|
||
El salitre en la literatura | ||
El salitre generó una cantidad increíble de noticias, editoriales, artículos, poemas, novelas. Por años, fue tema diario en los medios informativos. Hubo expertos en "la cosa salitrera". Esta sal significó el elemento esencial en la transformación de Chile de una mentalidad agraria a una economía que desató todo un proceso de cambios políticos y sociales. Afianzó una clase social, el proletariado, y una en particular, el "pampino", que siendo proletario tiene ese agregado: pampino. Es como decía Sabella: "El huaso hecho hombre", es decir: el hombre del campo que fue transformado por el desierto. Un ser humano que adquiere conciencia de su clase. El afán de desarrollo económico a través de inversionistas chilenos y avispados ingleses incita a la invasión. Los apetitos abren un hambre por los territorios plenos de riquezas pertenecientes a Perú y Bolivia. Se desata la guerra llamada "del Pacífico". Chile, ganó la guerra, pero los que realmente ganaron fueron los buitres ingleses primero y posteriormente las alimañas norteamericanas y por cierto esto desencadenó por nuestras tierras bandadas de pirañas rubias. Aparte están los pinganillas y ladrones de baja monta. Toda una fauna de sirvientes y sirvientillos pobló el zoológico pampino, seres pervertidos por la libra esterlina, el dólar y la presencia de los judíos Guggenheim. Nombres y apellidos de los perversos y linajudos vendidos se lucen en las calles de Chile; ellos fueron abogados, parlamentarios, ministros y gestores de la contrarrevolución de 1891. Cien mil libras invirtió John Thomas North para esta gestión de corruptela. Proliferaron los mister "Práietu", el chileno Prieto transformado en mister, personaje de "Inmóvil Océano" (Editorial Universitaria, sin fecha), cuentos del unionino Nicolás Ferraro Panadés (nacido en Pampa Unión en 1921). El salitre generó una vasta bibliografía que abarrotó hemerotecas, también una amplia literatura tanto ensayística, histórica, poética y narrativa. El tema salitrero no ha estado exento de iconografía plástica, filmes y teatro. No en vano este país vivió -al menos los ricos lo saborearon más- cincuenta años sin pagar impuestos a costillas del "oro blanco". Los que sí saborearon sangre trabajadora fueron los masacradores del Ejército y los "chanchos" que hicieron papilla a muchos desprevenidos que fueron agarrados por los bolones de la infernal moledora de caliche, los tiros de dinamita que despanzurraron viejos, el alcohol, la mala alimentación, las enfermedades endémicas y las venéreas. Miles de niños no alcanzaron un mes de vida y otros miles y miles murieron antes de un año; ésa fue la otra cara de la medalla del "oro blanco". Hay un título que no se olvida: "En la pampa quedan las cruces". Dice Oscar Bermúdez en "Historia del Salitre" (Ediciones Pampa Desnuda, 1984, Santiago) que una publicación de prensa contiene el siguiente relato: "Actualmente la Pampa del Tamarugal es recorrida en distintas direcciones por diversas caravanas de peones chilenos, muchos de estos ex soldados de la guerra... los victoriosos soldados de ayer, desvalidos gañanes ahora, cruzan los arenales cubiertos de harapos bajo un sol abrasador, sedientos, solicitando humildemente que se les dé trabajo para no morir". (Diario "La Industria", 3/9/1885, Iquique). Si alguien leyó "Desde un montón de salitre" apreciará a un autor que encontró en la pampa "un ambiente agradable, una casa-habitación que ofrecía toda clase de comodidades" (Ricardo Walsen, 1962, Editorial del Pacífico SA, Santiago, pág. 34). Otra manera de ver tienen los hermanos Ponce. Así encontramos la diferencia entre el sirvientillo pinganilla y dos personas conmovidas por la miseria del obrero. Los Ponce comparan "los trabajos de la pampa con los de la apertura del canal de Panamá... Las condiciones de salubridad tienen cierta analogía. En medio de los espacios del campamento dejados por los cuerpos de edificios se amontonan los detritos