| | | | | | | | | | No habrá ninguno igual | | Por Jorge Gadano (jagadano@yahoo.com.ar) | | | | | | En el uso discreto y prudente -siempre que fue posible- del poder, don Felipe hizo esta provincia. No precisamente ésta de hoy, tal como la vemos, porque así como hubo un constructor hubo también un destructor. No obstante, así y todo, con sus más y sus menos ahí está: escuelas, caminos, hospitales, viviendas. Nada de todo eso es tan bueno como al principio. La gente no protesta porque sí, sino porque nada de lo que había en otros tiempos alcanza ahora. Fue educada para ser consciente de que todo eso era un derecho irrenunciable. De mi relación con Don Felipe guardo muchos recuerdos. Esta nota no los puede contener a todos. Solo uno. El, parecido a políticos de otro tiempo, como Hipólito Yrigoyen, hablaba poco. Y ocasiones hubo en que -si se me perdona la expresión- se hacía el gil. Por ejemplo cuando, en 1970, asumió por segunda vez el gobierno de la provincia. Nombrado por un dictador uniformado y en caída libre, Juan Carlos Onganía, discurseó esa vez ante el ministro del Interior, general Francisco Imaz. En una crónica dedicada al acto, Ana Tole dijo: que "Fue un buen discurso, en el que la Revolución Argentina (el nombre que los militares dieron a aquel capítulo de sus dictaduras) brilló por su ausencia". Imaz debió ocuparse de decir que "el gobernador Sapag está totalmente consustanciado con la Revolución Argentina". No se, no recuerdo, cual fue el gesto de Don Felipe al escuchar estas palabras. Pero no me extrañaría que haya estado mirando al techo. | | | | | | | | | | | | | | | | | | |