural", el cual cuenta la vida de estos amigos en su propiedad de Puerto Manzano (1913 a 1921) y la posterior estancia de ambos en la Estancia Far West (1922 a 1925).

Leonhard Ardüser llegó a la Argentina en 1909 desde Suiza. Viajó con su amigo Paul Boul, también nacido en Davos-Platz, Cantón de los Grisones. Tenían entonces 24 años y decidieron salir a conocer el mundo. La Argentina era un gran imán de hombres y aquí recalaron. De ella les había hablado un primo de Paul, Christian Paul Wild, otro coterráneo que se había establecido en Necochea. Los amigos consiguieron empleo inmediatamente. Leonhard en una estancia en Santa Fe y Paul en otra en Buenos Aires. Seis meses más tarde ambos fueron contratados para trabajar con el ingeniero topógrafo suizo Luginbühl en la comisión "Mapa de la Provincia de Buenos Aires", coordinada por el perito Francisco P. Moreno.

Durante 7 meses hicieron una experiencia que sería definitiva, pues en 1911 emprendieron camino hacia el sur, incorporados a la "Comisión de Estudios Hidrológicos" a cargo del geólogo norteamericano Bailey Willis y secundado por el ingeniero Emilio Frey.

Leonhard, quien desde que aprendiera a escribir había llevado registro de su vida en su diario, tomó nota de esta experiencia que le llevó algo más de un año y que permite acceder a la vida íntima de la comisión. Allí relató su trabajo y vivencias durante su viaje por la Línea Sur desde San Antonio hasta el Nahuel Huapi. Observador exquisito, Ardüser iba contando día a día su aventura. Enviaba cartas y capítulos del diario a su madre, hermanas y a la familia de su compañero de viaje. Increíblemente el registro de este viaje a la Patagonia, donde finalmente Ardüser echaría raíces, fue el único cuaderno que se conservó y que su hijo Jorge convirtió en libro.

El trabajo de la comisión terminó en 1913 y en setiembre de ese año Paul y Leonhard compraron, en premio al enorme esfuerzo, la estancia Puerto Manzano (Villa La Angostura).

Éste fue un viaje singular para estos amigos. Porque aquí descubrieron su "pequeña Suiza", como la llamaba Bailey Willis, "pero menos poblada y con la naturaleza intacta", recordaría Leonhard. "Cualquier persona cuyos ojos hayan visto una vez este hermoso rincón, y especialmente quien haya vivido junto al lago o al pie de la cordillera, no podrá sacarse de encima la nostalgia y el tremendo deseo de volver", escribiría Ardüser en su diario años más tarde.

El verano de 1912 los amigos vieron por primera vez la cordillera. Desde Maquinchao, cruzando la estancia San Ramón a caballo, llegaron Leonhard, Paul, Bailey Willis y Emilio Frey "al gran lago". Así recordaba Ardüser aquel día: "Primero observamos a mucha distancia el hermoso cordón que forma la cordillera y de golpe, abajo, apareció ante nuestros ojos el azul profundo del lago... las hermosas cumbres estaban hasta la mitad bañadas en dorado por el sol. Detuvimos los caballos y mudos contemplamos el esplendor y toda esta maravilla... En el primer momento la agradable sorpresa nos dejó sin habla y, cuando nos repusimos, no podíamos contener nuestros gritos jubilosos de regocijo, alegría, felicidad y agradecimiento".

 

Un diario desde la Patagonia

 

Pero volvamos a aquel viaje iniciático, el que significó el descubrimiento de la Patagonia. El diario de Leonhard Ardüser tiene su primera hoja fechada el 18 de febrero de 1911. Cuenta allí que dos meses antes él y su amigo estaban buscando trabajo en alguna estancia en Santa Cruz

cuando se enteraron de que se estaba organizando una expedición al sur. "La misión era practicar las mensuras de tierras colindantes con la proyectada línea del ferrocarril desde Puerto San Antonio hasta Puerto Deseado, en franjas de cinco leguas a cada costado de la línea. Se trata de tierra fiscal que va a ser vendida, tramo por tramo, una vez que el tren los recorra regularmente. Cuando hay veinte leguas listas, se remata en Buenos Aires la tierra colindante a ambos lados... Los recursos de estas ventas naturalmente deben cubrir los costos de las mensuras y los estudios geológicos. La idea nos gustó mucho; no se presentaba una mejor oportunidad para conocer el sur, los campos, los lagos, los bosques, las condiciones y composición del suelo, la cordillera, el clima, ya que además de ingenieros se sumarían geólogos. Si no me equivoco el proyectado ferrocarril iría desde el San Antonio a la cordillera, al lago Nahuel Huapi, desde allí a lo largo de la cordillera hasta la proximidad del lago Buenos Aires y finalmente retornaría al mar, a Puerto Deseado".

La salida se demoró porque -escribe Ardüser con asombro- "¡El Estado no tenía dinero!" y recién emprendieron el viaje el 10 de febrero. Relata a su madre que parten "en un grupo con su amigo, otro suizo, un alemán, dos hermanos nacidos en Nueva Guinea, un danés, argentinos, españoles y portugueses". Un mundo multicultural que marca un tiempo extenso de la Argentina.