de mayor duración..." ("Los Obreros del Salitre", págs. 135/136). "Toda clase de comodidades", una casucha por la que se colaba el viento frío del desierto en las noches y el calor sofocante del día. Mario Bahamonde dirá: "¡Pero si ustedes hubieran vivido, como yo, en aquel viejo cantón salitrero de la pampa de Taltal! Años y años las mismas caras, las mismas faenas. El desierto sólo puede sentirse con el corazón lleno de añoranzas. Aunque a veces la vida haya sido agria o absurda". ("Derroteros y Cangalla", 1978, Editorial Nascimento). El jaivón fue un sujeto arribista, de medio pelo, los famosos "palo gruesos, apolillados en el medio", esa clase media y una pequeña burguesía acomodaticia y figurona, muchas veces con el puro cuello, una pechera y corbata sobre el terno brilloso por el uso, de ahí surge la novela de David Rojas González "Jai-von" (Ediciones Sudamérica, 1932, Valparaíso), novela no exenta de denuncia: "La pampa es ruda, uniforme y sedienta. Ese viento que se oye silbar no acaricia los rostros sino que pasa a grande altura. "-Es dura la naturaleza aquí, señor Jiménez. "-Muy dura, doctor. Ya la conocerá usted. La pampa traga nuestra juventud y nuestras alegrías. Uno mismo se vuelve costra de salitre. Y no crea que se nos paga bien del todo; buena mesa y sueldo no despreciable, pero somos asalariados, nada más. Y lo peor es que uno se acostumbra a la esclavitud del desierto". Augusto Iglesias (Julio Talanto) se encarga de resaltar las inclemencias climáticas del desierto, como lo apreciamos en su novela "El Oasis" (Ediciones Nuevo Extremo, 1951, Santiago). "Arriba el sol de plomo patea la redonda panza del desierto con su pezuña de horno. El calor sofocante que sube de la tierra y baja del cielo les seca la garganta. Al hombre blanco cuando viaja por estos arenales se le ocurre que esta calva inmensa, agria y al mismo tiempo apacible como la superficie de un cementerio lo va a momificar". Entre palabreo y palabreo, de salitre sí hay que decir, un señor publicó en mayo de 1940 en la revista "Atenea" (Año XVII, Tomo LX, Nº 179, pág. 269) que faltaba una literatura de "...fuerte garra que hubiera dejado en páginas palpitantes el testimonio de una de las etapas más interesantes del norte chileno... Y en todo esto había un campo fértil para la observación del novelista, del creador de arte, que sin embargo no fue explotado ni reflejado en su intensidad, en obras literarias de fuerte trabazón, episódicas, ricas en sentimientos y en observación de un medio tan variado y original". Sólo por esos años aparecieron varias novelas y cuentos de la pampa, que al parecer un comentarista de "Atenea" (Diógenes) nunca leyó. Menos tuvo, seguramente, tiempo de leer lo escrito a partir de 1896 con temática salitrera. Pero diremos que hay títulos como "Las mujeres están lejos", "Norte Grande" de Andrés Sabella, "Pampa Volcada" de Mario Bahamonde, "La Pampa Trágica" de Víctor Domingo Silva, "Tamarugal" de Eduardo Barrios y toda una poemática lírica pampina a los que, por cierto, ya los sacaremos del polvo del injusto olvido. Pero claro, cómo he de olvidarme todo lo que es el reencuentro con la salitrería, la que sale a borbotones de la novelística, como salnatrones encendidos de una de nuestras glorias literarias: Hernán Rivera Letelier. De paso te digo, Nano, que me debes "Canción para caminar sobre las aguas", no quiero perderme las andanzas de Cristo Pérez, Brando Taberna, la Jerónima Monroe y el ratoncillo Joe DiMaggio. Cierro este texto con estos versos de "Canto de Venganza", más conocido como "Canto a la Pampa", del poeta ácrata Francisco Pezoa, publicado en "El Pueblo Obrero" el 18 de abril de 1908: "Pido venganza por el valiente "que la metralla pulverizó, "pido venganza por el doliente, "huérfano y triste que allí quedó, "pido venganza por la que vino "tras del amado en pecho abrir; "pido venganza por el pampino "que como bueno supo morir". |
||
Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí | ||