Cómo fue el comienzo de la escuela? –Básicamente, porque siempre tuve facilidad para hablar de sexo. Me gusta mucho relacionarme con la gente y, en lo posible, ayudarla. Así que encontré esta veta en mí que tiene que ver con la parte divertida del sexo. Comencé con clases serias, después vinieron los seminarios, luego las despedidas de solteras y, finalmente, la obra de teatro en la avenida Corrientes. –¿Cuál fue tu primera clase? –Soy masajista profesional (matriculada), así que empecé enseñando masajes eróticos y descontracturantes a parejas, hace cuatro años. A partir de entonces fui incorporando otras cosas como el strip-tease. –¿Cuál es el problema con el que llegan? –La autoexigencia de ser la mejor. La gran fantasía masculina es estar con dos mujeres, mientras que para la chica la fantasía es ser la mujer más importante en la vida de un hombre. Por eso, en general, las mujeres vienen a desinhibirse, a liberarse y a divertirse... –¿Se puede realmente transmitir y aprender eso? –Lo que yo enseño no sirve para trabajar. O sea, no es que el que viene a mis clases después es masajista profesional. Sirve para que después la mujer lo practique con su pareja. –¿Con qué autoridad decís eso? –¿Desde qué lugar lo digo? Trabajé diez años como masajista y en Buenos Aires estoy considerada de las mejores, de las que ya no hay. Hay miles que lo hacen pero pocas son buenas. Todo lo que enseño lo aprendí investigando, escuchando mucho a la gente. Además, me ayuda mucho que no tenga problemas para hablar de nada. –¿Qué fue lo más raro que te pasó en tus clases? –Mmm... que una chica virgen en su despedida de soltera se entusiasmara con los vibradores y no quisiera soltarlos, al punto de pelearse con las amigas. Lo que me sigue sorprendiendo es que al prepucio lo llamen crepucio o telita... –¿Cuáles son las preguntas más repetidas de las mujeres? –El sexo anal, el tamaño del pene, la eyaculación precoz… Además, noto que las mujeres se preocupan mucho por complacer a su pareja y se olvidan de pensar en su propio disfrute. Por eso las reto un poco. –¿Y cómo se acerca la gente? ¿Es tímida? –Un poco de todo. Están las muy tímidas que piden una entrevista previa. Saben que enseño strip-tease, baile en el caño, álter ego (clase de disfraces)... ahí pasa algo divertido, porque las mujeres me cuentan que se disfrazan y después dicen “¿Y ahora qué hago?”. –¿Cómo? –Claro, ellas se visten de colegialas y después no saben cómo seguir. “¿Qué hacemos ahora?” Bueno, entonces les explico que eso es mucho más divertido cuando lo hacés como juego erótico. –¿Y cómo sería? –Bueno, yo soy tu colegiala y vos sos mi compañerito o maestro, por ejemplo. Contextualizar y fantasear, eso influye mucho. –¿Quiénes van a tu escuela? –Mujeres, porque es para ellas. Tímidas, desinhibidas... Pero siempre digo que no trabajo por edades sino por momentos de la vida: mujeres enamoradas, otras que se acaban de divorciar y otras que quieren recuperar la pasión de la pareja. Todo esto puede suceder a cualquier edad. –¿Hay ciertos prejuicios para jugar, dependiendo de las edades? –Sí; por ejemplo, después de los 40 algunas mujeres sienten que la sexualidad activa es algo que les compete sólo a las “más jóvenes”, pero eso no es tan así. Así, las mujeres de entre 50 y 60 años llegan porque después de mucho tiempo de sexo rutinario quieren algo de placer, ya sea con su marido o con parejas nuevas. En cambio, las de entre 30 y 45 años buscan satisfacer a un amante. –Hablando de amantes, ¿la infidelidad suele ser una de las preocupaciones de las mujeres? –Sí. Y si me preguntás qué pienso... mmmm... me encantaría tener y sostener una idea clara al respecto, pero la teoría es una y la realidad, otra. –Antes dijiste “recuperar la pasión”; ¿cómo enseñás eso? –A ver, para recuperar lo que se perdió después de 15 años se necesita un verdadero trabajo de las dos partes. ¿Sabés qué pasa? En la cama se dirime poder. Somos muy retorcidos. Hay muchos rencores que se pasan a la cama. –¿Entonces? –La explicación es sencilla: todos queremos placer, y el sexo es lo más placentero. Lo que pasa es que la gente cree que el sexo no se aprende... hasta que se da cuenta de que hay mucho que aprender. –¿Qué es lo que más quieren aprender tus alumnas? –Strip-tease, masaje erótico, seducción e imagen... También vienen mucho para despedidas de solteras. –¿Por qué? ¿Qué hacen? –Les doy clases de sexo, que son muy divertidas y graciosas. Se llaman “Hubiera querido saberlo antes”. Les enseño los secretos de las profesionales para que los usen en la intimidad de su hogar. En pocas palabras: a que saquen a la cabaretera que tienen adentro. –¿Te parece que eso lo tienen todas las mujeres adentro? –Sí, no tengo dudas. Absolutamente todas. Pero pasa que hay pudor, prejuicio y, también, el hecho de encontrar el momento y la persona adecuados. –¿Por qué? –Hay mujeres a las que les gustaría hacer un montón de cosas pero los hombres que tienen al lado no las dejan. O viceversa: el hombre le pide cosas y a la mujer le da vergüenza. –¿Y qué hacés en esos casos? –Con esas chicas trabajo en la actitud. Quiero decir también que yo no invento nada, porque ya está todo inventado; lo que hago es trabajar estudiando la cabeza de los que vienen a tomar clases. Me fijo en qué es lo que siempre quisieron hacer y vemos por qué no se animan. La idea es que logren hacerlo sin sentirse mal. –¿Lográs que salten sus propias barreras? –Cada uno tiene sus propios límites, pero puede ir un poco más allá. Es muy relativo. Hay chicas que quieren desinhibirse, otras que no saben manejar su cuerpo, algunas creen que no pueden ser sexies... es variado. Hay una sociedad de consumo tremendo donde, si no sos perfecta, no existís. Hay que animarse a ser una misma a pesar del cuerpo que tengamos. –¿Pensás que hay miedo al ridículo? –Sí, mucho. Y a lo que pueda pensar el otro. Mi tarea es tratar de evadir un poco eso. Sea lo que sea, hacerlo porque a uno le divierte. Por eso lo mío es breve, no es una terapia. Soy muy práctica. –¿Qué es lo más difícil para tus alumnas? –Saltar la barrera. Les cuesta venir, pero cuando se deciden y me conocen se vuelven fanáticas. Les doy confianza, soy muy franca y clara; ven mi imagen en los medios, de manera que se sientan relajadas. En lo que soy muy estricta es en que todo lo que hagan tiene que ser a conciencia, sin estar drogadas ni alcoholizadas. A veces los hombres les proponen cosas que las mujeres no quieren o no están seguras... –¿Cómo qué? –Por ejemplo, ir a un boliche swinger. En ese caso, creo que se trata de un camino que tiene que ver con una cierta evolución mental. No es para todos. A las mujeres en particular les digo que, si eligen hacerlo, lo hagan por ellas, porque quieren, porque les da la gana... pero no por ellos. Digamos que todo lo que se hace entre adultos, con pleno consentimiento de las partes que participan, es una decisión personal. –¿Qué más les sugerís a las mujeres? –Les recomiendo que aprendan a masturbarse, que se permitan jugar, que se respeten en sus gustos y que practiquen el “sano egoísmo” (un poco para vos... y un poco para mí). –¿Y perciben realmente la efectividad de tus clases? –Por los comentarios, sí. Hay de todo, pero depende mucho de tener la mente abierta y de estar dispuesto a disfrutar sin fingir. Pasarla bien es un camino. Pero quiero que quede claro que no soy sexóloga, soy experta en juegos eróticos. Cuando hay problemas de sexualidad derivo a la persona con el profesional correspondiente, ya sea sexólogo o psicólogo. De hecho, hay muchas mujeres que llegan acá después de haber pasado por el sexólogo o el psicólogo. LA ELEGIDA Paola Kuliok dice: “Nunca me molestó ser la hermana de Luisa”, la actriz que protagonizó varias famosas telenovelas de los años ’80. Cuenta que en el secundario no le creían que era “la hermana de...” y recuerda que a los 14 años “quería ser vedette como Moria Casán”. Después estudió organización de eventos, aunque siempre estuvo interesada en todo lo relacionado con el sexo. Sin embargo, se preocupa siempre por aclarar que no es sexóloga: “más bien soy una teórica del sexo”. Paola es la directora de PK-Escuela de Sexo, donde –dice– enseña los secretos profesionales a las mujeres de todas las edades. En su escuela se da una gran variedad de cursos, seminarios y actividades para parejas, entre otras cosas. Los precios van de 50 a 70 pesos. Las clases-charlas para despedidas de solteras, por ejemplo, duran unas dos horas y –promete ella– “son una buena manera de aprender varios trucos para sorprender al futuro esposo”. Durante la entrevista, Paola habla rápido, sin pausa y sin ningún tipo de inhibición. Su celular suena unas cuantas veces, se disculpa con el cronista y también con la persona que llama, porque “hasta dentro de dos semanas no tengo lugar”. Más info: www.pkescueladesexo.com.ar
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