Leonhard y Paul llegaron a Río Colorado desde Bahía Blanca el 14 de marzo de 1911. Ardüser observa con deleite "las hermosas quintas" que hay allí al lado del río y en las que producen vid, melones, sandías, verduras, maíz y alfalfa.

Leonhard sin querer propone una mirada antropológica del lugar. Cuenta costumbres, apuntes de vida cotidiana de los pueblos sureños. Así, anota en su diario que la bebida típica es el mate y que comen puchero, asados, empanadas y galleta. Detalla en cada parada los precios de cada cosa. Sorprende saber que un kilo de carne cuesta entonces lo mismo que un kilo de papas, una oveja 4 pesos, 12 kg de tabaco 31,55 pesos, una botella de cerveza 80 centavos y un litro de vino 60.

En su mirada anota con detalle la vida de los indios. Observa sin hacer juicios. "Los indios por aquí tienen perros galgos grandes y muy bonitos. Nos cruzamos hace poco con seis indios a caballo, acompañados por una docena de esos perros. Los usan para la caza de guanacos... Indios puros práctica- mente no hay por estas regiones, casi todos son mestizos, cruza con europeos, mayormente españoles".

Las siguientes paradas del grupo fueron Choele Choel y Valcheta, últimos oasis antes de adentrarse en la estepa.

Leonhard había estudiado agronomía y hotelería en Suiza. Desde la Patagonia recuerda "con espanto el aprendizaje para secretario de hotelería en Basilea". Aquí se sentía libre y amaba esa condición. Al comenzar el relato se hace difícil imaginar que un hombre como él se adaptara con tanta naturalidad a un ambiente hostil. Pero nada parecía perturbarlo demasiado, excepto la impuntualidad, las esperas de mercadería que no llegaban a tiempo, la deshonestidad de los bolicheros que encontraba al paso, los hurtos y las denuncias contra los abusos policiales de los agentes del orden del territorio. El resto es asombro, descubrimiento. Las culturas diversas, los animales y plantas del lugar, el paisaje y el viento helado del sur, lo subyugaron.

Su paso siguió por Corral Chico, entonces punta de rieles. Luego Bagual Niyeu, Pilcaniyeu, Curahinca, Los Capelles y el Nahuel Huapi, mojones de su itinerario.

Ardüser trabajó como capataz del ingeniero Lewis y hacía su trabajo con total esmero. Su grupo llegó en primavera a Pilcaniyeu. Allí también pasó las Fiestas. Sería la segunda Navidad en la Argentina (recuadro).

Cada encuentro con su amigo Paul era un motivo de celebración. Durante la expedición trabajaban en distintos grupos, pero se mantenían permanentemente comunicados y se visitaban con frecuencia. Paul no sólo era su amigo de Davos, era su compañero de sueños.

Leonhard y Paul tenían el horizonte claro cuando partieron de su tierra como inmigrantes. Querían trabajar para comprar tierras. Los amigos se sentían afortunados por haber hecho esa experiencia en la comisión, por haber podido ver la tierra antes de comprarla: "En Buenos Aires -cuenta- el gobierno vende estas tierras y dice que son tantas y tantas leguas fértiles. Uno se pregunta cómo es posible que haya gente que las compre en los remates sin haber visto los campos. Una vez compradas, vienen a verlas y se encuentran con que, con suerte, un cuarto de la tierra es fértil. La conforman esos vallecitos, el resto es desierto pedregoso. El verano pasado, en Buenos Aires, por curiosidad me fui a las oficinas de 'Colonización Germana', que tiene en Chubut más de cien leguas subdivididas para vender. Me mostraron fotografías de paisajes arbolados y lagos muy bonitos. Les dije: 'Antes de comprar voy a ver esas tierras' y me contestaron: 'El viaje de ida y vuelta es demasiado caro, es antieconómico, no lo haga, no le conviene'. Esta contestación me bastó".

En junio de 1912 se interrumpió el trabajo de la Comisión por tres meses y, en octubre, se inició el estudio preliminar para el trazado del ferrocarril a Bariloche. Durante este impasse, se enteraron de la venta de la estancia Puerto Manzano, un lote pastoril de 625 hectáreas que los encandiló por su belleza. Inmediatamente pagaron una seña, dejaron la comisión y viajaron a Suiza para buscar dinero para completar la compra.

Habían encontrado su paraíso. Otro sueño comenzaba.

La estancia cordillerana la compraron a Christian Boock en 1913 y en 1921 la vendieron a Ernesto Jewell porque la esposa de Paul, Emma Lechleitner, sentía que aquel era un lugar muy asilado para criar niños. Meses más tarde. Paul Boul fue contratado de mayordomo y Leonhard como su ayudante en la estancia "Far West" (luego llamada Huemul), propiedad de Aarón de Anchorena y Carlos Ortiz Basualdo.

Allí estuvieron unos años, hasta que decidieron regresar a Suiza. Paul murió en su país en 1941 y Leonhard se casó en 1928 con Gertrud Martha Keller, con quien tuvo cuatro hijos: Dolores, Leonhard, Jörg y Beatrice.

En 1947 Ardüser, tras 21 años de ausencia y añoranzas, decidió radicarse en Bariloche. Tenía entonces 62 años y sus últimos 20 años de vida los pasó en ese lugar que tanto amaba.

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com



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