Volver al origen. Volver a la tierra. A lo que sabíamos hacer. Para comer mejor pero también para crecer. Con estas ideas fuerza nació el Pro-Huerta un 3 de agosto, hace 20 años, y el objetivo de "desarrollar estrategias de autoproducción de alimentos para generar la seguridad alimentaria".
Originariamente surgió a partir de una experiencia piloto en la provincia de Buenos Aires y de la preocupación por el crecimiento de la pobreza en las ciudades.
Se generó como una estrategia de autoproducción, en el marco del Ministerio de Desarrollo Social y del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). La idea base fue que el que no pudiera comprar pudiera producir su propio alimento a través de huertas familiares. De a poco la experiencia empezó a difundirse y dos años más tarde se instaló en todo el territorio nacional.
En diálogo con "Río Negro" Marcela Stiglauer, coordinadora del programa en Río Negro, destacó que Pro-huerta "nació para suplir la dieta alimentaria y de a poco incrementó su acción hacia otra población objetivo: pequeños productores, instituciones, escuelas".
Al mismo tiempo implicó rescatar pautas culturales y sociales que por el ritmo de vida actual se habían ido perdiendo. "Cuando uno tiene una huerta en su casa sabe con qué está cuidada y utiliza productos que no dañan la salud ni tampoco el medio ambiente", destacó.
A la autoproducción de hortalizas y verduras sumaron proteína animal (como por ejemplo gallinas para carne y huevo) y frutales (pepita y carozo). Hoy son las 3.700.000 personas que cubre Pro-Huerta a nivel nacional y en Río Negro llega en forma directa a 9.300 familias, 100 instituciones y 100 escuelas.
Con el crecimiento de las huertas se incorporaron otros temas como el de la comercialización. "Que la gente además del autoconsumo pueda tener excedente para la venta, ya sea en alimentos frescos o procesados", aclara Stiglauer. Y eso llevó a dictar capacitación en técnicas de conservación de los alimentos.
En los últimos cuatro años comenzaron a trabajar en técnicas de agroecología, rescate y valorización de especies nativas y educación alimentaria y nutricional. "La gente sabe producir, el tema es ver si las pautas alimentarias se modificaron, si la familia arma el menú de manera que se cumplan todos los requerimientos que cada edad necesita".
En cuanto a la incorporación de la economía social como estrategia, Stiglauer calificó de "muy importante" el caso rionegrino de la exportación de pelo mohair a Sudáfrica, desde General Conesa. Con el apoyo de otras instituciones y programas, gente que vivía de la venta de carne de chivo encontró otro subproducto más interesante en la fibra del animal, formó un ente de trabajo y logró exportar durante dos años consecutivos.
Para Stilgauer eso muestra que "el Pro-Huerta crece con la gente, se va dando progresivamente". Los equipos operan en tres niveles de intervención: familiar, escolar y comunitario/institucional.
El programa no sólo hace hincapié en el componente productivo sino también en el organizativo, formando y fortaleciendo promotores que son los que hacen que el Pro-Huerta llegue a cada casa. En Río Negro el equipo técnico está formado por 20 profesionales de distintas disciplinas y unos 300 promotores que trabajan en forma voluntaria.
"A diferencia de otras políticas sociales -explica Stiglauer- Pro-Huerta promovió la independencia y la autoorganización: los ´beneficiarios´ no reciben algo a cambio sino que tienen que hacer su huerta. Crecen a lo largo del ciclo productivo, apropiándose de saberes que después trasladan a otras necesidades. Lo que hacemos es sembrar metodologías que la gente luego aplica a otros órdenes de su vida", sintetiza.
Por otra parte, indica que no había antecedentes similares de esta experiencia en otros países de la región y que ahora se está replicando, a través de comisiones internacionales, en Guatemala, Bolivia, Venezuela y Haití (con el logro de 1.000 huertas) y en algunos países de Europa y Asia.
Para Stiglauer, "la apuesta sigue siendo incorporar a la gente desde la economía informal a la formal, logrando ingresos a partir de su trabajo; que sienta que es protagonista de su propio cambio, que recupere la ciudadanía, con equidad social. No trabajamos para un destinatario ni para un cliente: los acompañamos".