La fruticultura del Valle de Río Negro y Neuquén atraviesa uno de sus peores momentos.
Pero esto no se da, como históricamente ha sucedido, por condiciones externas que terminan arrastrando el negocio internacional frutícola, al cual el Valle no puede permanecer ajeno.
Lo lamentable es que esta crisis es producto de los continuos errores que cometió la actividad local en los últimos años.
Está claro que convive con los mismos problemas estructurales de hace más de cuatro décadas. Lo dramático es que cada crisis que reaparece la pone en un piso inferior a aquel en el que se encontraba.
Lo ocurrido esta semana con el aumento del 26% para los trabajadores rurales es representativo del escenario al que nos referimos.
¿Qué diferencia hay entre un 22% que piden los productores y un 26% que firmaron los exportadores? Muy poca. Ninguna actividad, relativamente saneada, puede argumentar que por estos cuatro puntos de diferencia debe bajar sus persianas.
Esto sólo ocurre cuando la crisis en ciertas actividades es terminal. Para muchos productores esta diferencia representa un punto de inflexión que marca el poder o no continuar en carrera.
¿Qué hubiera pasado si Tomada hubiera ratificado la suba del 22%? ¿El productor hubiera vuelto a tener rentabilidad? No, seguramente hubiera continuado para poder salvar su capital más preciado, la cosecha.
Pero esta imperceptible diferencia de cuatro puntos generó un quiebre en el espíritu de los chacareros. Sintieron que todo el mundo, menos ellos, define cómo repartir los beneficios que da la fruta, un producto que, en cada temporada que pasa, tiene menos por repartir.
Todos exigen cada vez más sobre algo que entrega cada vez menos.
La reacción de la política frente a esta foto fue otra vez errada.
Buscó calmar los ánimos prometiendo más subsidios, esta vez, a través de los Repro.
Es como si a un enfermo terminal, con el diagnóstico en la mano, el médico le diera una aspirina y a la semana, al no ver síntomas de recuperación, ¡tomara la decisión de darle dos aspirinas!
Se está sometiendo a los productores a la vergüenza de tener que mendigar cuando lo que corresponde es que los gobiernos (nacional y provinciales) asuman sus responsabilidades y arbitren las medidas necesarias para que puedan trabajar con dignidad.
Los productores son conscientes de que los costos, que son inflexibles a la baja y que crecen en dólares a tasas incompatibles con el desarrollo de la actividad, como es el caso de los salarios, nunca serán compensados con los transitorios subsidios. Éstos en algún momento se terminarán yendo; los otros continuarán su marcha ascendente.
Para que este tipo de ayuda coyuntural sirviera deberían modificarse dos variables en la economía argentina, las que pueden actuar en forma independiente o combinadas.
La primera es que exista una devaluación en el corto plazo que lleve el dólar a valores superiores a los cinco pesos. La segunda es que se observe un brusco descenso de la inflación para ubicarse en los niveles de nuestros competidores (3% anual).
Ninguno de estos escenarios es posible ni viable para el 2011. De ahí la desesperación del sector primario.
Los Repro, los 40 millones de este año, los 20 de la temporada pasada, los créditos a tasas blandas, los subsidios para la compra de trampas de feromonas o agroquímicos y mucha otra ayuda que recibieron no pudieron sacar a los productores de esta crisis terminal. Es que las salidas aplicadas sobre la coyuntura tienen un efecto cada vez menor sobre el sector. Los problemas estructurales son los que terminan fagocitando, en poco tiempo, todo tipo de auxilio.
Podemos decir, entonces, que la política se equivoca en el diagnóstico a la hora de seguir entregando fondos públicos sin tener claro qué es lo que se hace con ellos o qué efectos reales tienen en el ciclo económico de la actividad.
La fruticultura necesita ideas. Profesionales que interpreten sus necesidades reales. Políticos que asuman los costos de los cambios estructurales que es necesario implementar.
Hoy son los chacareros, pero mañana serán los exportadores y todo el sistema que gira alrededor de esta producción los que se verán seriamente afectados.
No seamos ciegos ante la realidad que se nos presenta.
(Redacción Central)