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EL SALITRE

La guerra no estalla por el guano, que poco queda. Es el salitre quien lanza al Ejército chileno a la conquista de los desiertos contra las fuerzas aliadas de Perú y Bolivia.

De los estériles desiertos de Atacama y Tarapacá sale el verdor de los valles de Europa. En estas soledades no hay más que lagartijas escondiéndose en el pedrerío y piaras de mulas acarreando hacia los puertos del Pacífico los cargamentos de salitre, grumosa nieve que devolverá el entusiasmo a las cansadas tierras europeas. Nada hace sombra en este mundo sin nada, como no sean las fulgurantes montañas de salitre secándose al sol en el desamparo y los obreros miserables, guerreros del desierto que usan por cota una ruinosa bolsa de harina, piquetas por lanzas y palas por espadas.

El salitre o nitrato resulta imprescindible para los negocios de la vida y de la muerte. No sólo es el más codiciado de los fertilizantes. Además, mezclado con carbón y azufre, se convierte en pólvora. Lo necesitan la agricultura y la próspera industria de la guerra.

 

Eduardo Galeano: ("Memoria del fuego II: Las caras y las máscaras", Madrid, Siglo Veintiuno, 1984)



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